Luis Javier Garrido
La distensión

El gobierno ``de Ernesto Zedillo'' da muestras de una gran desesperación ante las elecciones de 1997, y por eso es que deliberadamente está agravando la situación en Chiapas.

1. La pregunta de cómo se formulan las políticas oficiales encuentra su respuesta en el caso de Chiapas. Sometido a los dictados del FMI y maniatado por su antecesor, habiendo dejado el manejo de la política interna en Emilio Chuayffet, Zedillo utiliza su limitada cuota de poder en evidenciar sus miedos. De ahí que frente al levantamiento armado haya alentado siempre una política represiva que se ha acentuado en las últimas semanas, por lo que el primer desafío que tendría para enfrentar el problema sería el de actuar como lo que no es: como un hombre de Estado.

2. La tentación del fujimorazo que han recomendado los centros de poder financiero, y que no ha dejado de acariciar Zedillo, pensando en evitar la debacle del PRI el 6 de julio y en levantar su imagen no tiene aquí viabilidad alguna y su intentona sólo nos llevaría a una espiral de la violencia.

3. Las demandas de los pueblos indígenas son justas y legítimas y no se puede terminar con ellas por la vía armada. La principal acción para evitar un agravamiento de la situación en Chiapas sería poner un alto a la desenfrenada militarización ordenada por Zedillo ante su incapacidad para negociar en serio y hacer regresar al Ejército a los cuarteles, en cumplimiento del artículo 129.

4. Y aquí cabe plantearse otra cuestión: ¿Puede alguien creer en la voluntad de paz de un gobierno cuando éste sigue armando a grupos paramilitares de priístas y de finqueros para sembrar el terror en todo el estado?

5. La paz en Chiapas no podrá alcanzarse desde luego por la imposición, sino por la negociación, y el quinto requisito para alcanzar la paz sería el de respetar la Ley del Diálogo de 1995, que crea las condiciones para la negociación. Como todo mundo sabe, el EZLN ha actuado con seriedad acatando su mandato, pero éste no ha sido el caso de Zedillo. Los acuerdos son posibles, pero el gobierno tendría que despojarse de ese desprecio a la legalidad que caracterizó al salinismo y someterse a las leyes de la República.

6. La paz en Chiapas pasa sin embarigo antes que nada por el cumplimiento de lo firmado, pues Chuayffet y Zedillo, al dejar de negociar y desconocer los acuerdos de San Andrés, oponiéndose a la iniciativa de reforma constitucional de la Cocopa, muestran que encabezan a un gobierno sin honor y cierran así la vía a cualquier otra posible negociación.

7. La paz en Chiapas y en el país no podrá venir tampoco si Ernesto Zedillo sigue actuando como un soldado más del salinismo y defendiendo los intereses políticos y económicos de éste: protegiendo a la narcomafia de Carlos Salinas y Carlos Cabal Peniche en el sureste, y manteniendo como gobernador a Julio César Ruiz Ferro, el personero de Raúl.

8. La pacificación del país requeriría que el gobierno dejara de cuestionar la representatividad e influencia del EZLN, pues otro signo preocupante es que, en el colmo de la irresponsabilidad, Zedillo pretende ahora determinar quiénes han de ser sus interlocutores en Chiapas y establecer una nueva mesa de negociaciones, en donde su contraparte sería el PRD.

9. La paz supondría además algo que para los tecnócratas resulta difícil de entender, por su fanatismo para aplicar el manual neoliberal, y es que una aspiración de los pueblos indígenas es vivir en armonía con la naturaleza. El gobierno actual no tiene sin embargo más proyecto para Chiapas que su entrega al capital multinacional y, tal y como lo decidió el Banco Mundial, sigue invitando a grandes consorcios a adueñarse de sus riquezas básicas o a invertir en hoteles, campos de golf, marinas y casinos. No es de sorprender por eso que un grupo de indios estadunidenses vinculados a la CIA estén sirviendo como instrumento para cohechar a miembros del Congreso Nacional Indígena y subordinarlos al proyecto.

10. La distensión no es posible por último si el gobierno sigue anteponiendo la propaganda a la acción política, creyendo que logrará imponerse por el engaño. Los zapatistas han convencido porque les asiste la razón, y eso debería entenderlo el gobierno. Fito Páez, Mercedes Sosa, los Paralama o cualquiera de los intérpretes del álbum Chiapas, producido en Argentina (Polygram, 1996) tiene más credibilidad que Zedillo en cualquier parte del mundo.

La paz en Chiapas podría llegar si el gobierno tuviera otras políticas, pero como Zedillo no es un hombre de Estado, ni respeta el orden constitucional ni la Ley del Diálogo, y no le importa cumplir con su palabra, y como no es tampoco previsible que los priístas dejen de ser un instrumento del salinismo, la tarea de encontrar la paz es para aquellos sectores de la sociedad civil que saben lo que estos no puede entender, y es que la democracia supone que los pueblos decidan su destino.