El sexenio de Ernesto Zedillo en su mediodía se está nublando. No basta decir que a los mexicanos nos duelen las humillaciones que estamos sufriendo de Estados Unidos. Si no hay pronto hechos duros de respuesta, todos, adentro y afuera, vamos a creer que México es un protectorado muy poco protegido. El panorama está como para escribir un artículo catastrofista. Parece fácil imaginar que este sexenio terminará en un crac, como los cinco anteriores. ¿Podría suceder lo contrario? ¿Cuáles serían las condiciones para que Zedillo y nosotros pudiéramos salir bien librados?
La única vía de esperanza es dar paso a la transición. Con tres condiciones básicas: a) Que las elecciones de 1997 sean creíbles, no sólo en el recuento de los votos, sino que se den condiciones de equidad entre los contendientes. b) Que la oposición obtenga triunfos, lo suficientemente sonoros para que nadie dude del cambio. Por ejemplo, que gane el Distrito Federal e impida que el PRI controle unilateralmente la Cámara de Diputados. c) Que a pesar de sus retrocesos, ni el Gobierno ni el PRI se colapsen. El hundimiento del viejo sistema arrastraría a la economía y haría imposible la transición.
La conjunción de estos tres factores no es fácil. Y no son los únicos necesarios para la transición. Cuando menos sería necesario que antes de julio de 1999:
1. Se amplíe la apertura que se ha dado en los medios de comunicación. Que se multipliquen los programas pioneros como los de Ricardo Rocha, y algunos otros de los canales 13 y 40. Que la gente vea y oiga en la pantalla chica cómo se critica abiertamente al Gobierno y se debate y se caricaturiza a todo y a todos. La radio y los periódicos están ya bastante desamordazados.
2. Que la situación económica no se agrave y que se estabilice, que comiencen a aplicarse medidas de redistribución del ingreso y ajustes a la apertura económica de México.
3. Que se encuentren medios legales, diplomáticos y políticos, para impedir la fuga masiva de capitales, acicateada, hasta hoy, por los miembros del viejo régimen y por unos 20 mil especuladores irresponsables.
4. Que el Gobierno y la parte fundamental de la sociedad presenten un frente común contra las presiones del Congreso de Estados Unidos. Que se logre renegociar con el Gobierno norteamericano el complejo de relaciones entre los dos países, con base en la dignidad, pero también en el sentido práctico. Como dijo William Clinton, los dos países viven en una realidad interdependiente.
5. Que se establezca un sistema de Exigibilidad y Rendición de Cuentas. Un control efectivo de los poderes Legislativo y Judicial y de la ciudadanía sobre el poder Ejecutivo. Y que se ponga un punto final al impulso reivindicatorio contra los políticos del pasado, con excepción de los principales responsables de crímenes y desastres económicos.
Serán necesarias otras muchas condiciones para que la transición culmine, pero si no se cumplen los puntos señalados arriba, seguramente Ernesto Zedillo no entregará en condiciones ``fluidas'' el mando a su sucesor el 1o. de diciembre del año 2000.