1. Porque votar es ejercer un derecho, pero también asumir una responsabilidad. Debe ser un acto de conciencia y no un impulso irreflexivo ni una decisión intrascendente dejada al azar.
Sin embargo, hasta ahora las campañas de los candidatos han sido una mezcla de trivialidad y falta de autenticidad. Su comportamiento suscita desconfianza, pues el que no se pone el antifaz de una artificiosa sonrisa, se viste como si los ciudadanos fuéramos a votar por el mejor disfraz y no por el programa de gobierno más progresista y a la vez más factible. Si las elecciones fueran hoy mismo, muchos se abstendrían de votar y otros optarían por echar un volado.
2. Porque cada voto individual contribuye a crear condiciones favorables o contrarias al mejoramiento social, ya que éste dependerá en gran medida de las cualidades o defectos de quienes resulten electos, así como del grado de conocimiento que demuestren acerca de los problemas de la sociedad y de la naturaleza y viabilidad de las soluciones que propongan.
Repugna a la razón que la competencia electoral se desarrolle sobre bases determinadas por la mercadotecnia y procedimientos publicitarios diseñados y modulados con criterios mercantilistas. La difusión de los programas de gobierno se pospone o se dosifica, como suele ocurrir cuando dos o tres artículos de consumo similares se disputan la preferencia de los potenciales compradores. La democracia reducida a un proceso de comercialización de imágenes (marcas), que magnifica las virtudes y oculta los defectos reales de los candidatos (productos), e impide la previa evaluación de los efectos positivos o negativos que sus actos tendrán sobre los gobernados (consumidores).
3. Porque el voto es libre, pero esa libertad no debo ejercerla en contra de mis propios intereses. Debo estar seguro de que el candidato y el partido por quienes votaré tienen la experiencia y la capacidad, los principios y la voluntad política que se requieren para hacer valer mis derechos y aspiraciones.
Lamentablemente, es desalentador el nivel denigrante de la contienda electoral. Los partidos presentan sus propuestas con ambigüedad o a cuentagotas. Cuando critican a los adversarios no argumentan en contra de sus plataformas electorales ni razonan sobre las consecuencias nocivas que podrían tener en caso de ser puestas en práctica. La propaganda política ha descendido a la diatriba e incluso a la calumnia. El ciudadano común recibe la impresión de que sus aspiraciones de bienestar social no tienen, para los partidos, la mínima importancia, pues su único interés es conquistar el poder, sin escrúpulo alguno sobre los medios que se requieran para lograrlo. No dudan en injuriarse sistemáticamente los unos a los otros y, con ello, hacer de la política baldón y deshonra de cuantos la practican. ¿Qué ciudadano puede, en conciencia, votar por un partido que incurre en la cobardía de calumniar a los muertos?
4. Porque el voto es secreto y esta característica me permite emitirlo, no según lo que piensen los demás, sino por lo que pienso yo mismo y por estar convencido de que seleccioné la mejor opción entre todos los candidatos que participan.
Temo, sin embargo, que de poco servirá tomar mi decisión en la soledad de mi propia conciencia, pues lo que piensan los demás es objeto de una publicidad apabullante que hace ver el secreto del voto como un anacronismo y casi como una estupidez. Las encuestas de opinión han levantado una tramoya que envuelve en artilugios (las llamadas tendencias) el proceso democrático y atrapa en la red de paradigmas prefigurados la autonomía decisoria del ciudadano.
5. Porque votar es participar en una decisión que involucra el bienestar de quienes tenemos ese derecho, pero también el futuro de mi ciudad y de mi país.
Para que esta premisa corresponda a la realidad, los partidos y sus candidatos deben ser confiables, proponer mejorías factibles y no metas irrealizables. Todos prometen cambios, pero nadie nos dice con claridad lo que está decidido a cambiar y cómo podrá cambiarlo. Dudo que lo sepan.
Después de estas reflexiones, ¿debo razonar mi voto o dejarme llevar por la corriente? ¿Usted qué haría?