Ricardo Aldape Guerra vivió cada día de los últimos 15 años, literalmente, como si fuera el último. Ayer, luego de que un juez estadunidense le retirara la sentencia de muerte que pesaba en su contra, Aldape recuperó su vida, su dignidad y su país.
A los veinte años de edad, Aldape cruzó la frontera norte, como incontables mexicanos lo hacen día a día, con la esperanza de encontrar un destino mejor. El principio de su historia es, en gran medida, el retrato de tantos esforzados trabajadores indocumentados que, para apartarse de la situación de pobreza y falta de oportunidades de superación que les agobian en México, corren incontables riesgos en ríos, desiertos, alambradas y muros y que, después de sortear estos obstáculos, padecen persecuciones y discriminación en un país extranjero. Desgraciadamente, Aldape tuvo que enfrentar, además, una falsa acusación por homicidio, un proceso viciado y una sentencia injusta que le arrebataron los mejores años de su juventud y lo colocaron al borde de la muerte.
Durante los últimos 15 años, Aldape libró una larga y dolorosa batalla para salvar su vida, demostrar su inocencia y denunciar las graves irregularidades que se registraron en su proceso. En su lucha debió hacer frente, con una fortaleza de espíritu que lo enaltece, a un sistema judicial extraño, discriminatorio y racista en el que, generalmente, son los acusados de las minorías marginadas --negros, hispanos, asiáticos-- los que con más frecuencia, y debido a su indefensión económica y cultural, enfrentan y padecen las sentencias de muerte.
La liberación de Aldape es motivo de júbilo --siempre lo será la salvación de una vida humana de la injusta, cruel e injustificada pena capital-- no sólo porque representa el éxito de una causa legítima, incluso ante la inminencia del fin, sino porque en ella coadyuvaron, en una colaboración comprometida y solidaria, diversos individuos, organizaciones civiles e instituciones oficiales, empezando por la Secretaría de Relaciones -Exteriores.
Hoy, Aldape se encuentra de vuelta en su tierra natal, de la que nunca debió partir. Su excarcelación, además de ser el punto final de una historia dramática y conmovedora, es un precedente muy significativo que revela la aberración humana, jurídica y social a la que puede llevar un sistema judicial que recurre al castigo definitivo e inaceptable de la muerte, y es una luz de esperanza para todos aquellos mexicanos recluidos en Estados Unidos en una situación similar a la que sufrió Aldape.
Con todo, más que llevarnos a confiar en la capacidad de rectificación de los tribunales estadunidenses, el ejemplo de Aldape debe mover la conciencia de los mexicanos para enfrentar con determinación las injusticias económicas y sociales que, en nuestro país, llevan a tantos hombres a poner en peligro la vida al internarse en el vecino país del norte. Sólo construyendo una nación justa, que ofrezca oportunidades para todos sus habitantes, será posible evitar que casos como los de Ricardo Aldape se repitan.
La muerte de Emilio Azcárraga Milmo, ocurrida ayer en Miami, es un hecho que causa consternación y que obliga a poner en perspectiva la gran significación que tuvo este líder empresarial en la conformación económica, política, cultural e informativa del México contemporáneo.
Bajo la conducción de Azcárraga Milmo, Televisa, la más importante de las empresas en las que tuvo participación, incursionó en los más variados terrenos y diversificó y amplió su ámbito original en las industrias del espectáculo, el entretenimiento y el periodismo televisivos a la producción de cine y teatro, la industria editorial, la radio, el video, las telecomunicaciones, la producción disquera, el periodismo impreso y la gestión de equipos deportivos profesionales, entre otros. De esta forma, Televisa se ha convertido en un corporativo con gran presencia internacional, en una de las mayores productoras de televisión en el mundo y en un obligado punto de referencia económico, empresarial, político y tecnológico. Simultáneamente, la empresa ha venido realizando una importante tarea de difusión cultural.
Ciertamente, Azcárraga Milmo estuvo, en diversas ocasiones, y casi siempre en relación con Televisa, en el centro del debate nacional. Pero no es ésta la circunstancia adecuada para recordar polémicas, sino el momento de ponderar la trascendencia de lo hecho por el empresario fallecido ayer y por su equipo de trabajo. En esta perspectiva, resulta innegable la marca que Azcárraga imprimió en la sociedad mexicana de la segunda mitad de este siglo y el sitio de importancia estratégica en el que colocó a su mayor empresa.