Enrique Calderón
Lo que quisiéramos del PAN

Siendo aún estudiante, supe por primera vez del PAN escuchando a Luis H. Alvarez candidato, entonces, a la Presidencia de la República; me impresionaron su entusiasmo y su frescura. El Partido de Acción Nacional era pequeño, pero su proyecto era de grandeza. Supe de Gómez Morín y de los otros líderes fundadores del partido, leyendo a Julio Scherer; la integridad y el valor de aquéllos hombres me convenció de la seriedad del Partido de Acción Nacional.

Por muchos años, el senador González Hinojosa fue mi escritor favorito en las páginas de Proceso; de él aprendí que la política tenía en la poesía su más alta y convincente forma de expresión; poesía y política estaban hermanadas y cada una nutría a la otra.

Recuerdo aún a Alvarez en su huelga de hambre como protesta por las trampas instrumentadas desde el poder para impedir el triunfo del PAN en Chihuahua en 1986. Como muchos, conocí el coraje y la determinación de Manuel Clouthier en su lucha por la Presidencia, atacado, bloqueado y calumniado --en una campaña tan sistemática como ruin-- por los mismos que seis años después la repetirían contra el ingeniero Cárdenas.

Sin coincidir con el proyecto político del PAN, mi sentimiento dominante hacia sus gentes y sus líderes ha sido de admiración y respeto, con muy contadas excepciones, la cortesía y gentileza de su parte, su forma habitual de trato.

Por todo ello, algunos acontecimientos recientes me son motivo de preocupación y desaliento, porque me hablan ya de un partido distinto, de hombres pequeñitos y pocas mujeres, perdido en un mar de nimiedades, en un tiempo en que el país necesita de una gran renovación, un cambio de rumbo en los aspectos fundamentales.

No puedo entender cómo presidentes municipales que debieran estar pensando en proyectos para dotar de agua a sus ciudades, o a impulsar su desarrollo económico, dediquen sus esfuerzos a revisar y censurar exposiciones fotográficas, con entusiasmo propio del siglo XVII; o cuál es el esquema de prioridades que les lleva a pensar más en los nombres que deben ostentar las calles, antes que definir estrategias para generar los empleos que necesitan los jóvenes; o pensar en la necesidad de revisar las mochilas de los escolares, antes que analizar los bajos niveles educativos de la población; o acusar a funcionarios antes que atender reclamos sociales, de los grupos indígenas; o, en fin, a descalificar a candidatos contrincantes con base en supuestos y calumnias, en lugar de competir con ideas y proyectos que respondan a las expectativas ciudadanas, dando la impresión de falta de rumbo y de capacidad política para dirigir al país.

En la sociedad mexicana esperamos algo más, mucho más del PAN, ahora que tiene posibilidades reales de conducir el país, o de tener un papel relevante en la próxima legislatura; los necesitamos a la altura de sus fundadores, a la altura de los tiempos que vivimos, de las necesidades que tenemos, del futuro que queremos y debemos construir.