Con tristeza, a Heberto Castillo, viejo amigo
Todo es casi perfecto menos la realidad. Me refiero a las elecciones en México a partir de la reciente experiencia de Morelos.
El padrón es tan confiable que los canadienses están interesados en nuestra tecnología. Los consejeros de todo el país son gente capacitada, predominantemente académicos y de la IP y muchos tienen estudios de licenciatura e incluso de posgrado. Casi primer mundo. Pero...
Mis alumnos de Partidos políticos en México (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM) fueron observadores oficiales en las pasadas elecciones en Morelos (16 de marzo), y ciertamente observaron, entregaron informes y éstos, a su vez, fueron enviados a las autoridades electorales de la tierra de Zapata. (Mi agradecimiento a quienes nos ayudaron en esta actividad académica.)
En su observación en varios municipios y distritos de Morelos detectaron algunas anomalías que, a su juicio y de acuerdo con la ley electoral local, no afectarían seriamente los resultados electorales. Empero, encontraron como comunes denominadores los siguientes fenómenos:
1) La capacitación de los funcionarios de casilla fue muy deficiente o, si se prefiere, no captaron bien lo que los técnicos del Instituto Estatal Electoral les explicaron. No es de extrañar, hubo casillas en que el presidente o la presidenta de casilla no sabía leer o el presidente era muy joven y estaba más interesado por irse a ver el partido de futbol en la televisión que en poner atención a lo que era su responsabilidad. 2) En muchas casillas, a veces afuera y a veces adentro, había personas con pinta de caciques que observaban con detenimiento quiénes votaban y hasta se dio el caso de que entre la mampara de voto y la urna los electores le mostraran, desplegada, la boleta al cacique para que viera por qué partido había votado. 3) Se permitió votar a gente que no estaba en las listas o que llevaba credenciales de otras personas o credenciales obsoletas (las anaranjadas sin foto). 4) La tinta supuestamente indeleble no fue usada en todos los casos, en ocasiones porque el elector o la electora no quisieron, por ningún motivo, que se las pusieran.
5) Los representantes del PRI, en algunas casillas, eran más de los que la ley electoral permitía y no faltaron momentos en que aprovechando la ignorancia de los funcionarios de casilla intervenían en el proceso más allá de sus atribuciones como representantes de partido. 6) No faltaron casos en que los funcionarios de casilla tenían una relación de dependencia y/o subordinación con algún representante de partido (con frecuencia del PRI, pero no exclusivamente) y éste daba órdenes discretamente a sus subordinados investidos de autoridad electoral por un día, aprovechándose de que los representantes de los otros partidos no estaban o no conocían la ley o, simplemente, eran tímidos o apáticos. 7) Hubo ratón loco, es decir electores que nunca encontraron su casilla pese a seguir cuidadosamente los datos de su credencial y las ubicaciones de las casillas publicadas en la prensa local. 8) Hay sospechas de que hubo carruseles por el hecho de que llegaron microbuses y camionetas con votantes, en barrios donde la gente no tenía que caminar para votar más de mil metros desde su casa. 9) Hubo muchas casillas en torno a las cuales había propaganda partidaria que nadie se molestó en quitar para ajustarse a la ley.
A las observaciones anteriores debe añadirse que en algunos distritos o barrios hubo comidas masivas el día anterior, supuestamente pagadas por un candidato, lo cual puede ser perfectamente tipificado como propaganda fuera de tiempo legal. Asimismo, hubo amenazas en pequeñas comunidades, en el sentido de que si perdía el PRI se quedarían sin servicios (escuela, agua, etcétera); y a gente que apenas sabe leer y que vive en pobreza extrema esto suele intimidarla, como bien se sabe.
En fin, ésta es la realidad, especialmente en el medio rural. Y ante esta realidad, las más sofisticadas tecnologías para garantizar el voto libre, secreto y verdadero podrán fracasar. Que quede constancia.