Luis Linares Zapata
Paraíso perdido
A pesar de la presión que los ciudadanos han venido ejerciendo para perfeccionar el inequitativo sistema electoral imperante, el PRI y su inmensa red de protecciones y salvaguardas hacen esfuerzos heroicos por reponer las piezas perdidas de sus antiguos privilegios. La lucha por sostenerse en el paraíso del poder ha dejado cachos de cielo al descubierto y algunas de sus piezas han caído bajo el dominio de la oposición. Otras más parecen tambalearse en su descuidado regazo.
Aún así, lo que los priístas todavía mantienen bajo su férula les permite movilizar no sólo vastos recursos organizativos, sino también el talento jurídico con el que cuentan. Bien saben que se mueven dentro de un tinglado legal que les favorece y desequilibra, a su favor, el juego electoral que se está ensayando.
Los del PRI simplemente tienen, porque las diseñaron ellos, las reglas de competencia cargadas de su lado. La pelea de la sociedad por recuperar el espacio incautado debe, en un primer tiempo, ir desmontando el finísimo aparato de relojería instalado para sujetarla. Después, introducir las modificaciones que la sitúen en mejor posición dentro de la disputa por el poder.
La cátedra dada en días pasados por el dúo Tribunal Electoral-PRI con motivo de la inconformidad interpuesta por ese partido, fue inobjetable desde del esterilizado punto de vista de la ley a secas. El Consejo del IFE no tiene un mandato explícito en el Cofipe que le autorice a enviar exhortos para que el gobierno module su propaganda. El espíritu de equidad que movió a los consejeros para ensayar un procedimiento inédito es reconocible por la ciudadanía, y más por aquella que milita en la oposición. Pasadas y dolorosas experiencias forman el cúmulo legitimador de dichas pretensiones. Pero el Tribunal decidió revocar tal exhorto y de paso favoreció al PRI, contrarió el ánimo de los flamantes exhortadores y concentró furias y denuestos de otros muchos más que ven en el Tribunal un purísimo aliado de las ventajas y prerrogativas conocidas. Lo de siempre. La ley se aplica con rigor para limitar cualquier interpretación reivindicatoria que rasgue o magulle las ventajas que se juzgan ``bien ganadas'' por los mandones. Pero sin duda el Tribunal decidió con apego a derecho, y toda reclamación caerá en el vacío de las muinas y los reparos.
En cambio, la Secretaría de Gobernación, más atenta al sentir del electorado que a las minucias de la norma y el talante de los magistrados, ha decidido seguir adelante con la ordenanza de suspender la propaganda gubernamental en días previos a las elecciones, y esto no deja de compensar los esfuerzos desplegados. Finalmente, ``el exhorto fue hecho'' (Woldenberg).
En lugar de denostar a los jueces que votaron contra la decisión de los activos consejeros y lamentarse por las complicidades que se dan en las cumbres, habría que voltear la mirada sobre las lagunas y huecos que la legislación dejó de lado. El recuento a elaborar debe ir al detalle y ser llevado a cabo con imaginación, puesto que la tarea no es sencilla ni rápida. Pero sobre todo porque falta hacerla. La pretensión de perfeccionar al IFE desde adentro es necesaria pero incompleta. El organismo es un inmenso aparato en movimiento y sus operarios están maniatados por la premura de fechas inexorables, la debilidad de los apoyos externos y la ferocidad de las riñas partidarias que lo circundan. Hay que entender que ciertas normas que lo rigen son inhibitorias e injustas, algunos de los mecanismos operativos trabajan para el antiguo régimen y los ejecutantes están sujetos al jaloneo de las fuerzas nacionales, y sobre todo locales, que los pusieron dentro y a quienes obedecen.
Habrá que movilizar voluntades y recursos para que se alerte continuamente a los votantes de las irregularidades que vayan sucediéndose. Después, visualizar las alternativas, depurar ideas y propuestas para que se encuentren los antídotos que permitan neutralizar al menos algunos, los más dañinos, de los privilegios que aún le quedan al sistema establecido. Pero lo importante es que, en las mismas elecciones, se obtenga el músculo suficiente para iniciar la real reforma del Estado. Una que impulse y lleve a término la ciudadanía y sus organizaciones políticas, y no la que se desprenda desde la cumbre ejecutiva que siempre, como el IFE de hoy, vendrá condicionada.