La Jornada 6 de abril de 1997

En Los Angeles, guardias privados contra migrantes

David Aponte, enviado, Los Angeles, Cal., 5 de abril Ť Las autoridades de la alcaldía contrataron a una empresa privada, The Fashion District of Los Angeles, para sacar a los trabajadores migratorios mexicanos del primer cuadro de la ciudad.

Los guardias de uniformes amarillos y morados, provistos de toletes y walkie talkies, conminan a los connacionales a que abandonen la zona de restricción.

Por el momento, los indocumentados se replegaron en las avenidas Broadway y Pico. En ese cruce ofrecen sus servicios y trabajan en cualquier oficio o para descargar toda clase de mercancía de los trailers que llegan a esta zona de la urbe angelina.

La Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Inmigrantes cumplió sus primeros cinco días en Estados Unidos. Los efectos comenzaron a hacerse sentir entre los migrantes: reducción de los salarios y una búsqueda afanosa por encontrar una pareja en matrimonio con residencia o ciudadanía estadunidense.

Durante el mes de marzo, sobre todo una semana antes del primero de abril, las capillas del centro de Los Angeles rompieron sus estadísticas de matrimonios con 150 bodas al día. El costo es de 140 dólares, más 12 dólares del certificado de la corte civil. En la mayoría de los casos uno de los contrayentes tiene residencia o ciudadanía, dijo la gerente de la Guadalupe Wedding Chapel, Conchita Morchón.

``En los últimos 30 años, esto nunca había sucedido. Lo hacen por la creencia de que con la boda pueden regularizar su situación migratoria y se casan con una persona que sí aplica (para obtener su residencia legal)'', expuso.

Al interior de la capilla, que en sus vidrieras tiene leyendas de ``Casamos a menores con permisos de la corte'' y ``Llenamos formas de migración'', Esmeralda Avila, de Zacatecas, y José Luis Brión Nava, de Nayarit, contrajeron nupcias este sábado, después de vivir ocho años juntos en Los Angeles. El hombre aseguró que ``sí aplicaba para obtener los papeles de residencia legal en Estados Unidos''.

El golpe más fuerte se dejó sentir en las calles, donde los indocumentados ofrecen sus servicios, en donde los migrantes hacen señas a los vehículos que cruzan por su camino en busca de fuerza de trabajo.

El efecto: una reducción del pago de cinco dólares la hora a cuatro o incluso tres dólares por el mismo tiempo.

Ahora, los patrones verifican con mayor cuidado los documentos de los migrantes, la mayoría de ellos falsos, papeles de migración supuestamente expedidos por el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN) obtenidos en la calle a un costo de 30 a 35 dólares.

Las peleas de los indocumentados por obtener un salario por hora o algunos días, es más fuerte. En la actualidad tienen que sortear a los guardias contratados por la alcaldía de Los Angeles. La lucha es por el trabajo y el espacio para ofrecer su mano de obra.

Las autoridades angelinas contrataron los servicios de la empresa privada The Fashion District of Los Angeles para limpiar las calles del primer cuadro. Los guardias no permiten que los indocumentados ofrezcan sus servicios en el centro de la ciudad. En cuanto entran a la zona de restricción, los agentes de seguridad los sacan. Ante esto, los migrantes se refugiaron en el crucero de las avenidas Broadway y Pico.

Como ocurre en la frontera México-Estados Unidos, los elementos de seguridad sacan a los migrantes del centro angelino, pero al menor descuido los mexicanos regresan. Ir y venir de manos que buscan trabajo y algunos dólares.

Luis Eduardo del Corral, de 39 años de edad, de oficio ceramista y originario del Distrito Federal, dijo que ``cada día cuesta más encontrar trabajo y nosotros lo hacemos de manera esporádica, dos o tres días o unas horas. La hacemos de todo, mil usos, descargar cajas de los trailers, de todo'', comenta.

Los migrantes no confían en los extraños. A cada instante preguntan: ``¿eres de la migra?''. De pronto, algunos se acercan y rodean a Del Corral; buscan opinar. ``Cuando no hay nada, nos ofrecen entre tres y cuatro dólares la hora y los patrones revisan los documentos. La razón es que en México está peor, incluso con trabajo especializado'', manifiestan.

La raza, como se dicen entre ellos, llega al centro de Los Angeles desde las siete de la mañana y permanece en la calle hasta las cuatro de la tarde. Los indocumentados hacen señas a los automóviles que pasan cerca. Luego, miran a los de seguridad, quienes montados en sus bicicletas resguardan la zona. ``Son de la especial. No nos dejan entrar al dantaun''.

--¿Y la nueva ley?

--Los patrones se han puesto más duros. Revisan con mayor detenimiento los papeles migratorios o consultan las computadoras de la migra --respondió Eduardo del Corral. Otro secundó: ``En un par de meses nos van a deportar a todos. Que México se prepare para darnos ocupación''.

En Broadway y Pico, los migrantes se ayudan entre sí. Muchos de ellos son jóvenes. Casi todos mexicanos. Las iglesias les envían pan, jugos y algo de fruta para pasar la mañana, antes de cualquier contratación.

Desde la acera de enfrente, los guardias de chamarras moradas y amarillas observan a los indocumentados. Los mexicanos también los miran.

``Los de la security nos avientan hasta acá. Ya no nos dejan buscar trabajo'', se quejan los connacionales.

La pelea por los espacios ya comenzó en California.