La Jornada 17 de abril de 1997

Emotivo regreso a casa; revelará su verdad sobre las prisiones estadunidenses

David Carrizales, corresponsal, Monterrey, NL, 16 de abril Ť Estados Unidos no es tierra para los mexicanos; aquí debemos luchar por sacar adelante al pueblo, dijo Ricardo Aldape Guerra al llegar a esta ciudad, después de casi 15 años en que abandonó su empleo y vendió una bicicleta, para completar el pasaje que lo llevó a buscar un mejor futuro para su familia, pero en lugar de conquistar un sueño sufrió una larga pesadilla.

Con respuestas cortas, inteligentes, que sorprendieron y motivaron a la reflexión, Aldape evidenció que a pesar de casi 15 años en la antesala de la muerte en la prisión de máxima seguridad de Huntsville, Texas, no perdió su buen humor.

-¿Qué pensaste cuando saliste de la prisión? ¿Qué se te vino a la mente?

-La mente la tengo en blanco -dijo con seriedad, para luego agregar sonriente: ``ahorita en lo único que pienso es en el cabrito que me ofreció el gobernador'', se refería a la invitación que todavía en la cárcel de Harris le hizo Clariond para comer cabrito en Monterrey, ignorando que a Ricardo no le gusta ese platillo, y que al pedir frijoles a su madre, exigía ``cabrito en bola''.

Al principio con nerviosismo, que pretendía superar masticando chicle, acompañado de sus padres, el abogado Scott Attlas y el gobernador Benjamín Clariond, el hombre de 35 años hizo frente a los interrogatorios de más de 70 periodistas que se apretujaron en una sala del hangar del gobierno de Nuevo León, en el aeropuerto Mariano Escobedo, poco después de llegar en un avión de diez plazas procedente de Matamoros, Tamaulipas, que fue facilitado por el director de Bancomext, Enrique Vilatella Riba.

-Ricardo, ¿qué mensaje le darías a los jóvenes, sobre todo a los que intentan cruzar la frontera en busca del sueño americano? -preguntó un periodista.

-Que me miren a mí, yo soy un ejemplo, los Estados Unidos no son tierra para nosotros los mexicanos. Necesitamos aquí luchar nosotros y sacar al pueblo para adelante.

Dijo tener un plan que espera revelar a la gente para que sepa la verdad sobre lo que está pasando detrás de las paredes de las prisiones de Estados Unidos, pues es mentira que tienen las mejores leyes.

Pero el momento más emotivo, y a la vez más difícil, lo vivió al llegar a la casa de la que sin avisar a sus padres salió en mayo de 1982 buscando darles una vida mejor. Con emoción, unas mil gargantas de ancianos, adultos, jóvenes y niños, todos ellos vecinos de la calle Fresno y aledañas, en la colonia Moderna, gritaban sin descanso: ``Ga-namos, ga-na-mos, Ri-car-do, Ri-car-do''.

Abriéndose paso entre los cientos de personas que trataban de verlo y saludarlo, Aldape llegó a su antigua casa donde ahora vive su hermana Elvira. Se subió a la azotea y con gritos llamó uno por uno a sus familiares y amigos; se quitó la camisa y se las aventó.

Antes, en la rueda de prensa en el aeropuerto había sido interrogado:

-Estás decepcionado de las leyes norteamericanas, o ¿qué podrías decir?

-Estoy confundido, la ley está confundida también.

-¿Cómo ves tu futuro?

-Del futuro no sé todavía; nadie sabe el futuro de nadie.

El enviado de una cadena televisiva estadunidense le pidió comentar sobre el sistema judicial estadunidense y ``si me puedes contestar en inglés y en español, por favor''.

-En inglés no voy a hablar, en inglés no voy a hablar -repitió con resolución, para luego añadir que la justicia norteamericana ``no es como la pintan''.

Otro enviado le preguntó :

-¿Vas a regresar a Estados Unidos? -sin perder la compostura, Aldape le espetó:

-Creo que esa pregunta está un poco necia, pero voy a contestar: no, no voy a regresar.

Scott Attlas, cabeza del equipo de abogados que llevó la defensa de Aldape en los últimos cinco años, dijo que el tiempo empleado por el despacho Vicent & Helkins, habría cnstado quizá unos dos millones de dólares. Pero nada hay comparable a salvar una vida, para cualquier ser humano, o cualquier profesionista.

Una nota al margen, desafortunada, según opinión general de los reporteros, la dio el candidato del PAN a la gubernatura del estado, Fernando Canales Clariond, quien hizo llegar a la familia Aldape Guerra una canasta con frutas donde resaltaba una tarjeta con los colores de su campaña política: naranja, azul y blanco.