La Jornada Semanal, 13 de abril de 1997


Entrevista con Raquel Tibol

El Siqueiros que no vimos

José Ángel Leyva

En su labor como crítica de arte, Raquel Tibol ha acompañado la evolución de los principales pintores mexicanos contemporáneos. En esta entrevista se ocupa de una de las figuras más discutidas del muralismo mexicano, David Alfaro Siqueiros.



En el centenario del nacimiento de Siqueiros, vimos que las actividades para recordar la figura y la obra de este coloso de las artes plásticas pasaron dentro de un silencioso homenaje o un reconocimiento apagado. Las figuras de otros artistas mexicanos, o relacionados con México, despiertan grandes olas de comentarios, pero ante la poliangularidad de este personaje, frente a su incómoda posición en la historia, se reacciona con una calma chicha. ƑNo opina usted lo mismo?

ųCreo que no fue un homenaje silencioso, sino que no fue consagrado o reconocido por los altos poderes. Pero sí hubo mucha actividad en torno a este artista. Hubo tres coloquios, en el Museo Nacional de Arte, encabezados por Olivier Debroise, y otro en Aguascalientes, que se repitió en el Palacio de Bellas Artes bajo la iniciativa de Feliciano Béjar. Hubo varias exposiciones en diversos lugares, la muy novedosa exposición en el Museo Nacional de Artes; la de fotografías, preparada por el Instituto de Investigaciones Estéticas en el Museo de Arte Moderno; otra muy especial de sus fondos en el Museo Carrillo Gil; otra en el Museo Sumaya, de Carlos Slim, además de las actividades realizadas en el Poliforum. No creo, pues, que haya pasado en silencio. Pero debemos reconocer que Siqueiros todavía no se presta a un ruido oficialista porque aún es una personalidad en proceso polémico. No se sabe bien a bien cómo aceptarlo o cómo no aceptarlo.

ƑQuién iba a aplaudir a Siqueiros a estas alturas? Ni sus viejos camaradas comunistas ni los artistas mayores aún vivos, como es el caso de José Chávez Morado, quien al mismo tiempo que fue muy cercano a David, tuvo o tiene grandes diferencias estéticas con él. Otros casos similares, como Ricardo Martínez o Juan Soriano, hubieran establecido una distancia. Los artistas de la llamada Generación de la Ruptura, como Felguérez o Cuevas, no se hubieran comprometido a hacer una exaltación del maestro. Definitivamente, de este modo se libró a la figura de Siqueiros de críticas apuradas, del cargamento de visiones negativas que cae sobre sus espaldas, y sí se abrió paso al análisis positivo acerca de su obra, de sus escritos y reflexiones en torno al quehacer estético, de sus búsquedas en los terrenos del arte. Las actividades que se realizaron de manera difusa tienen la virtud de ser serias. El día que me tocó dar mi conferencia en el Museo Sumaya, me sorprendió ver que la mayoría de una enorme concurrencia era gente muy joven.

ųEn el prólogo de Palabras de Siqueiros, usted escribe que él fue un hombre de su tiempo. Interpreto que esto se refiere a su condición de hombre moderno, rebelde, pero al mismo tiempo entregado a la causa de una fe revolucionaria que negaba otras vías que no fueran las que compartía con sus camaradas. Hoy nos toca mirarlo desde sus tres personalidades: la de artista, la de militante y la de soldado. ƑCómo entender las relaciones entre ellas, y entre éstas y los demás hombres de su tiempo?

