La Jornada 24 de abril de 1997

PRESENTO SAVATER EL VALOR DE EDUCAR

Arturo García Hernández Ť A la orilla del siglo XXI, a la que vamos acercándonos para desembarcar, están esperándonos todos esos fantasmas que creíamos superados pero que desgraciadamente han vuelto al galope: el nacionalismo, el racismo y el integrismo. El filósofo y escritor español Fernando Savater advirtió lo anterior al dictar su conferencia La perplejidad ética del siglo XX, en El Colegio Nacional, la noche del martes.

Perspectiva restrictiva vs. universalidad

Estos fantasmas --dijo el autor de Etica para Amador-- son expresión de una de las dos perspectivas éticas que se enfrentaron a lo largo del siglo que está por terminar: la perspectiva restrictiva y la perspectiva universal. Según la primera, no hay una moral sino muchas morales; ``asigna la eficacia moral a la pertenencia a tal o cual grupo humano. Es decir, no es una moralidad que dependa de pertenecer a la especie humana como tal, sino de pertenecer a tal o cual grupo humano en particular'' y por lo tanto es excluyente, dado que considera que la aplicación de determinados valores sólo debe hacerse con los miembros de un clan.

Ejemplos de esas perspectivas restrictivas, según las cuales el contexto es el que permite entender una moralidad, son las que comparten determinadas ideologías, convicciones étnicas, sociales, religiosas e incluso biológicas: la moral racista (``la más antihumana de todas porque determina las jerarquías morales por cosas que los hombres no pueden elegir''), la moral nacionalista (``la que sostiene: es moral todo aquello que beneficia a mi grupo''), la moral de clase (la que expresa que no hay una moral universal, sino de una clase frente a otra); y ciertas variantes de ``una moral que podemos llamar feminista que considera que hay unos valores específicamente de mujeres que los hombres no pueden comprender ni compartir (...) No todo el feminismo piensa así, pero es una variante aberrante que puede enclavarse en el sistema de la perspectiva restrictiva''.

En oposición a ésta --explicó el escritor de El jardín de las dudas-- la perspectiva universalista opina que ``hay un hecho moral único'' y que supone que ``lo que debe ser moral es aquello que se percibe y justifica en cualquier contexto, es decir, que se abre a todos los contextos posibles y que precisamente la moralidad se expresa porque vale para cualquier tipo de contexto moral''.

En ese sentido, para la ética universalista ``la moralidad es un reconocimiento de la humanidad ajena desde la humanidad propia; la ética es reconocer lo humano desde mi propia humanidad, que la humanidad es una función que se revela en el descubrimiento de la humanidad de los otros''.

Los grupos que se amparan en una perspectiva ética restringida --remarcó Savater-- ``se afirman frente a los otros, son grupos que dicen nosotros y nosotros quiere decir no a los otros. Esos grupos son excluyentes porque al decir nosotros hay que entender no a los otros''.

Reconocer el derecho a la diferencia

El también autor de libros como La ética como amor propio y Malos y malditos (de reciente aparición en Alfaguara) cuestionó la idea que equipara la fe religiosa con la moral:

``En nuestra época hay todavía quienes suponen que si no se tienen creencias religiosas no se puede ser moral''. Y precisó: ``La moral quiere una vida mejor; la religión quiere una cosa mejor que la vida''.

Ante un nutrido auditorio distribuido en tres salones de El Colegio Nacional, Fernando Savater aclaró que la mentalidad universalista no es una mentalidad que niegue las diferencias: reconoce el derecho a la diferencia y no la diferencia de derechos. Al respecto, argumentó:

``Hay diferencias solubles en la humanidad y hay quien se encierra en sus diferencias para convertirse en un enigma insoluble frente a los otros: `no nos entienden, nadie nos comprende, es algo que nadie puede entender más que si se ve desde aquí'.''

Además --abundó el filósofo-- ``no es universalista en el sentido de que haya que imponerla por la fuerza a todo el universo (...) No es una decisión de conquistar a los demás ni imponerles mi moral, sino una decisión privada sobre mi libertad de que yo no haré extensiones sobre los seres humanos. Es una idea distinta a la idea de que la universalidad es la universalidad que se impone: la universalidad me la impongo yo a mí, no a los demás''.

Sobre este punto, al final de su conferencia, a pregunta expresa, Savater rechazó que la globalización fuera una expresión de la universalidad a que aludió en su disertación: ``Sería bueno que lo fuese si fuera una universalidad de una globalización en el campo ético, pero si la globalización sólo atañe a las multinacionales y a las tarjetas de crédito, pues evidentemente eso es muy insuficiente como globalización.

``La globalización tendría que serlo también de valores, por ejemplo de derechos humanos, de respeto a la dignidad, de protección social, etcétera. Eso sí sería muy bueno que fuera global, que no estuviera restringido a unos cuanto países privilegiados.''

--Esa globalización no la ve usted.

--No la veo porque no la hay.

``Vamos, no creo que sea una deficiencia de mi vista.'