Trabajando con un modelo estadístico para estimar la edad promedio de los votantes en cada entidad de la República, me llamó la atención que ésta fuera de 40 años en el estado de Oaxaca, mientras que en Quintana Roo sea de 35. ¿Por qué la población de Oaxaca es la de más edad en la República? ¿Acaso se trata de una región de longevos? No --me dijo una joven analista--, lo que pasa es que ya no quedan allí más que los viejos; los más jóvenes se fueron a vivir a otra parte, a Estados Unidos o a la ciudad de México, o quizás a los estados del Norte; yo soy de allá --me dijo-- y ahora que fui de vacaciones a mi pueblo, Matías Romero, me sorprendió ver comercios cerrados y casas abndonadas por todas partes.
Al consultar la base de datos nuevamente, pude constatar que ella tenía razón; en muchos municipios de Oaxaca la edad promedio superaba los 52 años, lo cual sólo es posible donde se han marchado ya todos los jóvenes.
En algunos casos la población que se dedica al comercio es más del 80 por ciento, en lugares en donde la totalidad de la población nada tiene para comprar. Veo entonces regiones habitadas por ancianos que dedican su tiempo a venderse sus pobrezas unos a otros, como rutina sin sentido, y pienso en Zedillo y sus ``recuperaciones'' económicas del país, y me pregunto: ¿cuál es el país al que el Presidente se refiere? ¿Será el caso que, para él, Oaxaca ya no es parte del país? ¿Tampoco lo son Puebla, Hidalgo, Zacatecas ni Durango? ¿De qué país y de qué recuperación habla el Presidente?
El caso de Chiapas es distinto; allí los jóvenes no se han ido, la selva y las montañas les han ofrecido un refugio, el Ejército Zapatista les proporciona una esperanza de cambio, una razón para quedarse, un compromiso con sus hermanos. Empero, las condiciones de pobreza, marginación e injusticia, no son distintas a las de Oaxaca o de Hidalgo o de los otros estados pobres. La educación promedio de los adultos apenas llega al tercer año de primaria en el estado, y el porcentaje de trabajadores con ingresos mensuales menores a los mil pesos supera al 70 por ciento. Cuando hablamos de las zonas indígenas las cosas están peor; hablar allí de ``recuperación económica'' sonaría a burla.
De hecho, lo que está sucediendo en esa zona es que, lejos de buscar la solución a sus justas demandas, el gobierno local parece estar interesado en promover rencillas y fomentar una guerra entre hermanos, convertir al estado en una especie de ``Chiapas Herzegovina'', en donde imperen el odio y la sinrazón para justificar sus atropellos. En todo esto el gobierno de Ernesto Zedillo, por omisión o comisión, resulta el responsable último, y de ello tendrá que dar cuentas en su momento. Todo ello tiene que ver desde ahora con el descrédito que su gobierno ha cultivado ante la sociedad mexicana, y que se reflejará necesariamente en el voto de castigo que sufrirá el PRI en las próximas elecciones, como sabiamente lo ha reconocido Juan S. Millán, alto dirigente de ése partido.