ųSe trata de una personalidad con un espíritu muy contradictorio. Los tres grandes enfoques que hizo Siqueiros a personalidades específicas son Atl, Orozco y Rivera. Se ocupó de cada uno de ellos por separado y de manera esporádica a lo largo de su vida. Sin embargo, si uno observa a los cuatro grandes muralistas de México, descubrirá mayores acercamientos entre Siqueiros y Tamayo. Coincidieron en muchos aspectos de búsquedas, no en el terreno de los materiales sino en la composición. Por los mismos años trabajaban en el adelantamiento de las figuras o en echar, mediante la composición, las imágenes hacia adentro de la superficie bidimensional. Nadie puede, sin embargo, dejar de reconocer el profundo rechazo de sus personalidades, su polaridad ideológica, como ocurrió entre Orozco y Rivera. Nadie insultó más a Diego que Orozco, así lo demuestra la cantidad de adjetivos que le dedicó y que yo tuve la paciencia de reunir. Son en verdad el sarcasmo más sangriento, la burla más feroz que usted se pueda imaginar. Pero la crítica más despiadada a Diego la hizo Siqueiros cuando escribió un artículo para el New Masses, que después convirtió en conferencia en Estados Unidos y aquí en México. En su afán por descalificar a Rivera, niega el muralismo, convoca a no hacer obra monumental para el Estado burgués, pero él continúa realizándola hasta sus últimos días para el mismo gobierno que lo encarcela. Una cárcel muy tolerante a veces y otras muy dura. Me asombra que un gobierno como el de Ávila Camacho, no de izquierda, haya arropado tanto a Siqueiros.

Por otro lado, no deja de sorprender que en esos artículos publicados en 1944 y en los que centra su atención en Orozco, Rivera y Atl, le perdone la vida a este último. Puede más la simpatía que las evidencias nazifascistas de quien le señaló tempranamente los caminos de la renovación. David participó a los 14 años en la huelga de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1911, para demandar cambios en los métodos de estudios, en la enseñanza física y estética.

En ese movimiento participó Orozco, quien era bastante mayor que Siqueiros. Éste era secretario de Relaciones junto con Gachita Amador. Ambos le dedicaron una columna al Doctor Atl reconociéndolo como el detonador de la huelga y llamándolo "el niñero del Popo", aunque criticaron su simpatía por Mussolini. Cuando me dieron los ejemplares de la monografía de Siqueiros que publicó la UNAM, al primero que le llevé uno fue a Atl. Se lo entregué directamente en su casa, en la colonia San Rafael. La leyó con avidez. No habían pasado más de 48 horas cuando me envió una carta muy halagadora, pero con un detalle extraño que no venía a cuento: me subrayaba la ascendencia judaica de David. Consideraba que sus antecedentes judaicos, perdidos ya en la historia, y sólo por el origen portugués de su apellido, eran la causa de su compleja personalidad. A pesar de ello, nunca se perdió la amistad y la admiración de Siqueiros por el Doctor Atl, ni por Orozco, a quien criticaba por anarcosindicalista. Con Diego no tenía clemencia y no cesaba de subrayar su anacronismo y su conservadurismo técnico, su folclorismo y pintoresquismo mural.

ųƑSe puede meter el bisturí para separar al Siqueiros revolucionador, genial, del Siqueiros entregado a la pasión ideológica que lo vuelve contra su misma naturaleza artística, o es justamente ésta la que lo empuja hacia los caminos de un idealismo que nubla la sensibilidad y la razón crítica? Aunque no pueden perderse de vista episodios en los que no hace concesiones ni siquiera a las mismas banderas que defendió en otros momentos, como es el caso de las Escuelas de Arte al Aire Libre.

ųEn su conferencia en el Casino Español, en 1932, poco tiempo antes de que lo inviten a abandonar el país, David se declara en contra, no de las Escuelas de pintura al Aire Libre, pues él había sido miembro de las primeras en 1914, no se opone a que haya oportunidades de formación estética para los muchachos de origen humilde, sino a que se considere enseñanza superior de arte a los métodos que se utilizan en educación para niños. Por cierto, las Escuelas de Arte al Aire Libre fueron creadas durante el huertismo, con Nemesio García Naranjo.

Ya en 1921, Siqueiros proclamaba la necesidad de incorporar en los programas de estudio a las vanguardias y al arte prehispánico como base de operación estética, y dejar de lado al impresionismo y al art noveau. La confluencia de las vanguardias con la búsqueda de valores en el pasado americano lo aproximan inevitablemente a Tamayo; los hace marchar del brazo sin proponérselo. Para 1932, cuando él aplica en sus obras el cinetismo, la poliangularidad, el aprovechamiento de los espacios, el análisis y la experimentación con materiales y herramientas, además de una serie de aspectos novedosos, le resulta inconcebible que se eduque aún sin mirar hacia adelante, sin aplicar las metodologías avanzadas, sin un espíritu de búsqueda.

