La Jornada 10 de abril de 1997

Aumentan polleros a 1,300 dólares sus tarifas por cruce; retenes por toda California

David Aponte, enviado, San Ysidro, Cal., 9 de abril Ť Los migrantes indocumentados pagan a los polleros poco más de mil 300 dólares por cruzar a territorio estadunidense. Las tarifas aumentaron y la Border Patrol cerró los accesos a California y ha puesto en marcha un nuevo operativo denominado Disturb, con patrullajes entre San Diego y Tecate.

Ahora no es posible transitar por las carreteras sin llegar a un sitio de revisión de los agentes migratorios. Los retenes están colocados en puntos estratégicos de la red carretera, donde los oficiales piden y revisan minuciosamente los documentos de estancia legal en Estados Unidos.


Detención de indocumentados en el sitio conocido como
La Dulzura. Foto: Elsa Medina

Los indocumentados utilizan en la actualidad la difícil zona del cerro Nido de las Aguilas para tratar de ingresar a territorio estadunidense, en la zona donde termina la barda metálica que se levanta desde Playas de Tijuana, poco más de 25 kilómetros. El trayecto les toma de tres a cuatro días en una región semidesértica y peligrosa. Pacientemente esperan el anochecer, entre las siete y ocho de la noche, y aprovechan el cambio de turno de los agentes de la Patrulla Fronteriza. Sin embargo, los connacionales son generalmente detenidos al otro lado de la montaña, después de una larga travesía.

Desde las camionetas Bronco, los oficiales dan la alerta sobre el número de personas que cruzó. La Border despliega sus helicópteros McDonnell Douglas equipados con rayos infrarrojos, camionetas de transporte y, según la cantidad de migrantes, piden el apoyo de policías locales para realizar la persecución y detención de los indocumentados.

En la región del cerro Nido de las Aguilas --iluminada con potentes reflectores-- y la parte fronteriza con Tecate, los 2 mil 31 agentes de San Diego detienen a más de mil personas todos los días.

El oficial Salvador Zamora comenta que los operativos y el establecimiento de Gatekeeper han desalentado el ``cruce ilegal'' en los últimos tres meses. De acuerdo con sus estadísticas, la reducción oscila entre 20 y 40 por ciento, en comparación con el número de detenciones del mismo periodo del año pasado.

Puertas cerradas

El control fronterizo y las nuevas medidas de la Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Migrantes en Estados Unidos ha ocasionado un aumento del ciento por ciento en las tarifas de los traficantes de indocumentados, comúnmente conocidos como polleros. El cruce cuesta ahora mil 300 dólares y la venta de documentos falsos 600. Los grupos dedicados al tráfico de seres humanos operan en la Central Camionera y el Aeropuerto Internacional de Tijuana. Ahora, la Patrulla Fronteriza intenta infiltrar estas bandas para determinar el modus operandi e identificar a los coordinadores de estos grupos que trasladaron el cruce de indocumentados hacia la región de Tecate. En esa zona, la corporación policiaca estadunidense puso en marcha el plan denominado Disturb --parte del Gatekkeper--, consistente en patrullajes 24 horas al día.

El oficial Zamora afirma que este operativo ya tiene ``casi un año''. Además, la oficina de la Border instaló cuatro retenes en la red carretera de California: uno en la Interestatal 8, cerca de Pine Valley, en la carretera 94 (San Diego-Tecate) en el tramo denominado Dulzura, y otros tres no fijos en sitios estratégicos. Los agentes inspeccionan cuatro de cada cinco vehículos que transitan y piden los papeles migratorios a sus ocupantes.

En el punto de revisión de la 94, observan a cada uno de los ocupantes y verifican que nadie viaje en las cajuelas de los automóviles o en las cajas de los camiones. Durante los tres turnos, los cuatro agentes del retén detienen entre cinco y diez indocumentados en ese punto.

Los migrantes aprehendidos en la zona fronteriza al este de San Diego son trasladados a ese punto, donde permanecen entre cuatro y cinco horas en una pequeña celda. Después son transportados hacia Calexico y Otay, para su posterior repatriación a territorio mexicano.

Zamora asegura que la Patrulla Fronteriza ha terminado con la promesa de los coyotes a los migrantes, aquella de que ``por la noche estarás cenando en (la ciudad de) Los Angeles''.

El jalepollos son trasladados al final de la barda metálica, ahora reforzada con cemento en la parte de abajo (2.40 metros de concreto) para evitar que los migrantes hagan hoyos en la tierra. Los indocumentados llevan botellas de agua y algunas frituras para el largo trayecto de tres o cuatro días.

Al grito de ``apúrenle, apúrenle'', los grupos comienzan el ascenso hacia el cerro, donde hay una gran cruz pintada de blanco. Los walkie talkies de la Patrulla Fronteriza comienzan a sonar.

No hay posibilidad de que los indocumentados pasen desapercibidos. Hay un control férreo en el Nido de las Aguilas. Las posibilidades de cruce, de evadir el cerco, tienen que ver con el número de agentes estadunidenses que los esperan detrás de la montaña.

Los intentos de entrar a estas tierras duran toda la noche. Los perros, especialmente adiestrados, no dejan de ladrar. Pablo Ramírez, albañil, vive en una casa de madera a unos cuantos pasos de la barda metálica y a unos metros de la entrada al cerro. ``En la noche pasan a cada rato y tengo que amarrar a los perros'', dice.

Durante el día ya no hay intentos de cruce. Los oficiales de migración vigilan desde sus camionetas Bronco. Algunos niños, vecinos de la colonia Las Torres, cruzan por los hoyos y piden dinero a los de la Border. ``Todo bajo control'', reportan.

Jornaleros mixtecos

Los trabajadores agrícolas mexicanos, en su mayoría mixtecos provenientes del estado de Oaxaca, tienen miedo de que la migra los detenga y mande a México ``por la nueva ley''.

Muestran desconfianza hacia los extraños. Pocos se atreven a hablar. Por su seguridad, no mencionan el nombre del campamento donde pasan la noche. ``Vivimos en el cerro'', dice uno de ellos, mientras recoge fresas. Algunos afirman que tienen ``papeles'' para trabajar en Estados Unidos y vienen a los campos de California por tres o cuatro meses, a levantar la cosecha.

En el campo no se observa a ningún anglosajón. La mayoría de los dueños de estas tierras son asiáticos. Parcos, los jornaleros mexicanos mencionan que sus jornadas son de ocho horas y el patrón paga cinco dólares por hora. Ellos, hombres bajitos que laboran todo el tiempo agachados, no tienen ninguna otra prestación laboral. Ahora lo que tienen es un gran miedo de perder su trabajo.