Jorge Legorreta
Heberto y la ciudad

Heberto Castillo fue un hombre con imaginación, virtud extraviada entre los dogmatismos del fin de siglo. Fue su gran imaginación lo que guió su incansable trabajo en los últimos años de su vida. La usó como legislador, para otorgar un lugar digno en la historia a los indígenas de nuestro país; también en sus aportes científicos, por ejemplo en sus propuestas ecológicas para la ciudad de México.

Sus aportes no fueron exclusivos de él, sino el resultado de un trabajo en equipo. Parte de su pensamiento fue su constante preocupación por encontrar soluciones a los graves problemas hidráulicos, principalmente los relacionados con los hundimientos derivados de la excesiva extracción de agua del subsuelo.

Parar resolver tan grave problema propuso, como lo hizo el doctor Nabor Carrillo a mediados del siglo, simplemente aprovechar el agua de lluvia. Castillo argumentaba que el agua de lluvia caída en toda la cuenca era suficiente para abastecer a la ciudad. Aseguraba que un eficaz aprovechamiento del agua pluvial reduciría notablemente la extracción del agua del subsuelo, e incluso no habría necesidad de seguir exportándola de cuencas lejanas, como la del Cutzamala. La solución la basaba en dos propuestas.

Una era construir cuatro grandes túneles subterráneos, a 250 metros de profundidad en la Sierra del Ajusco. El agua de lluvia, potable a esa profundidad, sería captada por medio de filtraciones en las paredes de dichos túneles. Una vez almacenada, se distribuiría no sólo en la ciudad, sino también a las regiones circundantes de Puebla y Cuernavaca. Según sus cálculos, la cantidad de agua captada en dicha zona era de 210 metros cúbicos por segundo, tres veces más el consumo en toda la Zona Metropolitana de la ciudad de México. El proyecto requería, lógicamente, conservar sin urbanización la Sierra del Ajusco, pues como es bien conocido, representa la zona de mayor recarga acuífera de todo el Valle de México.

Para muchos, la segunda propuesta era más viable. Consiste en la construcción de presas en las partes altas de la ciudad, precisamente en la región poniente, que es la que conserva la mayor parte de los ríos con agua limpia. En época de lluvias como la que ahora se inicia, el agua pluvial y una gran parte de la que baja por los ríos del poniente se canaliza sin ningún uso al drenaje profundo.

Castillo proponía el aprovechamiento de dicha agua limpia, construyendo nuevas presas, pues las actuales ya resultan insuficientes. Lo acertado de su propuesta se confirmó desafortunadamente con una catástrofe.

En el amanecer del 2 de octubre de l992 las aguas de la Presa Tequilasco se desbordaron. La presa ubicada en el corazón de una zona densamente urbanizada entre la Calzada de la Aguilas y el Camino al Desierto de los Leones, fue insuficiente para retener el agua proveniente del río San Angel. Incontenible, rebasó la cortina y arrasó cientos de casas y autos, causando uno de los más recientes desastres hidráulicos. Un día después, en un recorrido por la zona de desastre con una comisión de representantes de la Asamblea, Heberto mostró los planos de ubicación de las nuevas presas. Caminando sin descansar por los abruptos terrenos, insistía en edificar nuevos almacenamientos del agua de lluvia en esta zona que sigue representando un gran riesgo de inundaciones en épocas de lluvia. La propuesta con sus respectivos planos fue, como muchas otras más, olvidada en los vaivenes de las administraciones sexenales.

La lucha por el aprovechamiento del agua es histórica. No se ha dado sólo en los tiempos de Heberto Castillo o los de Nabor Carrillo. Se traslada por siglos a la disyuntiva de continuar construyendo grandes obras hidráulicas para seguir enviando el agua pluvial al drenaje, o bien retenerla y aprovecharla. En realidad es una lucha de concepciones, que ha dado lugar a las políticas hidráulicas de los últimos años.

Por una parte, la concepción indígena, indisolublemente vinculada al cuidado de la naturaleza y al aprovechamiento del agua. Por la otra, la visión, por llamarla de algún modo, constructivista; la que ha predominado en la toma de decisiones sobre los presupuestos públicos en las cámaras legislativas.

Heberto Castillo fue otro más de los grandes defensores históricos de la naturaleza y del agua de la ciudad. Su pensamiento debe ser revalorado y su mejor homenaje, independientemente de su inquebrantable ideología, sería analizar y poner en práctica algunas de sus propuestas hidráulicas.

El PRD debería editar, como parte del actual debate electoral, el pensamiento y propuestas ecológicas de Castillo. Sería una forma de depositar en la imaginación, el camino para resolver los problemas de la ciudad.