Alejandro Brito
El condón como metáfora del mal
(segunda y última)

Para el conservadurismo, el sida no es un problema de salud pública, sino de estilos de vida. Quien lo padece pone en evidencia su desorden moral, y un desenfreno propio de ámbitos moralmente contaminados. De esta manera, la creciente expansión de la epidemia del sida sólo puede deberse a la bancarrota moral de la sociedad. Desde luego, Carlos Castillo Peraza nunca lo expresará de esta forma. Su posición pública, como en el caso del condón, quiere ``apartarse'' de lo que el filósofo Mark Platts llama la propensión del conservadurismo a moralizar la sexualidad. En su respuesta a la carta enviada a la redacción de Proceso por una veintena de organizaciones antisida en donde le cuestionan que no se refiera al sida cuando escribe contra el condón, Castillo Peraza, presionado, acepta que el condón es ``barrera efectiva contra el VIH''. Si cree eso, ¿para qué gastar espacio en una disquisición doblemente frívola? Si el condón es indispensable, que centre su andanada metafísica contra otros productos no biodegradables. También, ante la evidencia de su despropósito, Castillo Peraza asegura haberse referido al sida en otras ocasiones, declarando así obligatorio el estudio de cada una de sus palabras. Pero vayamos a lo que sí publicó. En Nexos (agosto de 1996), en artículo titulado ``Aprender en cabeza ajena'' aprendió de su maestro Jean-Franois Revel que ``el sida no es el único mal que acosa a la humanidad; ni siquiera el que mayor número de muertes produce (...) En los países pobres, agrega, la malaria es decenas de veces más letal que el sida''. De ahí el extrañamiento: ``¿Por qué entonces, se pregunta Revel, la magnificación de ese mal hasta convertir la lucha en su contra en la síntesis de los combates por los derechos humanos?'' La respuesta es inequívoca: porque los movimientos homosexuales de liberación ``se toparon un día con el sida y ubicaron en esta enfermedad una especie de conspiración''. Y simulando apenas su homofobia, junto con Revel, Castillo pregunta: ``¿Por qué los enfermos del llamado mal del siglo gozarían de privilegios que no se conceden a los asmáticos, a los diabéticos, a los cancerosos? Ninguno de estos últimos ha hecho de su enfermedad una conjura mundial discriminatoria''.

Castillo Peraza apenas contiene el disgusto que le produce todo ese ruido en torno al sida, y el desprecio por quienes padecen una enfermedad deleznable por lo que ésta pondría ``en evidencia''. Entre los muertos por sida, afirma en su carta de respuesta citada, ``hay mucho más personas famosas y afortunadas que entre las víctimas de los otros males. Eso ha hecho del sida una enfermedad mucho más visible que las otras'' (¿De verdad lo piensa?). Pero si de aprender en cabeza ajena se trata, en su lúcido ensayo El sida y sus metáforas, Susan Sontag describe el proceso del pensamiento conservador en relación con el tema: ``En los últimos tiempos, estos mismos mitólogos que tan ávidos parecían de usar el sida para la movilización ideológica contra las desviaciones (...) Ahora se cuentan entre los máximos voceros de quienes insisten en que la infección no se difundirá a `la población general' y han dirigido su denuncia contra la `histeria' y el `frenesí' que rodean al sida''.

Castillo Peraza intenta acallar la `histeria' a favor del condón con la alarma supuestamente ecologista. Al exhibir el condón como una metáfora del mal, trata de desalentar su uso. ¿A qué le apuesta Castillo con su maniobra `ecologista' anticondón? ¿A ganar votos? ¿A costa de la salud de quienes pudieran tomar en serio sus palabras?

Fortalecer los mitos y las falacias que desacreditan la utilidad profiláctica del preservativo, crear metáforas que lo asocien con el mal en pleno desarrollo de la pandemia del sida, resulta no sólo irresponsable sino mortífero. Porque en el caso del sida, como afirma Susan Sontag, las metáforas y los mitos matan.