Desde 1956 sabía El Vaticano de denuncias contra el líder de Legionarios
Salvador Guerrero Chiprés /III Ť Desde mediados de los años cincuenta el Vaticano conoce denuncias contra el superior general de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, por consumo de morfina.
Testimonios de ex legionarios indican que decenas de dosis de esa droga dura, en la presentación conocida como Dolantin, fueron usadas por el clérigo, el mismo que les indicaba que los miembros de la congregación no sólo tenían obligación de evitar los pecados capitales, sino que también les estaba vedada la comisión de pecados veniales.
Los denunciantes de Maciel piden que se investigue al sacerdote y que ellos mismos sean ``sujetos de escrutinio'' sobre éstas y otras revelaciones.
Sostienen que están dispuestos a declarar ante autoridades eclesiásticas de México y del Vaticano, ante representantes de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos de Gobernación, el Ministerio Público, especialistas y ``personas de buena fe'', incluso con el uso de un detector de mentiras.
El profesor Saúl Barrales, de 62 años de edad, quien se desempeñó como servicial asistente personal de Maciel durante más de diez años, y que era conocido entre los legionarios como hermano caridad por su natural humildad y buen humor, recuerda que él mismo tomó un puñado de las ampolletas de una pulgada con líquido rojo que Maciel se inyectaba o pedía que le suministraran y las estrelló contra el suelo delante de él para manifestar su desacuerdo con esa práctica de Mon pre, cuando se dio cuenta para qué las utilizaba.
Nunca se conoció formalmente el resultado de una investigación iniciada en 1956 desde la capital del mundo católico, pero el líder de los legionarios fue cesado dos años de su ministerio y se le ordenó mantenerse alejado de Roma.
Años después, en diversas ocasiones, ex legionarios y legionarios muy cercanos a nuestro padre atestiguaron los extremos a que Maciel era llevado.
Según los testimonios recogidos por La Jornada y aquellos que de diversas formas se han presentado en medios estadunidenses, así como en conversaciones privadas en colonias capitalinas de alto poder económico, mientras Maciel recomendaba con éxito que los religiosos utilizaran el cilicio atado a sus muslos en señal de sacrificio, acudía por su cuenta al consumo del Dolantin.
Junto a la prédica del deporte para el cual se construyeron canchas de tenis, basquetbol y futbol en el seminario de Roma de los Legionarios de Cristo, en la enfermería, en ciertos hospitales y en algunos hoteles de España, Italia y Estados Unidos se desarrollaban prácticas que contradicen el discurso por la educación integral promovida por el jefe de la orden católica.
En abril de 1956, en la clínica Salvator Mundi, el cardenal Valerio Valeri presenció la imagen del legionario fundador de la orden afectado por una dosis.
Valeri y el cardenal Alfredo Ottaviani dudaban de la integridad de Maciel, pero pudieron más los cardenales amigos del sacerdote michoacano: a saber, el vicario de Roma, en ese entonces Clemente Micara; el gran canciller prefecto de la Sagrada Congregación de Colegios y Universidades Católicas, cardenal Guiseppe Pizzardo, y el gobernador del Vaticano, cardenal Nicola Canali.
El 10 de mayo de 1956 se redactó una primera carta de un médico sosteniendo que Maciel no era adicto, precisamente un mes después del hallazgo de Valeri.
Una segunda carta, del 10 de octubre del mismo año --el mismo día en que Maciel se presentó llorando ante los seminaristas para anunciarles de su cese por instrucciones del Vaticano--, sostiene que Maciel no sufría de tal debilidad.
Una tercera carta, manuscrita, curiosamente sin fecha, firmada por Ricardo Galeazzi Lissi, el médico del papa Pío XII, sostenía la misma conclusión.
En conversación telefónica desde Nueva York, Juan José Vaca, quien fue entre 1971 y 1976 presidente de los Legionarios en Estados Unidos, afirma que fue testigo de diversas ocasiones en que Maciel se suministró Dolantin. Vaca colaboró muy cercanamente en la obra durante más de 20 años.
Recuerda que en el maletín que llevaba el sacerdote, al que llamaban cocodrilo porque estaba hecho de esa piel, había decenas de ampolletas. Las encontraron en una ocasión en que después de días la habitación de Maciel en un hotel en España no fue abierta, y el administrador del lugar llamó a la hermana de otro ex legionario, quien atestiguó el hecho y la postración en que, dice, fue hallado.
Otro del grupo que ha revelado estos hechos, y está dispuesto a presentarse ante autoridades civiles y eclesiásticas, recuerda que en agosto de 1957 en Lugo, poblado de Galicia, España, Mon pre arribó a una reunión con seminaristas en un lujoso vehículo último modelo. Aseguró que se lo había regalado una benefactora. Otra fuente indica que lo compró al contado en Tánger, Africa.
Maciel, dijo, se encerró en su habitación del hotel. Cuando el ex legionario se presentó a buscarlo, Maciel tardó en salir en ropa interior. Su mirada se perdía sin fijeza, ``como totalmente drogado''.
--¿Dónde están los hermanos?
Segundos después de emitida la pregunta Maciel respondió: ``busca a Alfonso'' de apellido Samaniego, quien después fue enviado a Australia a extender la orden en lo que Alejandro Espinosa, ahora radicado en Tamaulipas, considera que fue un destierro político.