La Jornada 13 de abril de 1997

Un solo idiota en el poder genera la presión ideológica: Milos Forman

Gabriel Lerman, especial para La Jornada, Los Angeles Ť Ha realizado sólo 10 películas en 32 años, y quizás por eso, desde que en 1975 obtuvo cinco Oscares con Atrapado sin salida, el nombre de Milos Forman ha sido una verdadera garantía de calidad para cada uno de los proyectos que han merecido su atención.

``Básicamente el problema es que soy un poco haragán'', argumenta a modo de disculpa cuando se le pregunta por qué ha filmado tan poco. Y agrega: ``Pero tampoco estoy dispuesto a pasarme dos años de mi vida haciendo algo si no me gusta con locura. Es así de simple... También debo aclarar que no fui yo el que eligió esperar casi ocho años desde mi último largometraje, Valmont.

``Durante dos años trabajé en Hell's kitchen, con Marisa Tomei y Dylan Walsh, una película que se desmoronó pocos días antes de que empezáramos la filmación. Teníamos al elenco reunido, las escenografías preparadas, el equipo técnico listo para empezar a rodar, y de repente todo se complicó y se suspendió la filmación. La cancelación de esa película costó 8 millones de dólares.''

Nacido hace 64 años en Cáslav, antigua Checoslovaquia, hijo de un profesor judío y de madre protestante, Milos vio cómo los nazis se llevaban a sus padres a un campo de concentración, del que nunca retornaron. Criado por familiares, Forman ahogó su angustia en el estudio, graduándose en la famosa Academia de Música y Arte Dramático de Praga. Fue uno de los fundadores del grupo Lanterna Magika, uno de los primeros en el mundo en experimentar en multimedios, y empezó su largo romance con el cine escribiendo guiones.

En su debut cinematográfico, con Black Peter, ganó el Festival de Locarno y atrajo la simpatía de los jerarcas checos en la ``primavera de Praga''. Así fue como concretó Al fuego, bomberos y Los amores de una rubia, dos filmes que lo consagraron frente a la crítica internacional, antes de que los rusos entraran en Praga y enviaran a Forman a un exilio que persiste hasta el presente.

En Hollywood debutó en 1971 con Taking off, y allí concretó algunas de las películas más importantes de los años recientes. Además de Atrapado sin salida realizó Amadeus, Hair, Ragtime y Valmont.

Milos Forman ha vuelto a sacudir las estructuras hollywoodenses con The people vs Larry Flynt (Larry Flynt, el nombre del escándalo), una intrigante mirada a la libertad de expresión mediante la lucha de un editor de soft porn estadunidense para poder publicar sin censura Hustler, la revista que a la larga lo transformaría en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos.

Y aunque Courtney Love, la famosa rockera de hábitos no demasiados santos, haya recibido una nominación a los Globos de Oro por su trabajo en esa película y se convirtiera en la verdadera atracción sorpresa del filme, Forman no oculta que debió luchar muy duramente para darle a Love el papel de Althea, la esposa de Flynt.

``Si no hubiese sido por Oliver Stone, quien produjo la película, yo hubiera terminado por marcharme del proyecto'', confiesa Forman, y agrega: ``El estudio no quería saber nada de Courtney, a pesar de que en el contrato que yo había firmado se especificaba que ellos sólo podían discutir quién iba a hacer el papel de Larry Flynt. De repente el estudio no quería a Courtney Love, no quería a Edward Norton. Estaban en contra de todos los que yo había elegido para los papeles pequeños, porque querían actores conocidos. Por suerte Stone intervino y me dio la razón''.

-¿Por qué no les gustaba la idea de contratar a Courtney Love?

-No era alguien con un nombre conocido en la industria del cine.

-Pero, más allá del cine, Courtney es una de las mujeres más conocidas en el mundo...

-No los culpo, porque cuando me encontré con Courtney yo tampoco sabía quién era, no la conocía; pero luego me enteré que era una figura sumamente respetada y reconocida. De la misma manera en que lo hice, los ejecutivos del estudio tendrían que haber sido más flexibles y enterarse primero quién era ella antes de abrir la boca.

``El problema con los grandes estudios es que nunca sabes en realidad quién toma las decisiones. Siempre hay un contacto, que es quien habla contigo, pero a lo largo de tu relación con esa persona te das cuenta que se trata sólo de un mensajero, y lógicamente, en esa circunstancia, todo se complica.