Al final de su vida, David se hallaba pleno de contradicciones insolubles en lo temático e inmerso en una ansiedad tan fuerte en su exploración de nuevos materiales y herramientas, que su soledad era mundial, no había nadie más siguiendo sus pasos. En el terreno de la gráfica clamaba ante los talleres de Gráfica Popular para convencer a los artistas de que abandonaran las técnicas tradicionales, anacrónicas, como la xilografía, litografía, serigrafía, y entraran en la atmósfera de las nuevas opciones del offset y de las tecnologías más novedosas. Su discurso se quedó sin interlocutores. Tal vez si aparece una generación menos prejuiciada, menos mezquina y más ansiosa de renovar el arte en todos sus aspectos, el arte en sí mismo como producción material en sus relaciones con el espíritu, la condición anímica y psicológica del espectador, se atreva a desentrañar sus búsquedas, explore sus vetas o emplee ese bisturí del que usted habla y descubra que esa soledad aún sangra.

En el catálogo que se hizo para la exposición del Munal, Mari Carmen Ramírez, puertorriqueña, curadora del museo de Austin, de la Universidad de Texas, se puso a analizar por primera vez, evadiendo sus prejuicios contra el estalinismo, sólo los tres llamamientos y la etapa temprana de Siqueiros, y me dijo: "Qué barbaridad, no lo hemos escuchado ni lo hemos visto."

ųSiqueiros no creía en la crítica profesional, sino en el gusto y en la capacidad de las élites para hallar ciertas cualidades de la obra artística. Usted, como crítica de arte, Ƒqué piensa al respecto?

ųDavid hablaba de la crítica compañera, en el sentido de que ésta debía acompañar al artista; de no aceptar el distanciamiento entre quien produce la crítica y el artista porque entonces entraba en estado de desconfianza. Él nunca tuvo una crítica suficientemente entusiasta, pero no dejó de observarla. Era capaz de reconocer, por ejemplo, a Octavio Paz como la mejor pluma entre los literatos que se habían dedicado a hacer ensayos sobre arte. No obstante que Paz, en más de una ocasión, manifestó pena al ver que ese talento, el más avanzado de los que tuvimos, se hubiese deformado por el estalinismo. David recortaba los comentarios que se publicaban sobre su trabajo, su persona u otros movimientos y artistas que existían bajo su reflector; también guardaba celosamente sus propios escritos y testimonios en torno a su producción. No lo hacía de una manera ordenada, pero dichos materiales reunidos de forma constante permiten hoy un acercamiento crítico a su obra.

ųAcerca de la famosa bofetada que usted le propinó a Siqueiros y de su alejamiento de él, Ƒqué hay de verdad y qué de exageración?

ųEn mi libro Confrontaciones está relatado con detalle ese episodio. Ocurrió en el Congreso Nacional de Artistas Plásticos, cuando se inició la discusión y él se halló sin argumentos. Su reacción fue llamarme "argentina". No tenía pues una condición anímica, un nivel de madurez que le permitiera debatir con la crítica sin recurrir a la descalificación y el insulto, a su localismo excluyente, vulgar, chauvinista. La idea de un hombre cerrado, poco generoso, intolerante, fue alimentada por tales reacciones. Sin embargo, yo confío en que el centenario sirva para irse con cuidado y logre abrirse esa cerrazón que el mismo David se ocupó de forjar.

En la relación personal con David lo único que ocurrió es que no volví a pisar su casa, pues éramos como familia. Fernando Gamboa hizo que nos abrazáramos durante una exposición de Cuevas en el Museo de Arte Moderno. Él me dijo: "Te espero el domingo en casa", y yo le respondí afirmativamente, pero opté por no volver a intimar de ese modo. No había una brizna de rencor en mí, no me tocó hondo el suceso. Continué haciendo mi labor de investigación y divulgación de su obra y su persona sin resentimiento, pero ya no podía estrecharle la mano con la misma emoción.