En viacrucis están convirtiendo Pemex, el DDF, las autoridades ambientales y algunos ecologistas, el peregrinar de los automovilistas con vehícu- los de modelos premodernos, a quienes han decidido convertir en víctimas propiciatorias de un problema que no atacan donde deben, y sólo atinan a hacernos de cuadritos la vida a los ciudadanos.
Primero inventaron el Hoy no circula, que sería un programa temporal, y después lo hicieron permanente. Ante los ``abusos'', crearon todo un cuerpo de policía ecológica que nadie sabe dónde quedó. Convocaron a infinidad de talleres a invertir en costosos e ``infalibles'' equipos de verificación para después descertificarlos de un plumazo y con alta dosis de arbitrariedad por resultar falibles y corruptos, creando en su lugar unos pocos macrocentros (a veces saturados) con nuevos equipos, ahora sí infalibles y decentes. Para los autos último modelo viene la exención de la verificación repetitiva, pero para los modelos atrasados viene el doble Hoy no circula, el triple, y el total, en un descuido. Las calcomanías, síndrome inequívoco de subdesarrollo, cuando no se despegan, ya no dejan ver. En la actual embestida, el elemento principal es la desaparición acelerada de la gasolina Nova (con plomo) de las estaciones de servicio, respaldada por una millonaria campaña de Pemex recomendando la gasolina sin plomo.
Hasta el tono mismo de la campaña es ofensivo. Insinúa que los cientos de miles de automovilistas que usamos Nova somos una mezcla de imbéciles e irresponsables que no usamos Magna (que cuesta casi lo mismo) por tontos o porque nos encanta contaminar. Cualquier automovilista sabe que todos los motores para autos eran diseñados para operar con gasolinas con plomo hasta hace unos 25 años en que nuevas tecnologías (como los convertidores catalíticos) evolucionaron la industria automotriz en los países industrializados para usar gasolinas sin plomo; tecnologías que, por supuesto, aquí no se les obligó a aplicar a las automotrices trasnacionales sino muchos años después.
Si todos los motores podían operar sin dañarse con gasolina sin plomo desde hace años como quieren hacernos creer, ¿qué caso tenía seguir produciendo gasolina con plomo? ¿Por qué los fabricantes especificaban usar combustibles con plomo en sus vehículos? ¿Para qué tantas investigaciones sobre detergentes y otros aditivos para mejorar las gasolinas con plomo?
El verbo descarcachizar es en verdad atractivo. Lástima que no todos lo puedan conjugar igual. ¿Quién no preferiría a su ``histórico'' un BMW o un Porsche del año, o ya entrados en gastos, un Lamborghini, un Citren-Mazeratti o un Bentley? Para los funcionarios seguro que esto no es problema, bastante y buenos autos les paga la ciudadanía agradecida; para las automotrices es el gran negocio como de costumbre; para los automovilistas anticuarios es el trauma.
Propongo algo muy sencillo: si su campaña se sustenta en la verdad, no se requieren tantos anuncios insulsos. Basta uno solo en que cada armadora automotriz manifieste con precisión cuáles de sus modelos deben usar qué gasolina, y si es posible hacer adaptaciones (cuáles, dónde y el costo) a sus autos para usar combustible sin plomo. Todo ello oficializado con membrete y firma, y con una leyenda en donde la empresa se compromete a reparar cualquier daño que ocasionara el uso de la gasolina recomendada. Con eso todos sabremos a qué atenernos y cómo cooperar realistamente a paliar un problema que nos incumbre y nos afecta.
Mientras tanto, apliquen soluciones no lesivas a la gente. Hay muchas de gran impacto ambiental planteadas desde hace muchos años, pero extrañamente nadie les hace caso. El uso generalizado del gas, energético limpio y barato, por ejemplo, que debería emplearse en todo vehículo público, e incluso en particulares si tan sólo hubiera facilidades de surtimiento. Lástima que mi querido tío Pepe ya falleció, para que les dijera cómo, porque desde hace unos 40 años, allá en Acámbaro, con una esprea, unos conductos, algún adaptador e ingenio, arregló las camionetas de su negocio para funcionar con gas. Otro ejemplo sería la reorganización de la vialidad y del transporte público, con énfasis en el transporte eléctrico masivo de superficie (trolebuses, tranvías, trenes ligeros) que también sería una solución parcial de gran importancia, pero que permanece ahogada en ese miasma de negligencia, ineptitud, intereses y corrupción que asfixia a nuestra ciudad más que la contaminación misma.