Adolfo Sánchez Rebolledo
Heberto, su partido

Acompañé a Heberto Castillo a varias etapas de su campaña como candidato a la Presidencia por el PMS. En Chiapas, el cuadro resulta aterrador, como ahora: campesinos miserables, desprecio por la vida humana, impunidad, desesperanza. En la plaza pública, Heberto predica pacientemente su irritada verdad: sin organización, sin un partido capaz de coordinar nacionalmente las acciones aisladas del pueblo, éste no levantará cabeza.

En la prisión de Cerro Hueco, los detenidos del movimiento maicero, a quienes Heberto desea llevar un mensaje de aliento y esperanza, le ofrecen un cálido encuentro. En la improvisada sobremesa se inicia un intercambio de opiniones. Heberto se opone con vigor a la idea de que todos los partidos, casi por definición, resulten malignos para las masas, suplantadores de la voluntad popular, postura que entonces compartían en Chiapas, y en otras regiones del país, valiosos activistas de inspiración maoísta y cristiana, capaces de construir eficaces organizaciones sociales, pero reacios a aceptar la necesidad de la participación política, electoral. Si no logró convencerlos del todo, al menos obtuvo de ellos un soriente y sincero compromiso fraternal de volver sobre el tema.

Heberto había pasado los últimos 15 años de su vida recorriendo el país, preguntando a la gente sencilla qué quería y cómo deseaba organizarse. Sus jornadas de caminante infatigable le dieron una perspectiva nacional que, sin embargo, no siempre fue compartida con el resto de la izquierda, partidista o no. Las críticas a su intensa labor menudearon. Se le acusa de todo --caudillismo, populismo, antintelectualismo, son epítetos que le cuelgan junto a los de ``aperturo'' o ``reformista''--, pero su presencia es cada vez más una referencia obligada en el escenario nacional desde 1968. Ingeniero genial, agudo polemista, incansable defensor del patrimonio nacional, Heberto desata polémicas y está en el centro de grandes controversias y enormes batallas solitarias que sabe ganar con inteligencia y tesón, pero sus actos inauguran con aciertos y errores un nuevo estilo en el quehacer de la izquierda.

Heberto se afirma en una visión del liberalismo mexicano, laico, nacionalista, popular, revolucionario, en la tradición que recoge el constitucionalismo mexicano y toma fuerza de una lectura apasionada de la historia como fuente de inspiración. Tender ese puente entre el pasado y el presente, contribuir a darle resistencia, fue sin duda una tarea patriótica que ahora se le reconoce con razón. A ese ideal responde la necesidad de conformar un gran partido, concebido siempre como un medio, nunca como un fin. Apostar a ello con todas sus energías es una gran contribución de Heberto Castillo a la causa de la izquierda mexicana. Llegado el momento de la unidad, supo dejar atrás su propio equipaje y caminar junto a sus nuevos compañeros. Indispensable por su actitud de honestidad cabal, Heberto pasó a ser cada vez más un hombre clave en la tarea de mantener los difíciles equilibrios que son necesarios para crear un partido moderno y poderoso.

Por eso hoy que lo recordamos con dolor resultan útiles sus reflexiones sobre el partido que él quería que fuese el PRD. En un programa de Nexos Tv, Heberto reiteró sus consideraciones. Hace falta, dijo, ``un partido dirigido colectivamente, colegiadamente''. Si la gente se aleja de los partidos políticos, ello se debe a que ``les ha perdido confianza, por eso tanta organización no gubernamental''; ``el problema es quién toma las decisiones''; lo que se necesita es ``un partido institucional, no una asociación nacional de caudillos'', que imponga la tarea de ``recuperar la presencia de los intelectuales, de los artistas'', de aquellos pensadores que apoyaron siempre las causas progresistas de este país, y que a partir de la formación del PRD ``se fueron yendo y no están ahora con nosotros''; ``las alianzas tienen que hacerse con organizaciones, con grupos que tengan una semejanza con los principios que defendemos en nuestro programa''. ``Yo no aspiro a que el PRD sea permanentemente un partido opositor; yo aspiro a que el PRD sea un partido de gobierno''.