La Jornada 18 de abril de 1997

MACIEL DEGOLLADO Y LA IGLESIA CATOLICA

Informaciones publicadas en estas páginas hablan de presuntas conductas delictivas por parte del líder espiritual de la orden Legionarios de Cristo, el sacerdote michoacano Marcial Maciel Degollado. Varios de sus antiguos discípulos acusan a este religioso de haber abusado sexualmente de ellos y de haber desarrollado adicción a la morfina, entre otras acciones y conductas no sólo incompatibles con la doctrina católica, sino, lo más grave, con las leyes.

Según los declarantes, los abusos del sacerdote eran un secreto a voces, pero las presiones sicológicas y los chantajes ejercidos sobre las jóvenes víctimas impidieron que se realizaran denuncias públicas o que el asunto llegara a los tribunales.

Un dato relevante es que el Vaticano tuvo conocimiento de varias denuncias contra Maciel Degollado desde finales de los años cincuenta. En esa época el dirigente religioso fue suspendido de sus funciones durante dos años y luego exonerado. Décadas más tarde, el papa Juan Pablo II envió una bendición apostólica en la que ensalzó los méritos de Maciel Degollado.

De esta forma, si los señalamientos sobre el religioso resultaran ciertos, habría que imputar a la jerarquía católica local y al Vaticano graves responsabilidades por ocultamiento y por complicidad.

Durante muchos siglos, la Iglesia católica -al igual que organizaciones religiosas de otros cultos- se ha visto a sí misma como un ámbito oculto a la mirada social, impermeable a sus críticas y ajeno al análisis externo, y se ha ahorrado la obligación de revisar con espíritu autocrítico el desempeño de sus funciones sociales y el proceder de muchos de sus representantes, así como de presentar explicaciones públicas de sus asuntos internos.

Con estos antecedentes, podría ocurrir que, en sectores de la jerarquía eclesiástica mexicana y en los círculos íntimos del Papado, las informaciones sobre Maciel Degollado fueran vistas como improcedentes y hasta ofensivas, y que fueran descalificadas sin más trámite. Pero una actitud semejante sería, para la propia Iglesia católica, mucho más dañina que el hecho de sacar a la luz los señalamientos negativos sobre el líder de Legionarios de Cristo.

Las fuentes de inspiración de la religión católica tal vez sean divinas, como lo reclama la propia Iglesia, pero la institución y sus miembros son, indiscutiblemente, de este mundo. En esta perspectiva, resulta claro que la institucionalidad católica está tan expuesta a ser contaminada e infiltrada por los grandes problemas delictivos del presente -narcotráfico, corrupción, abusos sexuales, entre otros- como cualquier organización o entidad del ámbito secular o laico.

Por ello, sería saludable y constructivo que historias como la del cura Maciel Degollado impulsaran a la Iglesia católica a abrirse ante la sociedad, a hacer frente públicamente a las desviaciones que puedan presentarse en sus filas, a ser más propensa a la transparencia y a asumirse como parte plena de la sociedad terrenal, lo cual implicaría poner al debate público y a la mirada ciudadana sus problemas y tropiezos internos.