En la derrota se sufre más que el atleta: el entrenador de Fidelia Quirot
Jorge Sepúlveda Marín Ť Fueron días sumamente difíciles. El mundo del atletismo estaba consternado. Ana Fidelia Quirot había sufrido un accidente casero, de donde resultó quemada en varias partes del cuerpo. Nadie en Cuba imaginó que al paso de algunos meses una de las mejores atletas de la isla volvería no sólo a correr en las pistas, sino a estar de nueva cuenta entre las cinco mejores del mundo. Ya lo logró y ahora, junto con su entrenador, sólo le hace falta un récord mundial. Y en eso andan.
Es la voz del entrenador Leandro Félix Civil Jarvis, quien fue llamado a encargarse de la velocista cubana en uno de los momentos más difíciles de su carrera, no sólo porque estaba convaleciente, sino porque su anterior preparador, Blas Beatos, había fallecido. Desde ese momento y hasta ahora era un reto, porque ni siquiera se podían imaginar cómo rehabilitar a un deportista quemado, así es que como había que apoyarla se formó un grupo interdisciplinario conformado por un fisiatra, un psicólogo deportivo, un nutriólogo y un médico especializado en quemaduras.
Fueron siete u ocho meses de trabajo lento, penoso, pero lo único que se le pidió a Fidelia fue confianza. ``Le solicitamos que confiara en el equipo, pero sobre todo en ella misma''. Pasó el tiempo hasta que se vio el primer logro. En una prueba de control técnico en Cuba, sin mover los brazos, hizo el mejor tiempo. Luego conquistó la medalla centroamericana aún con las axilas muy lastimadas y vino un primer retiro temporal para ser sometida a 17 operaciones de las zonas afectadas.
Regresó y de nueva cuenta reinició el trabajo sobre las pistas y en el gimnasio. Primero fueron caminatas lentas donde las cargas de trabajo eran leves, ya que no podía soportar los niveles a los que estaba acostumbrada. Su rendimiento, en efecto, estaba mermado por el tiempo de inactividad y por las secuelas de las quemaduras.
Y logró la hazaña más grande del deporte cubano cuando en el Mundial de Stuttgart vio coronado su esfuerzo al obtener la medalla de oro en los 800 metros. Eran días en que se debía confrontar los avances junto con el equipo, de analizar a fondo cada logro. La mano de la ciencia acompañó todos los días a la corredora, quien obligó a Leandro a meterse de nuevo en los libros y escribir lo que podría ser la antes teoría inexistente de cómo un atleta quemado puede regresar a los primeros peldaños, por lo que inclusive el grupo recibió un premio nacional por lo hecho en ese terreno médico-deportivo apenas el año anterior, luego de que la Tormenta del Caribe ganó la medalla de plata, que bien pudo ser de oro, en los Juegos del Centenario.
Civil, el entrenador
De trato amable, Leandro habla de que el papel de entrenador no sólo es tomar tiempos y exigir, sino que todo empieza desde la formación del atleta, quien debe ser un estudiante regular con buenas calificaciones, porque si no cumple en lo académico, aunque sea el mejor del mundo en su disciplina, puede quedar fuera por no ser buen ciudadano en todos sentidos.
Y en su caso, ufano, asegura que ha llegado a conocer mejor a Ana Fidelia que ella misma, por lo que tiene la gran virtud de anticiparse a los estados de ánimo de la deportista, de saber lo que va a pensar antes de un triunfo o de un fracaso. Y es que si no se conoce así a los atletas que se entrena, es muy difícil llevarlo a conseguir las metas que se propone.
Leandro Civil fue especialista en la doble vuelta al óvalo y antes de escoger dirigir a los demás terminó una prolija carrera como campeón nacional juvenil de Cuba, ganador del oro centroamericano y plata en los Juegos Panamericanos, así como campeón de la esperanza olímpica de los países socialistas y décimo sitio en los Juegos Olímpicos de Montreal 76, cuando se retiró, y hasta la fecha mantiene la tercer mejor marca de su país en la distancia.
Luego del retiro, en 1982, terminó sus estudios de Educación Física en la Universidad de La Habana. Ahí, gracias a las buenas notas, se quedó como docente. Fue en 1983 cuando se inició como entrenador del equipo juvenil y al poco tiempo ese grupo comenzó a cosechar buenos resultados dentro y fuera de la isla caribeña. Entre las figuras más destacadas de sus entrenados, quién no recuerda al campeón mundial juvenil y recordista mundial Roberto Hernández.
