La Jornada 13 de abril de 1997

HOMILIA DE DESPEDIDA

Alma E. Muñoz y Alejandra Gudiño, corresponsal Ť La labor de los obispos mexicanos será defender a la Iglesia de las fuerzas que buscan destruirla, abatirla y debilitarla. Para ello deberán mantener la firmeza del pueblo apostólico contra las infiltraciones, dudas, pluralismo equívoco, ``nuestras bajezas interiores'' y la confusión ideológica del mundo que nos rodea, afirmó Girolamo Prigione en la última ordenación episcopal que presidió como nuncio apostólico en México.

Los planteamientos del representante papal fueron en esta ocasión para reforzar la labor pastoral y, por lo tanto, envió un mensaje a quienes buscan trabajar al margen o recurren a obispos legítimos para tener una Iglesia católica.

Estos, sostuvo el nuncio, nunca podrán formarla ``a lo sumo tendrán una secta o una samaria, jamás una Iglesia católica porque la catedral es el símbolo de un obispo legítimo''.

Y para ``evitar que los hombres caigan en nuevos servilismos'' solicitó a los representantes católicos mantenerse firmes en la fe.

En la Basílica de Guadalupe, el nuevo obispo auxiliar de la Arquidiócesis, José de Jesús Martínez Zepeda, calificó a la ciudad como ``una megalópolis lacerada por la tragedia de su crecimiento caótico e incontenible y la miseria extrema de más de la mitad de sus habitantes''.

Pidió por esto una transformación en los ámbitos político, económico, social, ambiental y religioso para alcanzar la paz pues ``estamos necesitados de un continuo esfuerzo de conversión y de crecimiento, que mantenga viva el ansia apostólica para llegar especialmente a las familias y jóvenes más necesitados y alejados del influjo de la buena nueva''.

Ante alrededor de 40 jerarcas religiosos (Ernesto Corripio Ahumada, Samuel Ruiz, Raúl Vera, Norberto Rivera, Sergio Obeso y otros), Martínez Zepeda consideró que los procesos ``a veces convulsos de transformación que presenciamos, nos aseguran una transformación para México y su capital'', pero es necesario recomponer el esfuerzo común en el ámbito impostergable de la paz.

Girolamo Prigione encabezó los últimos actos de su misión como representante del Vaticano en el país con la ordenación del nuevo obispo auxiliar, la número 90 desde que llegó a México, hace 19 años. Por la tarde, en Ecatepec, acudió a la colocación de la primera piedra de la catedral de aquel lugar, ceremonia encabezada por el obispo Onésimo Zepeda.

Ahí estuvo acompañado del cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez; los arzobispos primado de México, Norberto Rivera, y emérito de Yucatán, Manuel Castro, así como los obispos de Cuernavaca, Luis Reynoso; Tlalnepantla, Ricardo Guízar; de Colima, Gilberto Valbuena; de la Tarahumara, José Luis Dibildox; El Salto, Durango, Manuel Mireles; de los Mixes, Braulio Sánchez, y de Yucatán, Emilio Berlié.

En la ceremonia, Onésimo Zepeda habló de lo ``convulsionado'' que se encuentra el país por la crisis económica, la violencia y la corrupción. Pidió que la sociedad olvide rencores y odios para restructurar el proceso social del pueblo mexicano.

No sólo hubo jerarcas religiosos en la alameda de Ecatepec, también asistieron el candidato del Partido Revolucionario al Senado de la República, Esteban Moctezuma; el subsecretario de Asuntos Religiosos y Jurídicos de Gobernación, Ra- fael Rodríguez Barrera, y el empresario Alfredo Harp Helú.

Todos compartieron la opinión del obispo ecatepense respecto de la labor que realizó Prigione en el país, y aplaudieron, entre otros puntos, el restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado.

``Malnacidos serán todos si no le agradecemos profundamente su labor'', espetó Onésimo Zepeda.

Enseguida leyó el mensaje de felicitación que el papa Juan Pablo II le envió por la construcción de la nueva catedral y en agradecimiento por la fidelidad católica del pueblo de México.