Eduardo R. Huchim
Operación popote

En el nirvana de los justos hay una parcela para quienes luchan por los demás, por los otros, y no sólo por sí mismos.

Hacia ahí ha partido Heberto porque hombres como él no pueden, sencillamente, desaparecer

Como se ha advertido reiteradamente en muchos foros y en los medios de comunicación, aun cuando no haya deportaciones masivas, las nuevas normas migratorias estadunidenses vulneran derechos humanos de muchos connacionales que trabajan en el país vecino.

En favor de tales compatriotas, el gobierno mexicano sólo ha hecho una defensa retórica, como en el caso de la malhadada certificación de la lucha antinarcóticos, cuando debió acudir ya a a tribunales internacionales y emprender una defensa común con otros países afectados. No sólo eso.

También debía estar preparando programas de empleo inteligentes y productivos, no ya para recibir a los posibles deportados sino incluso para exhortar al regreso a más emigrados. La mejor manera de frenar la emigración es, precisamente, ofrecer a los nacionales algo cercano a lo que van a buscar tras de nuestras fronteras. Y hacerlo es también defender a los que permanezcan ahí, pues a Estados Unidos no le interesa deshacerse de todos sencillamente porque su economía los necesita.

Migración y narcotráfico no son las únicas causas de conflicto con Estados Unidos. El petróleo continuará siéndolo mientras siga teniendo el carácter de energético principal en ese país, cuyo consumo ha aumentado sensiblemente en los últimos 25 años, en tanto su producción ha decrecido y, por tanto, sus importaciones se han incrementado incesantemente, lo mismo que su interés en las fuentes cercanas de suministro, particularmente México.

Resulta explicable, entonces, que Estados Unidos intente apoderarse del inmenso yacimiento de petróleo y gas --con 55 mil millones de barriles de crudo podría ser el cuarto más grande del mundo-- existente en el centro del Golfo de México y cuya mayor parte se sitúa en la zona económica exclusiva de México. El primer paso para este despojo ya está dado porque Estados Unidos pretende desconocer los límites territoriales de esa área, los cuales están incluidos en el tratado que los gobiernos de ambas naciones firmaron en 1978, pero que no ratificó el Senado estadunidense.

México sostiene que su zona económica exclusiva se mide a partir del arrecife de Los Alacranes, frente a la península de Yucatán, y el Senado estadunidense pretende que comienzan en tierra firme, en Progreso, Yucatán, con lo cual nos quitarían 120 millas.

El segundo paso es la Operación Popote autorizada por el gobierno estadunidense y que consiste en la perforación, por empresas de ese país, en sitios cada vez más cercanos a los límites de la zona exclusiva de México. Mediante la ``técnica del popote'', es posible la realización de excavaciones horizontales en aguas mexicanas para succionar su riqueza petrolera.

Este despojo ha sido denunciado no por algún furioso radical, sino por el senador José Angel Conchello Dávila, del Partido Acción Nacional (PAN) y quien la semana pasada --31 de marzo y 1 de abril-- pidió en una conferencia de prensa y en el foro senatorial que el gobierno, concretamente las secretarías de Relaciones Exteriores y de Energía, y Petróleos Mexicanos, expliquen su posición sobre este asunto, al tiempo que llamó a sus compañeros de Cámara a ``defender la integridad del territorio nacional, sea terrestre o sea lecho submarino''.

Ha pasado una semana y ni las secretarías ni la empresa estatal ni el Senado han reaccionado para solidarizarse expresamente con la defensa de la riqueza petrolera ni para refutar en forma convincente al senador. Y quienes saben de esto suponen que Pemex no posee informes confiables sobre el yacimiento mencionado porque ya no tiene gente ni equipo para exploraciones de esa magnitud y depende de los informes de las empresas que contrata y que son ¿de qué nacionalidad? Sí, de Estados Unidos. Y con esto, como con los cigarrillos aquellos, todo está dicho.

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Dos articulistas de La Jornada y uno de Excélsior acaban de publicar sendos libros: Víctor Flores Olea, Entre la idea y la mirada ¿qué democracia para México? (Océano), que será presentado el próximo martes 15 de abril (Centro Cultural San Angel); José Agustín Ortiz Pinchetti, Reflexiones privadas, testimonios públicos (Océano), una ``reflexiva bitácora del proceso de democratización durante la última década'' como le llaman sus editores, y Rafael Loret de Mola, Intereses obscuros, una novela que seguramente levantará polémica y engrosará las ventas de Grijalbo, pues se trata de un autor que en los años recientes ha vendido más de 300 mil ejemplares.