Miguel Barbachano Ponce
Betty (Lauren) Bacall

No, dear Betty, no te entristezcas por no haber recibido el Oscar como mejor actriz de reparto por tu actuación en El amor tiene dos caras (1996). Que no te agobie la idea de que el codiciado trofeo se lo otorgaron a Juliette Binoche, por haberte superado en la pantalla a través de la encarnación de una enfermera en el fatigante filme de Anthony Minghella, El paciente inglés. No olvides que la Academia manipula interminables resonancias publicitarias y económicas. Recuerda también que la crítica neoyorkina te dio el Globo de Oro por el mismo trabajo, entrega que auténticos cinéfilos consideran altamente significativa, es decir, lejos de cualquie interés bastardo.

Y si la crítica neoyorkina te premio fue por innúmeras razones mayores y menores. Entre otras --menores-- porque naciste en la urbe de hierro el 16 de septiembre de 1924; porque estudiaste hacia 1941 en la New York Academy of Dramatic Art; porque trabajaste como acomodadora en el renombrado Saint James Theatre; porque en 1943 ganaste el concurso Miss Greenwich Village, reconocimiento que te valió para que la revista Harper's Bazaar te incorporara en su portada como la modelo más bella de aquel año, tiempo en que te apodaban The Look, por tu mirada ardiente o Molino de viento por tu agitado andar. Existen de igual manera razones mayores que la crítica consideró. Entre otras, tu trabajo en el teatro, desde Johny Two-by-Four (1941) hasta Flor de cactus (Broadway, 1966); tu presencia memorable en el serial de televisión El bosque petrificado (1955) en compañía de Henry Fonda, y meses más tarde en Blithe Spirit, con Noel Coward.

Evidentemente dear Betty (Lauren) Bacall los periodistas consideraron las 20 películas en cuyo contexto alentaste. Porque cómo olvidar Cover Girl, de Charles Vidor, filme producido por Warner con el cual debutaste en la pantalla en 1943; o The Big Sleep, de Howard Hawks, o Key Largo, de John Huston, o Written on the Wind, de Douglas Sirk. Cómo olvidar también, aquel 20 de enero de 1944, cuando encontraste por vez primera a Humphrey Bogart --tu futuro cónyuge-- frente a las cámaras de Hawks que se aprestaban a imprimir las iniciales escenas de la ya clásica To Have and Have Not, o cuando en una toma de la misma cinta invitaste a Bogart con tu voz grave y cálida a llamarte con un silbido.

Y ya que hicimos referencia a momentos significativos del rodaje de ese filme, extendámonos para recoger la leyenda que circula desde hace 50 años a propósito del encuentro ocurrido entre ustedes dos en aquella ocasión. Dicen los historiadores que Howard Hawks (1896-1977) de inmediato percibió la incontenible química corporal que los acercaba. Entonces, acordó con sus guionistas, William Faulkner (Nobel 1949) y Ernst Heminway (Nobel 1954) reducir significativamente la trama de la película, que por cierto transcurría en Fort-de-France (Martinica, Antillas francesas) poco tiempo después de la capitulación de Francia ante los nazis, para enfatizar durante los cien minutos en que corre la acción sobre la pantalla, la relación erótica entre los protagonistas Harry ``Steve'' Morgan, encarnado por el famoso Humphrey, y Marie Browning ``Slim'' a quien tú dabas aliento. Para plasmar en el celuloide aquel inevitable amor, Hawks recreó una y otra vez, día tras día, escenas y secuencias hasta lograr finalmente su objetivo: ``Tener o no tener''. El resultado de aquella aventura narrativa la calificó la crítica universal con estremecedoras líneas:

``La pareja Bacall-Bogart --escribió Stephane Bouquet-- hizo entrar a Hawks en la modernidad cinematográfica, pues le obligó a considerar al discurso cinemático, nada más que como un pretexto para realizar ciertas escenas''. Técnica narrativa que manejaría años después Wim Wenders para recrear en Nicks Movie una pulsión necrofílica.

Asimismo, Bertrand Tavernier, el célebre cineasta galo comentó: ``Obra soberbia trágicamente poética''.

Para concluir resumiré en una línea la opinión de la crítica estadunidense: ``La cinta nos otorga una maravillosa impresión de intimidad''. Entonces, dear Betty no te entristezcas, recuerda que tú participas de una manera singular en la historia de la cinematografía, más allá de oscares y globos.