Toda persona interesada en las artes y específicamente en la fotografía sabe que Manuel Alvarez Bravo es uno de los principales expositores hoy día en The Museum of Modern Art de Nueva York, donde se exhiben alrededor de 170 obras suyas de varias épocas, buena parte de las cuales corresponden a impresiones originales pertenecientes a colecciones públicas y privadas, incluyendo las que el propio Moma posee y las que son propiedad de la familia Alvarez Bravo-Urbatel. Pueden verse allí muchas de sus más conocidas y reproducidas obras, como Retrato de lo eterno (1935), donde aparece una mujer vista de perfil, casi cubierta con su hermoso pelo largo y ondulado, acercando a su faz un pequeño espejo. La magistral iluminación dota de extrañeza y de ambigüedad a lo que alcanza a verse de la figura. Se trata no de cualquier mujer, sino de Isabel Villaseñor, cuyo rostro de facciones fuertes y con el pelo recogido ofrece apariencia totalmente distinta en otra de las piezas allí exhibidas que sí se ostenta como retrato suyo.
La hija de los danzantes asomándose a un óculo en el que repercute la forma redonda del sombrero que lleva, no sobre la cabeza, sino a sus espaldas, es la obra emblema de la exposición y la imagen está en muchos sitios, no sólo en el Moma o en el lujoso catálogo que se publicó. No podía faltar La buena fama dormida, que según conocida anécdota, responde a solicitud de una foto surrealista por parte de André Breton durante su visita a México en 1938. Los agachados (1934), Escala de escalas (1931) sonconocidas y reverenciadas imágenes que casi todos recordamos y que alternan con muchas otras integrando hilos conductores.
A modo de discreta repercusión sobre la presencia neoyorkina del maestro, el Museo de Arte Moderno de esta ciudad ofrece una selección de 37 fotografías de acervo (acervo donado por el propio Alvarez Bravo) en el espacio destinado a exposiciones dossier de la Sala Villaurrutia. Algunas de las que pueden verse son también muy conocidas: El ensueño (1931), Bicicletas en el cielo (1932) y Jícamas desnudas sf, así como las que integran la serie Los peligros.
En una de éstas el ojo del fotógrafo captó el momento en el que un chiquillo se vio ``embestido'' por un vehículo pintado (se trata de un mural silvestre) que se despeña estrepitosamente en diagonal sobre una barda encalichada. El destartalado carruaje literalmente parece estrellarse contra la cabeza de quien lo contempla. Se trata de uno de esos momentos insólitos de la vida cotidiana que sólo el azar, sumado a especialísimas capacidades de percepción, es capaz de encuadrar y preservar. Cerca de esta fotografía puede observarse que la titulada Los obstáculos --caballos de carrusel-- guarda una impresionante analogía con la forma, dibujada o pintada, que Picasso dio con frecuencia a sus caballos antes y después de Guernica.
Se exhiben también dos de los grandes pescados que antaño anunciaban un producto al parecer destinado a fortalecer el organismo, la legendaria ``Emulsión de Scott'' que contenía aceite de hígado de algún animal marítimo. La primera de ellas Pez suspenso ofrece exactamente la imagen a la que el título alude. Quien montó así el anuncio en un recóndito barrio popular, actuó, sin saberlo, guiado por ese surrealismo natural que nos es tan propio en diversos ámbitos, igual en 1932 en que aquella fotografía fue tomada como ahora que nos encontramos en vísperas del finisiglo. Este pez tiene a su lado un compañero voraz en otra toma titulada El pez grande se come al chico. No se trata de una frase político-financiera (aunque bien pudiera ser), sino de que de las fauces del animal cuelgan unos periódicos que reproducen en pequeño el mismo emblema de la emulsión Scott. Podemos saber a través de la foto que el dueño o responsable de aquella farmacia era Alfredo Farrugia, como podemos saber igualmente que la fotografía Empieza la primavera (1960) no fue tomada en México y es una escena matutina. Una pareja de avanzada edad, ambos muy dignos, con abrigo y sombrero se acercan a un sitio en el que un manzano empieza a florear, pero el clima es frío, hay algo de bruma y las todavía escasísimas frondas de los árboles más altos se dibujan nítidamente contra un cielo que se adivina gris, aunque luminoso.
Asimismo, es posible deducir que las dos mujeres protagonistas de La mañana son madre e hija y que la toma fue hecha en los años sesenta, cosa que corresponde a la altura de la falda que porta la mujer joven, abotonada al lado izquierdo. Otra joven, también de minifalda, va leyendo un libro, la vemos a unos 15 m de distancia, mientras que un hombre recargado en el tronco de un árbol añoso está en primer plano. El asfalto separa a estas personas de sexo opuesto y el asfalto también separa al fotógrafo de la muchacha. Los títulos de Alvarez Bravo pueden ser tan precisos como el que ostenta esta foto: Enfrente, pues la chica está en la otra acera de la calle. También Carretilla y tabiques es un título directo para una composición no sólo lograda, sino sui generis, poco difundida y espléndida, deudora en cierto modo del cubismo. En otras ocasiones la metáfora campea y el título dispara asociaciones indirectas acerca de lo que la imagen dice. La exposición del MAM está vigente hasta fines de mayo.