La exportación total de mercancías creció espectacularmente en 1995 y 1996, y lo seguirá haciendo en el presente año. Según el titular de la Secofi (El Economista, 10 de abril), el valor de las ventas externas de mercancías alcanzará 110 mil millones de dólares al cierre de 1997. Esto quiere decir que, en sólo tres años, su monto estará a punto de duplicarse: por cada diez dólares que México recibía en 1994 por exportaciones, ahora ingresarán, adicionalmente, ocho más. Es ésta una tendencia sin precedentes, y en ella parece cristalizar uno de los grandes objetivos de la llamada política de cambio estructural adoptada desde mediados de la década pasada.
Consolidar el desplazamiento de la actividad productiva hacia los mercados externos -la toma de nuevas posiciones en la economía global y la ampliación de las adquiridas hasta ahora- es un imperativo estratégico de la política económica-. Entre otros factores, pero en una medida importante, de ello depende el éxito del actual modelo de desarrollo. Por esta razón, los resultados recientes de nuestro comercio exterior deben ser analizados con prudencia y a la luz de algunas cuestiones específicas.
Una de esas cuestiones es el impulso paralelo de las importaciones. Desde que se superó el momento más agudo de la crisis, la expansión exportadora tiene como contrapartida un crecimiento cada vez más dinámico de la importación (sobre todo la de bienes intermedios). Este hecho se origina totalmente en el sector no maquilador de la economía: es decir, en la base industrial ``histórica'' del país, que es precisamente donde se espera que surtan efecto las políticas de cambio estructural y las acciones encaminadas al fortalecimiento y ampliación de la plataforma exportadora de la nación. En 1996, las exportaciones netas de este segmento del aparato productivo empezaron a ser declinantes y todo indica que, conforme la actividaad económica interna siga recobrando su nivel, esta tendencia se profundizará.
Aquí radica una de las mayores debilidades de la política de industria y comercio de la nación, que ha sido summamente pasiva en lo que hace a fomentar la sustitución competitiva de importaciones de insumos intermedios. Las políticas de promoción de la oferta exportadora se han diseñado casi exclusivamente para atender necesidades de los exportadores directos (que en la mayoría de los casos son empresas de grandes dimensiones que cuentan con importantes recursos financieros y logísticos).
En cambio, los proveedores internos de insumos para la producción de exportaciones, o exportadores indirectos, han carecido generalmente de incentivos y apoyos institucionales para su desarrollo competitivo. Cerca de la mitada del valor de la importación total de mercancías (incluidas las realizadas por la industria maquiladora) son bienes e insumos intermedios demandados por el sector no maquilador. Una política persistente de sustitución competitiva de algunos de esos productos, con objetivos sectoriales definidos y metas cuantitativas programadas, tiene hoy un gran sentido estratégico.
Si es eficiente, dicha política ayudaría en el mediano plazo a reducir las presiones que se anuncian a futuro en la cuenta corriente de la balanza de pagos y, en un plano temporal más inmediato, sería un factor de apuntalamiento de la recuperacaión productiva y del empleo. También podría propiciar una inserción más sólida y permanente de las pequeñas y medianas empresas en el complejo exportador del país, en el que participa un número muy reducido de ellas, casi siempre de manera incidental o episódica. La experiencia internacional muestra que dichas empresas están desempeñando un papel cada vez más relevante en la exportación directa o indirecta de los países con mayor presencia comercial. En Italia, casi dos terceras partes de las exportaciones son realizadas por empresas con menos de cien empleados que, a su vez, se apoyan en una red de pequeñas unidades proveedoras con las que forman un sólido pero también flexible complejo productivo de alta competitividad internacional. En éste, como en otros casos igualmente exitosos, la política de fomento del gobierno consiste menos en la canalización de apoyos directos que en el soporte logístico y en la inducción y fortalecimiento de diversas estructuras de cooperación entre las empresas. En México, uno de los objetivos declarados de la política industrial es la constitución de una red nacional de proveedores internos para las grandes empresas exportadoras, pero no se conoce ninguna cuantificación de metas generales o para sectores específicos. El potencial de integración industrial y desarrollo que significan el sector maquilador y las grandes compañías exportadoras no es aprovechado, y las pequeñas y medianas empresas (que paradójicamente son grandes generadoras de empleo) constituyen un mundo aparte, muy distinto y muy distante de una revolución exportadora, que cada vez ``arrastra'' menos al conjunto de la economía