Luis Benítez Bribiesca
Más allá de la razón y de la ciencia
Los recientes suicidios rituales del Rancho de Santa Fe en California, se agregan a los suicidios masivos en Guyana, a los de Waco, Texas, y a los menos publicitados en Suiza y Canadá. Estos hechos macabros son indicio alarmante de un terrible cambio en la mentalidad de nuestra sociedad y horrorizan más por su incomprensibilidad que por su crueldad. La sociedad no deja de preguntarse porqué y cómo es que el fanatismo puede dominar la mente hasta el grado de hacer renunciar al bien más preciado de la existencia, que es la propia vida. Pero lo más sorprendente es que estas autoinmolaciones no fueron parte de rituales de tribus ancestrales ni de protestas heroicas de grupos sociales marginados, y sencillamente, a primera vista no se encuentra ninguna motivación que pudiera explicar, aunque no justificar, estos estados de locura colectiva. Quizás estos acontecimientos tienen raíces más profundas y sólo son la punta del iceberg de un proceso patológico, que como un virus letal ha infectado a nuestra sociedad moderna, pero que permanece agazapado desde los albores de la civilización en un reducto que conocemos como ``pensamiento mágico''.
La magia y la religión fueron, y en cierta medida siguen siendo, las formas predilectas de dar respuesta a los fenómenos naturales y a los conflictos íntimos de la existencia humana; por ello desempeñaron un papel central en la evolución y organización de la sociedad. Durante milenios el hombre vivió en ese mundo de fantasía, pero hace unos 400 años, una pléyade de mentes brillantes descubrió la forma objetiva de estudiar los fenómenos naturales y así nació la ciencia y el experimento. Sorprende, sin embargo, que casi dos mil años antes del Renacimiento, los griegos ya habían sentado las bases de la lógica y la filosofía, y habían demostrado las bondades del cuestionamiento continuo y de la observación de los fenómenos naturales, apartándose del pensamiento mágico. Atenas y luego Alejandría fueron los cristoles de la nueva forma del pensamiento. Pero no fue sino después de dos milenios de letargo, debido a que las doctrinas cristianas prevalentes requirieron más de la fe inquebrantable en sus dogmas que del ejercicio intelectual descubierto por los griegos, que el hombre pudo lograr finalmente el gran salto intelectual que representa el pensamiento científico.
Gracias a la ciencia, el progreso de la sociedad ha alcanzado niveles insospechados. Sólo en nuestro siglo se ha podido controlar la energía del átomo, se ha explorado el universo, puesto el pie en la luna, descubierto el secreto de la codificación genética y ha nacido la gran era de la computación y de la comunicación mundial. Pero a pesar de esta evidente bonanza, la mente humana, infectada ancestralmente por el patógeno virus del pensamiento mágico, se resiste al pensamiento lógico y a la demostración experimental. Es más fácil una explicación irracional de los fenómenos del universo y una fórmula mágica para resolver los conflictos existenciales, que recurrir a la ciencia que nos ofrece explicaciones parciales y siempre cambiantes de esos fenómenos. Quizás por ello, mientras en el siglo XVI y XVII los intelectuales redescubrieron las bases del pensamiento griego y las usaron para estructurar una nueva forma de conocer los fenómenos naturales, ahora las nuevas generaciones quieren redescubrir a la magia, a la religión y a todo lo que sea anticiencia en un ``renacimiento a la inversa'' que busca respuestas simples y fantasiosas apartadas de la lógica más elemental. Con ello pretenden ``iluminar'' su mente y conocer la ``verdad'' de su existencia.
De esta tendencia surgen doctrinas y sectas que controlan hipnóticamente a sus seguidores, dizque para trascender la materia y obtener la inmortalidad, aunque en verdad son sus líderes los únicos que obtienen poder y dinero. En ese reducto se revive y se mezcla en forma insensata por igual a Krisna con Zoroastro, a Buda con Cristo, a los brahmanes con el panteón mexica, a Tonanzin con la Guadalupana, a la energía solar con la meditación tibetana y a los chacras con las auras. No sólo esto, sino que ahora aprovechan los avances científico-tecnológicos para sus propósitos usando las computadoras y el internet, recurriendo a distorsiones de física relativista y cuántica, asegurando la existencia de los ovnis y de los viajes intergalácticos, y promoviendo el uso de remedios y dietas naturistas para escapar de los ``peligros'' de la medicina moderna. La nueva magia parece emerger de la ciencia misma a través de su técnica; la magia moderna es tecnología carente de ciencia, decía Bronowski. El virus latente del pensamiento mágico-religioso se ha activado en el centro mismo de nuestra sociedad y ya empezó a mostrar sus efectos más letales con los suicidios en masa, precisamente en las sociedades más desarrolladas. La amenaza cultural de este virus de la sinrazón, está a la vista, tanto que la prestigiada revista Scientific American y la conocida Academia de Ciencias de Nueva York han dedicado sendas y extensas publicaciones al tema. Nadie, sin embargo, ofrece una explicación sólida del fenómeno, que a falta de una mejor denominación se le conoce como ``New Age''. Esta ``nueva era'' puede ser el gran salto atrás, hacia las sombras de la irracionalidad, si no encontramos la manera de frenarla.
Bronowski J. Magic, Science, and Civilization. Columbia University Press. New York, USA. 1978. Gross PR, Levitt N, Lewis MW. The Flight from Science and Reason. Ann. N.Y. Acad. Sci. 775: 1996. Science versus Antiscience?. By the staff of Scientific American. Scient. Amer. 276: 80, 1997.