En declaraciones publicadas en estas páginas, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional, Felipe Calderón Hinojosa, expresa conceptos de gran interés para la sociedad y para las definiciones partidarias del electorado. Antes que nada, resulta pertinente destacar los aspectos positivos de las palabras del dirigente panista: las saludables reflexiones autocríticas en torno al desempeño de su partido y la valiosa toma de posición de Felipe Calderón Hinojosa a favor de la tolerancia, el respeto, y las libertades de expresión, culto y preferencias.
Ciertamente, lo dicho por el líder opositor contrasta con la extendida reputación que el propio Acción Nacional se ha forjado, desde las posiciones de poder que ocupa, como un partido censor, intolerante, autoritario y defensor de posiciones morales retrógadas y oscurantistas. En este sentido, no es convincente la argumentación de Calderón Hinojosa de que se trata de un mero problema de imagen porque, hasta ahora, los actos de gobernadores, alcaldes y regidores panistas demuestran lo contrario.
Un ejemplo inmediato y esclarecedor son los ataques del ayuntamiento de Guadalajara, encabezado por el panista César Coll Carabias, a las libertades de toda índole -de expresión, de libre tránsito, de creación y hasta de vestido- y que han provocado una justificada y creciente animadversión de parte de la opinión pública de esa ciudad contra las autoridades urbanas. Expresión de ello ha sido la demanda que varias decenas de informadores tapatíos hicieron al gobernador del estado, Alberto Cárdenas Jiménez, para que asuma el mando de la policía municipal. El antecedente inmediato de esta petición es la brutal e injustificable golpiza propinada por agentes de esa corporación al reportero Salvador Chávez el viernes pasado, pero los periodistas señalaron, además, el autoritarismo y la arbitrariedad que, en general, practica la policía municipal contra la población tapatía.
En otro sentido, son los propios actos de intolerancia religiosa cometidos por funcionarios panistas -impedir la apertura de templos no católicos en diversas zonas- los que han orillado a diversos cultos protestantes, agrupados en la Secretaría de Comunicación Social de Iglesias Evangélicas, a tomar posición en contra del Partido Acción Nacional.
En suma, existe una gran distancia entre los encomiables propósitos e intenciones del presidente del CEN panista y las intolerantes prácticas de gobierno de muchos de sus militantes que acceden a puestos de elección popular, prácticas que expresan una cultura política anacrónica, ignorante de las libertades y de los derechos vigentes en el México contemporáneo, así como una concepción para la cual es válido y deseable que el poder público imponga o prohíba conductas y creencias en un ámbito que pertenece a la vida privada de los ciudadanos.
Esa brecha entre las intenciones manifestadas por la dirigencia panista y el patrón de acciones autoritarias y de conductas provincianas que proliferan en las bases del partido, es uno de los principales problemas que habrá de enfrentar el PAN para convertirse en una opción de poder viable y moderna a nivel nacional.