BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Cambios en el comercio y desarrollo

Con insistencia se habla de los amplios y variados estragos derivados de la aplicación del programa neoliberal, pero no se analizan con objetividad algunas de las razones que le dieron origen.

Interesa discutir sólo algunos aspectos relativos a la justificación de la apertura comercial unilateral iniciada en 1986, y al esfuerzo emprendido para cambiar el patrón exportador básicamente primario y petrolero que prevalecía hasta entonces.

Desde los años 50, varios economistas estructuralistas muy destacados, como Prebisch y Singer, plantearon que una causa importante (adicional) del subdesarrollo se encontraba en el patrón de comercio exterior (exportadores de bienes primarios e importadores de bienes industriales) que los países menos desarrollados habían seguido hasta entonces. Históricamente ello les había provocado una situación adversa muy importante, en la medida que había dañado sus términos internacionales de intercambio. Esto se refiere a que los precios de sus exportaciones caían en relación con el precio de los bienes que necesitaban importar. Veían que esa importante variable seguiría cayendo tendencialmente, por lo que era totalmente indispensable cambiar el patrón comercial y dedicarse a exportar bienes manufacturados. Con ello, por lo menos podrían enfrentar un contexto internacional en mejores condiciones, a la vez que pasar a una fase superior en la industrialización.

El fundamento de la hipótesis del deterioro de los términos de intercambio se basa en la Ley de Engel, que señala que el crecimiento de la demanda de los bienes primarios siempre es inferior al crecimiento del ingreso, a diferencia de los bienes industriales, cuya demanda crece más que proporcionalmente que el ingreso. De ahí que los precios de los bienes primarios tiendan a decrecer en relación con los precios de los bienes manufacturados. La consecuencia de este efecto es que los países pobres necesitarían exportar cada vez más bienes primarios para obtener la misma cantidad de bienes manufacturados.

Una recomendación clara fue la necesidad de reasignar los recursos disponibles actuales y futuros en favor de la industria debido a que, en esa lógica, ello permitiría evitar que los términos de intercambio siguieran empeorando y, de esta forma, tener en el comercio exterior un elemento favorable para el crecimiento y el desarrollo de largo plazo.

Ante la crisis integral que comenzó a asolar al tercer mundo a fines de los años 70, el paradigma ortodoxo entró como cuchillo caliente en mantequilla. Las reformas estructurales (no en el sentido estructuralista de los años anteriores, sino en una clarísima orientación por las políticas de libre mercado) comenzaron a aplicarse sistemáticamente.

En ese sentido, parecería que retomaron la idea estructuralista ya señalada, y con políticas muy distintas promovieron el cambio en el patrón productivo y del comercio. Eso explica que rápidamente estas economías ganaron posiciones en las exportaciones mundiales de manufacturas.

Sin embargo, hasta ahora ese ``éxito'' no se ha traducido en la recuperación de los ritmos de crecimiento que se observaron en las décadas en que funcionó la industrialización por sustitución de importaciones ni en abatir (ni siquiera detener) los niveles de pobreza y marginación. Por el contrario, todo parece indicar que las condiciones socioeconómicas de la mayoría de sus habitantes cada vez son más precarias, y las posibilidades de resolver los problemas estructurales añejos son más lejanas. Por si esto fuera poco, la autosuficiencia alimentaria de que se gozó por muchos años, se perdió con la adopción de ese nuevo modelo.

En síntesis, habría que decir que el saldo es el siguiente: el cambio en el patrón de comercio no sólo no cumplió con las funciones asignadas en el proyecto, sino que incluso afectó la producción agropecuaria. Tampoco logró reducir la dependencia externa por bienes intermedios y de capital.

Hay que analizar con mucho cuidado las causas de estos resultados.