En la derrota se sufre más que el atleta
Lo mejor de un entrenador es que disfruta tanto o más el triunfo de un deportista, pero también sufre mucho más una derrota. La química que se establece es de comunicación sin palabras y a veces un simple guiño, un gesto, es suficiente y ambos se entienden sin necesidad de hablarse. ``Por eso se logra lo que hemos hecho''.
Lo esencial es que se esté consciente de que se está trabajando con un ser humano que siente y sufre, con necesidades por resolver y aspiraciones en la vida, además de cumplir un papel en la sociedad, que en el caso de los deportistas cubanos es muy importante, como en cualquier otra nación, apunta Leandro.
Y es que cada mes se reúnen entrenadores, deportistas y metodólogos para estudiar el rendimiento de cada uno de ellos, los avances o posibles retrocesos, y hasta el comportamiento social, de tal forma que no es ninguna sorpresa el que haya triunfos, como no lo sería toparse con los fracasos, porque están siempre bajo la lupa de todo un equipo de especialistas. De allí que quien cometa una indisciplina, por mínima que sea, es separado del equipo, como ha ocurrido en el boxeo, en la pelota y en el mismo atletismo.
Modesto en la pista como en la vida diaria, Leandro Civil dice que la fama ganada por los atletas se disfruta, se comparte, al igual que como lo hace el deportista.
Y aunque estima que La Tormenta del Caribe aún tiene mucho que dar a los 34 años de edad, al ser quizá la atleta que tiene más tiempo compitiendo en todo el mundo, también ya se ganó el derecho de hacer su vida familiar, de dejar las pistas, lo que de ninguna forma debe verse como una traición, sino como el fin de un camino bien labrado, con logros para Cuba y para América Latina, sobre todo porque se trata de una zona subdesarrollada.
Y cuando se acabe el bloqueo que nubla a la isla, Leandro estima que su país podrá ser una potencia deportiva igual que las naciones desarrolladas, sencillamente porque se tendrían los recursos para completar las preparaciones que, por ahora, justo es reconocerlo, no se logran en plenitud muchas veces.
Futuras promesas juveniles
Leandro sonríe a veces. Como cuando habla de que el deporte es su vida y allí estará siempre, o cuando platica de su familia. Casado con la ex corredora de 100 metros y actual ingeniera en mecanización, Natividad Tamayo, y padre de Zaritma, de 12 años, y de Yairis, de 20, ambas destacadas en sus propios ámbitos, apunta que en años cuando hay competencias internacionales se separa de su casa en La Habana hasta por tres o cuatro meses, pero para todos es un orgullo que desarrolle ese trabajo, que le dan fuerzas para seguir adelante, porque el compromiso es mayor.
Su principal orgullo es que en Cuba le reconocen su trabajo con Ana Fidelia y con un grupo de juveniles que han dado buenos logros a nivel internacional, y que espera tener en el equipo nacional en dos o dos y medio años. Que cuando sale con su familia al cine, a un restaurante, a donde sea, la gente lo felicita y hasta se le hiela la sangre de emoción cuando en un sitio público anuncian su presencia. ``Eso no se compra con todo el dinero del mundo'', comenta resuelto y con una sonrisa remata: ``El dinero se acaba, pero esto se lleva en el corazón y nunca se desgasta''.
De padre estadunidense y de madre jamaiquina, Civil Jarvis se define creyente socialista y uno más de los que trabajan por el bien de su país, y aunque no es un diplomático oficial, piensa que el deporte es una de las mejores labores con que se puede mostrar al mundo el trabajo de los cubanos que, admite, tienen serios problemas, pero que lejos de abatirlos los hace esforzarse cada vez más. ``El mejor mensaje es izar la bandera de Cuba, muchas veces por encima de la de naciones potentes. Eso es un gran orgullo''.
Aunque ya logró un récord mundial en los 300 metros con Roberto Hernández, ahora trabaja para que Ana Fidelia Quirot lo obtenga, señala entre risas silenciosas. Termina la plática y luego por teléfono habla con su esposa a La Habana, a quien le comenta que lo entrevistaron y ``hablé bien de ti y de las niñas''.