La Jornada 8 de abril de 1997

A la descubierta en Lincolns transportados en avión militar

Elena Gallegos, Rosa Elvira Vargas y Angélica Abelleyra, enviadas, Zacatecas, Zac., 7 de abril Ť Los dos Lincolns descapotables de la casa presidencial --trasladados en un Hércules de la Fuerza Aérea Mexicana- atravesaron el casco colonial, mientras sus ocupantes, los reyes de España y el presidente Ernesto Zedillo y su esposa, recibían aclamaciones de una multitud que, curiosa, se desbordó atraída por el relumbrón que rodeó el festejo.

Los ¡Ze-di-llo! ¡Ze-di-llo!, intercalados con repetidos ¡Viva el rey! ¡Viva Juan Carlos de España!, se escucharon al paso de los automóviles, entre la chiquillería de las escuelas que, banderitas de los dos países en mano, fue llevada al sitio, y los zacatecanos que desde hace días observan cómo se armaron los tinglados y se afinaron los mejores escenarios para poner a debate el español.

A unos metros de allí, en el ex templo de San Agustín, un estudioso de la lengua, argentino para ser más exactos, cavilaba: ``esta mezcla de tantas cosas sigue siendo sorprendente. Hay que ver cómo miman aquí a los reyes y hay que ver también cómo, al mismo tiempo, los mexicanos cantan con pasión ese grito feroz contra el colonialismo que es su himno. Basta con escuchar la primera frase. ¡Mexicanos al grito de guerra!''

Primer día del encuentro de lingüistas. Día del español, de reyes y entrevistas.

El único que se salvó del acoso de los reporteros fue, por supuesto, Octavio Paz, y eso porque no vino. Lo que es Gabriel García Márquez ``toreó'' a tantos como su paciencia se lo permitió; por cierto, no mucha, y es que el tenor de las preguntas abonaba también en su desesperación.

En contraste, Camilo José Cela, con su generosidad infinita, repetía incansable mucho de lo que ha dicho desde su llegada a México. Zacatecas, territorio de lingüistas.

También aquí, en la apertura del primer Congreso Internacional de la Lengua Española, donde uno de los puntos centrales es el análisis de las nuevas tecnologías, éstas ganaron su primer batalla cuando los asistentes a la ceremonia inaugural tuvieron que aplaudir ante los televisores que trajeron la imagen y el mensaje que Octavio Paz grabó para la ocasión.

Las calles del centro de Zacatecas, cerradas desde muy temprano al tráfico vehicular y donde las vallas blancas reaparecieron para contener a la gente que se arremolinó para atestiguar el paso de los reyes de España y del presidente Zedillo, fueron luego alfombras de papel picado amarillo, blanco, verde y rojo.

Claro que hubo vítores para los monarcas españoles -que Carlos Monsiváis atribuiría no al resultado de la convivencia de los pueblos, sino a la revista ¡Hola!-, pero no fueron menos los que recibió García Márquez. Desde los balcones le aplaudían, en la calle casi lo perseguían; muchos más le pedían estrechar su mano y él, entre halagado y tímido, apenas atinaba a dar algunas respuestas a ese afecto verdadero.

Mientras tanto, en el ex templo de San Agustín desde las 10 horas eran ubicados en zonas acotadas a su procedencia, especialidad o influencia, lo mismo escritores que lingüistas, embajadores y funcionarios del sector educativo que viajaron aquí sólo para asistir a la apertura del encuentro y, de inmediato, volver a la ciudad de México para, quizá, decir después ``Vine, vi y cumplí''.

Colonial Zacatecas, donde se encuentran quienes discutirán a partir de mañana los usos del español en los medios de comunicación. Desde hoy, sin embargo, Carlos Monsiváis alertó sobre los riesgos de que el Congreso trabaje muy centrado en la defensa del idioma ante la televisión cuando, machacó, lo verdaderamente preocupante y devastador es la falta de lectura. ``No creo -había dicho también- que a estas alturas el español se resienta ya demasiado por el trato de los medios''.

Pero además lo curioso es que ninguno de los premios Nobel, al intervenir en la ceremonia de apertura, hizo hincapié en el tema central del Congreso, que es el uso del español en los medios de comunicación.

García Márquez, en la atropellada entrevista que dio antes de la ceremonia, afirmó estar en desacuerdo con quienes piensan que los medios están estropeando la lengua. Ratificó su opinión de que la prensa es un género literario aunque ciertamente, admitió, requiere un lenguaje que depende mucho de la rapidez y de la actualidad, y ``ese también es el idioma''.

Claro que sus elogios al oficio no son necesariamente los mismos que, se ve, le merecen los periodistas: regañó a una reportera por interrogarle sobre la relevancia de la visita de los reyes de España, y le dijo que si supiera el verdadero significado del término relevancia, no le ``haría esa pregunta''.

También lanzó reprimendas generales a los que, grabadora en ristre, lo presionaban con sus preguntas pues, apuntaba, ``los micrófonos oyen más de lo que ustedes creen''. No regateó dar una lección, y dijo que en su escuela de periodismo suele llamar la atención a los alumnos porque ``siempre saben cómo empezar las entrevistas, pero no saben cómo terminarlas''.

De todos modos, el imán de Gabo no hacía desistir a los entrevistadores. Les declaró entonces que si a él le aplicaran un examen de gramática, lo ``truena''; que el español de México le causa admiración, ``porque ustedes pintan el idioma según las necesidades y eso es estupendo'', y definió a los académicos de la lengua como notarios que hacen el registro efímero de las palabras, pues más tardan en realizar esta labor que aquéllas en decirse de otro modo.

Luego del acto oficial de este primer día de lingüistas, del español, reyes y entrevistas, todos se trasladaron al Museo Rafael Coronel, donde almorzaron con el Presidente y su esposa y los reyes. Un sofisticado menú fue preparado y servido por Luis Andrea, pero fue tan sofisticado -hojaldre con queso de cabra, sopa de aguacate en hielo y tamal de robalo-, que muchos no alcanzaron a tomarle sabor.

Ahí, Pedro Ferriz, candidato del PC a la gubernatura de la ciudad de México, se daba tiempo lo mismo para hacer bromas a cuantos se le acercaban que para recordarle a Andrés Henestrosa, ``oaxaqueño ilustre que habla el español como segunda lengua, porque antes que nada habló zapoteco'', cuando como parte de la Comisión del Himno Nacional le sugirió que había que quitarle eso de ``y retiemble en sus centros la tierra''.

Entonces, don Andrés me contestó seco: ``¡No!'' Y ¿por qué no?, quise saber. Sólo me dijo: ``Porque es costumbre''.

Después, siempre en la carcajada, contó sus aventuras como candidato: ``ya cuando aspiré al Senado obtuve más de 400 mil votos. Espero que ahora, en un descuido, llegue al millón y en otro descuido hasta pierdo... ja-ja-ja''.

En la despedida, Zedillo y Juan Carlos conversaron un buen rato con Luis María Ansón, director del ABC; Juan Luis Cebrián, consejero delegado del grupo PRISA (casa que edita El País); Sergio Ramírez Mercado, vicepresidente de Nicaragua con el sandinismo; con Carlos Montemayor y otros.

Cuando se iba al aeropuerto para despedir a sus invitados -de paso recorrieron una nueva planta de una cervecería-, Zedillo le dijo a Cebrián que quería verlo, que lo buscaría antes de que regrese a España.

Primer día de lingüistas. Día del español, de reyes y festejo.