-¿No pesan sus dos Oscares como mejor director para que le concedan la razón, sin tener que llamar al productor? ¿A veces no le dan ganas de odiar a Hollywood, aunque sea un poquito?

-No, así es como funciona esta industria. Te cuento una anécdota al respecto. A un joven presidente de un gran estudio, que acababa de ascender a esa posición, le pidieron que se reuniera con Fred Zinnemann para que lo considerara como director de una de las películas en proyecto. Cuando Zinnemann llegó a la reunión, el joven presidente del estudio lo invitó a sentarse y le preguntó: ``Pues bien, señor Zinnemann, cuénteme cuál es su experiencia en el mundo del cine''. Zinnemann, quien para esos años ya era bastante mayor, lo miró antes con ternura que con indignación y le respondió: ``Usted primero, jovencito''. ¡Fue una respuesta brillante!

-¿Woody Harrelson fue siempre su primera opción para interpretar el papel de Larry Flynt?

-No, fue la tercera. En realidad el estudio me propuso una lista de cinco actores. Primero elegí a Tom Hanks y después a Bill Murray, pero los dos prefirieron filmar otras películas. Woody fue el tercero en la lista, aunque ahora me doy cuenta que debió ser el primero. De los dos restantes, ya ni me acuerdo quiénes eran.

-Después de dirigir grandes películas como Atrapado sin salida o Amadeus, ¿se siente obligado a no ser menos en cada proyecto que emprende?

-No, en absoluto. Una de las primeras cosas que les dije a Woody, a Courtney y a todos los demás participantes fue que se imaginaran estar haciendo una cinta casera, porque en cuanto adoptas la actitud de que participas en ``la gran película'', el ambiente en el set se vuelve pesadísimo y desaparece toda posibilidad de magia. A la hora de filmar hay que olvidarse de quién eres y qué hiciste en el pasado. Lo único que importa es tener frescura frente a la cámara.

-La película explora muy bien esa contradicción que existe en la cultura estadunidense entre la violencia y la sexualidad. Aquí la gente no tiene problemas con la ultraviolencia, pero la sexualidad suele inquietarla. Como europeo, ¿le llamó la atención esa contradicción?

-La verdad me sorprendió un poco, aunque no faltan moralistas que se la pasan gritando todo el día en contra de la violencia. Yo, de todos modos, no tengo nada contra la violencia en los medios de comunicación, porque hasta los niños más pequeños saben que lo que están viendo en el cine es ficción y los asesinatos que se muestran en la televisión son de verdad. Creo que la realidad en Estados Unidos es más violenta que la peor serie de televisión.

-¿Qué tan difícil fue para usted transitar del cine checo al de Hollywood?

-Cuando trabajé en Checoslovaquia, todo lo que hacíamos debía superar enormes presiones ideológicas. Pero no teníamos ninguna clase de presión económica con respecto a los costos ni a la necesidad de recuperar el dinero invertido. No les importaba; mientras te ocuparas de hacer propaganda para el partido, ellos te daban todo el dinero que necesitaras.

``Aquí el problema es la presión comercial, porque pareciera que lo único que importa es si tu película ganó dinero o no. La verdad es que yo prefiero cien veces la presión comercial a la presión ideológica, porque la primera es producto de la audiencia, mientras que la segunda es generada por un solo idiota. Uno puede pelearse con el público, y quizá hasta convencerlo de tener la razón, pero nunca vas a ganarle la pelea a ese idiota si está en una posición de poder. Es tan simple como eso.

``De todos modos, no quiero que se me malinterprete. A mí me encanta trabajar en Hollywood, porque Hollywood no existe. Hay cientos de ellos, y detrás de cada puerta hay uno diferente. Y si no les gustas en una puerta te vas a la siguiente, y así sigues tocando puertas hasta que llegas a donde te acepten y te den el dinero para hacer tu película.''

-¿Se siente parte de esa generación que hizo brillar al cine checo en la década de los sesenta, entre los que se contaban Vera Chtilova, Karel Kachyna y Jiri Menzel?

-Sí, claro, no puedo negar mis orígenes. Es que tuve mucha suerte, porque formé parte de una generación muy madura, que empezó a hacer películas antes de que existiera la presión comercial, y durante cuatro o cinco años, en esa década, la presión ideológica por alguna razón se debilitó, después que Nikita Kruschev denunció los horrores de Stalin y del estalinismo. Durante unos pocos años vivimos en un mundo increíble, sin presiones ni de un lado ni del otro. Pero, claro, cuando ese momento mágico se rompió, yo inmediatamente me fui con la cámara a otra parte...