Emilio Azcárraga, cremado en Miami; hoy traerían sus cenizas a la Basílica
Arturo García Hernández Ť Emilio Azcárraga Milmo o la fascinante complejidad de la condición humana.
La muerte de Emilio Azcárraga Milmo ya ha empezado a generar una avalancha de opiniones que se dividen básicamente en dos direcciones: los elogios que le asignan una dimensión casi de héroe nacional, y las condenas que lo ubican como instrumento de los males que padece este país. Las cosas no son tan simples.
Ciertamente, aceptar su capacidad como empresario o sus virtudes como ser humano o sus aportaciones al desarrollo de la televisión mexicana, no supone soslayar aquellas acciones que repercutieron negativamente en la vida nacional, sobre la que tuvo innegable y prolongada influencia.
Entonces, se tiene que hablar de su audacia como hombre de negocios, de la tenacidad con que impulsó su proyecto televisivo, de su hábil desenvolvimiento en el ámbito internacional de los negocios, de su extraordinaria intuición para tomar la delantera en la aplicación de nuevas tecnologías, de su sensibilidad ante los cambios sociales de los ultimos años para dar lugar, aun a regañadientes, a la apertura que los nuevos tiempos demandaban. Pero también tiene que hablarse de aquella faceta oscura, siniestra incluso, que lo perfila como un hombre duro, aparentemente sin límites éticos o legales, autoritario, implacable con todo aquello que se opusiera a sus deseos o decisiones. Todo, con las matices de cada caso.
Para muchos puede resultar inadmisible oír hablar de Azcárraga Milmo como un hombre leal y generoso. Y sin embargo, lo era, aunque el ejercicio de esa lealtad y esa generosidad fuera tan arbitrario e impredecible como sus estados de ánimo y las más de las veces beneficiara, por supuesto, a sus amigos y colaboradores más cercanos.
Por ejemplo, poco antes de ausentarse de sus funciones como presidente del consejo de administración del grupo Televisa, Azcárraga Milmo recibió en su despacho a un grupo de jóvenes ejecutivos de la empresa, quienes le plantearon su preocupación porque personajes como Raúl Velasco, Jacobo Zabludovsky y Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, ya resultaban negativos para la imagen pública del consorcio. Después de escuchar la exposición de sus interlocutores, Azcárraga les dijo que podían hacer las propuestas y cambios que consideraran necesarios, pero que con ellos no se metieran. Les recordó que gracias a la ayuda de Zabludovsky, Velasco y Chespirito, había podido hacer de Televisa lo que hizo. En ese sentido, se sentía en deuda con ellos. Era una muestra de lealtad.
¿Cómo podía ser generoso el hombre que peleaba hasta por el último peso en cualquier negociación, aquel cuya empresa es acusada constantemente de escatimar a los creadores los beneficios económicos derivados de sus derechos de autor, y que convertía en objeto de lucro hasta una boda? Al difundir la noticia por radio del fallecimiento de Azcárraga Milmo, la noche del miércoles, Ricardo Rocha ilustró con una anécdota la generosidad del controvertido empresario.
Según el testimonio ofrecido por Rocha, una vez la hija de un empleado de Televisa sufrió un accidente: se le volcó sobre el rostro un recipiente con agua hirviendo. Las quemaduras producidas dejarían marcada de por vida la cara de la niña. Enterado del problema, Azcárraga Milmo dispuso que la menor se sometiera a una serie de costosas cirugías en Estados Unidos con el propósito de reducir en la medida de lo posible la deformación de su rostro. Todos los gastos fueron cubiertos por Azcárraga con dinero de su bolsillo.
De esa generosidad pueden hablar también actores, productores, directores, etcétera, que en momentos de dificultades económicas acudieron a Azcárraga y encontraron ayuda expedita e incondicional. Y en el otro extremo existen muchos que después de ocupar lugares de privilegio en las producciones y programación de Televisa, repentinamente se vieron fuera, a veces sin la menor explicación. Lucha Villa, Lucía Méndez, Tania Libertad, Angélica María, Guillermo Ochoa, Juan Gabriel, Julie Furlong, saben o han sabido lo que es eso: el famoso veto.
No obstante, durante una conversación que sostuvo con reporteros en festejo por el éxito internacional de Los ricos también lloran, Azcárraga negó que existiera una lista de artistas non gratos para Televisa. Eso --respondió-- es una enorme mentira. Explicó: ``Desgraciadamente en este negocio existe la naturaleza humana. Los productores desarrollan intereses con sus grupitos, hace sus islita y se vuelven arrogantes. Entonces, por lo regular argumentan: no te contrato porque el señor Azcárraga me dijo que estás vetado. Cuando me encuentro con esas situaciones me da pena y coraje. La verdad no tenemos el más mínimo interés en hacer eso'' (El Nacional, febrero 12, 1993).
Asimismo, en oposición a la faceta generosa y leal de El Tigre, puede recordarse la no siempre leal disputa de Televisa por las ganancias económicas derivadas del control del futbol mexicano. Se ha señalado con insistencia que es justamente ese control, en el que lo económico se sobrepone a lo deportivo, lo que ha impedido que el balompié mexicano se desarrolle hasta alcanzar competitividad a nivel mundial. Sin embargo, paradoja de paradojas, Televisa --vía Guillermo Cañedo Bárcenas-- contribuyó de manera determinante para que México sea el único país que ha efectuado dos campeonatos mundiales de futbol.
Acostumbrado a dominar casi todas las ramas del espectáculo y del entretenimiento en México, Azcárraga no aceptó con facilidad el surgimiento de la competencia en terrenos como la misma televisión y en la organización y producción de grandes conciertos. Aunque manifestó su beneplácito ante la privatización de los canales 13 y 7 de Imevisión (hoy Televisión Azteca), pasado el tiempo le resultó alarmante que por primera vez no fueran únicamente de Televisa los programas de más rating, lo que en alguna medida repercutiría en los niveles promedio de facturación por concepto de venta de espacios publicitarios.
Asimismo, cuando OCESA inició en 1990 sus actividades para promover megaconciertos, ocupando principalmente el Palacio de los Deportes y el Auditorio Nacional, Azcárraga llegó a reclamarle al entonces regente Manuel Camacho Solís las facilidades que, desde su punto de vista, el DDF daba a la naciente empresa. El hecho concreto que molestó a Azcárraga fue que no se le concediera a Televisa, como pretendía, el uso de tiempo completo del Auditorio Nacional para sus propios espectáculos. Producto de esa resquemor de Emilio Azcárraga ante la competencia fueron las escaramuzas que se sucitaron por la organización de los conciertos de Elton John (efectuado finalmente por Televisa en el Estadio Azteca) y el de los Rolling Stones (ganado por OCESA).
Mucha tinta habrá de correr aún sobre la vida, la personalidad y los logros empresariales de Emilio Azcárraga Milmo. También falta aún mucho por saber para ser más justos en el juicio que la historia y la sociedad hagan de un hombre polémico y contradictorio. La fascinante complejidad de la condición humana.
Los restos de Emilio Azcárraga Milmo fueron cremados ayer en Miami, ciudad donde murió. Hasta el cierre de esta edición, fuentes cercanas la empresa aseguraron que sus cenizas serían traídas a la ciudad de México la madrugada de este viernes para ser depositadas en la Basílica de Guadalupe junto a las de su padre, Emilio Azcárraga Vidaurreta, en una ceremonio privada a la que no asistirían más de 30 personas, entre éstas su esposa, Adriana Abascal, y sus hijos Sandra, Ariana, Carla y Emilio.