Gonzalo Martínez Corbalá
Heberto Castillo

En los tiempos en los que un director de Pemex anunciaba ruidosamente que nuestro subsuelo contenía una cifra muy alta de reservas probadas de petróleo crudo, se levantó una voz con autoridad tanto moral como técnica que cuestionó estos datos, señalando el riesgo que entrañaba para nuestro país estimular el apetito del mayor consumidor de energéticos fósiles en el mundo, cuyas reservas, ya desde entonces declinantes peligrosamente, no guardaban proporción con su creciente demanda interna.

El tiempo le dio la razón a Heberto Castillo. En buena hora que supo llamar la atención, sobre este hecho, de los mexicanos preocupados por la relación, muy fuerte, entre la expropiación petrolera y la nacionalización del subsuelo mexicano realizadas por Lázaro Cárdenas, con la preservación y el fortalecimiento de nuestra soberanía nacional.

Heberto fue siempre un luchador infatigable. No siempre compartimos puntos de vista. Sin embargo, como cualquier mexicano debo reconocer su gran patriotismo y su valentía ejemplar.

Independientemente de las posiciones ideológicas y partidistas diversas, los mexicanos preocupados por la paz y el progreso de nuestro país tenemos que bajar de la abstracción que confunde y desorienta, a la realidad que se encuentra en las tierras empobrecidas por una agricultura de subsistencia, cuya producción exigua no alcanza ya para satisfacer las necesidades mínimas aceptables de los campesinos más pobres, así como coincidir por lo menos en la necesidad de señalar las causas profundas de problemas ancestrales de una gran complejidad que, al final del siglo, todavía no hemos podido resolver.

Reconocemos también que para lograr consolidar la paz interior en todo el territorio nacional, hay que luchar por ella, porque la paz no se da así nada más, espontáneamente, convencidos de que la paz es la base fundamental para garantizar la seguridad nacional, en tanto se canalicen mayores recursos para el desarrollo social y se disminuya la brecha entre los más pobres y los más ricos.

Heberto Castillo luchó también por la paz en Chiapas. Por una alternativa política realista y digna para todos los mexicanos, impostergable ya para seguir vigorosamente hacia adelante al encuentro del próximo siglo.

Estos hechos que inspiraron su lucha lo hacen ya, por sí solos, respetable y digno de reconocimiento de todos los mexicanos.

Sumo de esta manera mi modesto homenaje a su lucha valiente y patriótica en defensa de la soberanía nacional, por la paz interior en nuestro país y por los derechos sociales y humanos de los indígenas.