DINERO Ť Enrique Galván Ochoa

Garza Lagüera, estable
Capirucho
San Miguel de Allende

Concentrada en el deceso de Emilio Azcárraga Milmo, la opinión pública se ha desentendido un poco de la suerte de otro de los magnates mexicanos, Eugenio Garza Lagüera, accionista principal de Bancomer, quien hace dos semanas sufrió un infarto. Sigue hospitalizado en Houston. Su oficina en México reporta que su condición es estable. Las acciones de su empresa no registraron variaciones importantes. Tampoco las de Televisa, por cierto. En realidad, el conglomerado ya se había ajustado a la nueva realidad desde febrero-marzo, apenas se anunció el retiro de Azcárraga. Sólo su círculo más íntimo conocía entonces la inminencia de su deceso.

Venta a la mexicana

Sears Roebuck de Estados Unidos presentó esta semana su reporte financiero del primer trimestre del año con utilidades de 182 millones de dólares, arriba de su propia marca de 151 millones en el mismo trimestre de 1996, a pesar de que sus ejecutivos admitieron que perdieron 38 millones de dólares en México al venderle el control de su subsidiaria a Grupo Carso, de Carlos Slim. Al menos esa fue la información que dieron a sus accionistas, y, de ser cierta, habla bien de la habilidad del hombre de negocios mexicano al comprar barata una firma que, por lo demás, había perdido aquí cerca de mil millones de pesos en sus últimos dos años de operaciones. Como se dice coloquialmente, Slim se aventó un capirucho con los gringos. Sin embargo, lo que menos mortifica a éstos es la pérdida en México. En estos momentos tienen un problema con el fiscal federal de Boston, Donald K. Stern, quien los llevará a los tribunales para buscar que restituyan a sus clientes una serie de pagos realizados mediante un esquema fraudulento. Resulta que Sears --según el fiscal-- presionó a sus clientes para que le siguieran pagando sus abonos, aunque por alguna razón se habían declarado en quiebra, y, por tanto, tenían la protección de la ley estadunidense para suspender sus pagos.

Ahuyentados

Probablemente entre los lectores hay algunos celosos nacionalistas que suponen que con la devaluación de la moneda llegaron hordas de extranjeros a quedarse con las mejores propiedades de las playas y otros sitios de gran belleza del país. Tal vez están en un error. Examine este caso, que cita The Wall Street Journal: El abogado Vernon Penner, de Phoenix, compró un terreno en San Miguel de Allende. Hoy día está pensando en vender su propiedad. ¿La razón? Lo ahuyentaron las cuotas del IMSS y las barbaridades de su arquitecto. Edificar su casa le costó 125 mil dólares, un precio alto comparado inclusive con algunas zonas de Estados Unidos, pero además tuvo que pagar 8 mil dólares al Seguro Social y otros 8 mil para corregir los errores en que incurrió su arquitecto. Si usted ha construido alguna vez una casa, ya sabe de qué se queja el abogado de Phoenix: hubo que tirar paredes porque los baños quedaron muy pequeños, abrir una ventana extra para que entre el sol a una recámara, etcétera. No piensen que Penner carece de experiencia. Trabaja como consultor para empresas o personas que quieren hacer inversiones en México. Otra cosa que ha frenado lo que pudo haber sido una avalancha son las altas tasas de interés. Un comprador de otro país simplemente no acepta que deba pagar intereses de 40 por ciento o más por su hipoteca. Finalmente, las propiedades de playa no bajaron de pecio. A pesar de la devaluación, conservaron sus precios en dólares.