La Jornada martes 8 de abril de 1997

Alberto Aziz Nassif
Los próximos 90 días

Heberto Castillo, in memoriam

El país camina de forma apresurada hacia una importante definición política: las elecciones del próximo 6 de julio. El momento electoral es importante para México porque -por primera vez en su historia moderna- la incertidumbre democrática empieza a sustituir a la incertidumbre autoritaria: antes el problema no era saber quién ganaría en una elección competida, sino si gobierno y PRI respetarían los resultados; hoy, en cambio, no se sabe con certeza qué partido ganará la mayoría en la Cámara de Diputados o quién será el próximo gobernador del Distrito Federal. Por eso son de vital importancia los próximos 90 días.

Los resultados electorales de 1994 expresaron la desaparición de los dos formatos electorales dominantes por décadas en México: se acabó el formato de partido prácticamente único en el que el PRI tenía más de 70 por ciento de la votación; igualmente dejó de existir el formato de partido dominante en el que el PRI tenía entre 60 y 69.9 por ciento de los votos, y sólo quedaron los formatos de partido dominante en crisis (PRI entre 50 y 59.9), el bipartidismo (alta competitividad entre dos partidos) y el multipartidismo (alta competitividad entre tres partidos). Las elecciones locales del actual sexenio han mostrado un vigoroso crecimiento de los dos últimos formatos y, de manera interesante, del último. Esta novedosa tendencia de un tripartidismo, o de un pluralismo moderado como diría Sartori, es lo que genera posibilidades de que esta vez la integración de la próxima Cámara de Diputados se distribuya en tres partes.

Se pueden plantear cuatro escenarios para las diputaciones: a) el PRI con una votación entre 25 y 35 por ciento, significaría una derrota importante y una oposición mayoritaria en dos grupos parlamentarios; b) PRI entre 36 y 42 por ciento de los votos, sería una derrota moderada, la pérdida de la mayoría y una Cámara de tres fuerzas; c) PRI entre 43 y 45 por ciento de los votos, conservaría la mayoría absoluta, tendría que negociar cualquier cambio constitucional, como ya lo hizo entre 1988 y 1991; d) PRI con más de 46 por ciento, se trataría de una recuperación que no tiene que ver con los resultados electorales de los últimos 27 meses; sería, además, un rompecabezas para la oposición que obligaría a un replanteamiento de la vía electoral como factor de cambio político. Por posibilidades, los dos escenarios extremos, derrota fuerte y gran victoria, son los que tienen menos sustento, y los dos intermedios, derrota moderada y conservación de la mayoría, son los más posibles de acuerdo a una mezcla entre tendencias y encuestas de opinión.

Mientras transcurren los próximos 90 días lo único que tenemos para darnos una idea general de la situación previa al 6 de julio son las encuestas electorales de opinión. Para el Distrito Federal las cosas parecen estar un poco más definidas que para las elecciones federales: según una sistematización de encuestas que se hizo en la revista Nexos de marzo, hay un conjunto de 28 encuestas, entre febrero de 1996 y febrero de 1997, en las cuales el PRI una sola vez aparece por arriba de sus competidores; en 26 ocasiones el PAN puntea; segundo y tercer sitios se distribuyen: 12 veces el PRD está por encima del PRI, en diez ocasiones el Revolucionario Institucional por encima del PRD y en cinco de ellas hay empate.

Sin embargo, las últimas encuestas -ya con candidatos- cambian las perspectivas: el Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara hizo una encuesta en marzo, publicada en La Jornada, y mostró que Cárdenas puntea con 34 por ciento, seguido de Castillo Peraza, que tiene 28 por ciento y Del Mazo con 19 por ciento. La semana pasada, Reforma publicó otra encuesta con las preferencias del voto por partido para el Distrito Federal y los resultados fueron: PRD 29 por ciento, PAN 27 y PRI 23; pero señala algo más interesante, que 61 por ciento de los encuestados se muestran favorables a un partido distinto al PRI para el gobierno de la capital. Se confirma la tesis de que en comicios personalizados, como los de la ciudad de México, es más importante el candidato que el partido para emitir el voto.

Las campañas serán pieza clave para afinar la decisión final el 6 de julio; los debates entre candidatos ocuparán lugar especial para que los indecisos puedan optar. Mientras tanto, en los próximos 90 días veremos cómo el país se moviliza y se abren posibilidades de alternancia en este lastimado territorio por la crisis y la impunidad.