Ugo Pipitone
Capitalismo a la italiana

Comienza en Italia en estos días la discusión acerca de la reforma del Estado social. Si es que las rigideces doctrinarias de Rifondazione Comunista y las cruzadas antiestatales de las organizaciones patronales lo permiten, tal vez podrá surgir de esta revisión una estructura más equilibrada del gasto público. Una tarea de éxito inseguro y que, sin embargo, resulta esencial para guiar la economía italiana hacia una plena integración europea. Tres cosas alimentan una distancia estructural entre Italia y los países más desarrollados de Europa. La primera es la menor calidad de la administración pública. Sería discurso largo y tedioso recordar las razones por las cuales el Estado italiano está todavía lejos de alcanzar la dignidad, eficacia y legitimación social de las instituciones públicas de países como Holanda o Inglaterra. La segunda es la polarización estructural entre norte y sur del país, lo que configura una verdadera situación de fragmentación nacional que manifiesta hoy todo su dramatismo en el elevadísimo desempleo meridional y en la difusión cancerosa de una delincuencia organizada cuya salud es la otra cara de la descomposición de la sociedad civil. La tercera es el desequilibrio de un gasto de bienestar social que en Italia privilegia las pensiones mientras castiga los subsidios al desempleo y los gastos de formación y capacitación laboral.

Corregir algunas de las principales distorsiones del gasto social representa en Italia una forma para subsanar desequilibrios acumulados, para mejorar la atención hacia los temas del empleo (sobre todo juvenil) y para evitar que en algún momento de un futuro no lejano la seguridad social italiana experimente un colapso financiero sin precedentes.

Colateralmente al gasto social existe en Italia otro tema que, por desgracia, no ha sido aún objeto de un debate serio y profundo. Me refiero a la estructura geográfica y sectorial del gasto. Tradicionalmente el gasto público se dirigió aquí al apoyo de las grandes empresas, lo que a largo plazo contribuyó al encrustamiento de posiciones de renta industrial y a la consolidación de rigideces productivas y socio-políticas de varia naturaleza. Y sin embargo el hecho más positivo de las últimas dos décadas de la historia económica del país ha sido el extraordinario dinamismo de las pequeñas y medianas empresas. Estas empresas --que han dado una contribución sustantiva a las exportaciones y a la generación de empleos-- no han contado en general con un apoyo sistemático de las estructuras del Estado. Pero, no obstante todo, una parte relevante del éxito de este tipo de empresas se debió al vínculo con administraciones públicas locales dotadas de la capacidad para intervenir ``en tiempo real'' sobre problemas que requerían respuestas inmediatas. La ineficiencia del Estado central fue así compensada por vínculos de confianza y de cooperación entre pequeñas empresas y administradores locales interesados en conservar nexos de confianza y de respeto con sus electores al nivel de los municipios y las regiones.

Recordemos entre paréntesis que es este tejido de vínculos entre empresarios y políticos locales uno de los ``secretos'' de un éxito italiano que obviamente no puede ser imitado por países en los cuales este nexo de cooperación local no exista o esté contaminado por costumbres clientelares o de corrupción sistémica. ``Imitar'' la experiencia de las pequeñas empresas italianas en Zaire o en Bolivia supone una condición previa: la recimentacion de las estructuras políticas locales del Estado. Cierre del paréntesis.

En los momentos en que Italia (como sistema-país) se encuentra en las fases de aceleración de su integración europea, el problema del rediseño de algunos de sus rasgos económicos y políticos fundamentales se vuelve urgente. Siendo que el socialismo (u otras alternativas estructurales) no parecería estar a la orden del día, el único camino del presente es hacer del capitalismo una estructura dentro de la cual la creación de riqueza y su distribución puedan alcanzar los mayores efectos en términos de bienestar y convivencia civilizada. Habrá que ver si Rifondazione Comunista (con sus ensoñaciones alrededor de mitos derrotados) y los grandes grupos industriales italianos (entregados al dogma del mercado a toda costa) no bloquearán un camino de reformas esenciales para un país que es sustancia viva de modernidad y atraso.