José Cueli
El Gallo

Era el primer toro de una de las primeras corridas de la feria sevillana el año de 1927, y Rafael Gómez, El Gallo, había dado varias versiones de las famosas suertes, tan suyas, de las espantaas, en las que demostrando su amor a las barreras, las saltaba limpiamente, con lo que obtenía tantos éxitos como en sus mejores faenas.

Esa tarde la bronca no dejaba oír el susurro de las aguas del río Guadalquivir. Los aficionados sevillanos no le celebraban esa tarde sus espantaas. Todo tipo de proyectiles caía a la arena amarillenta de La Maestranza cuando El Gallo llegó al burladero de matadores. Al ir a soltar los trastos, Juan Belmonte, que era segundo espada, le dijo: ``Mal tenemos al público hoy, Rafael'', y El Gallo contestó rápido: ``Pa' mí, sí, pero pa' usté está colosal, ¡se los he dejao roncos!''. Ni con su hermano José, al que idolatraba, perdía su calma Rafael. Esa misma tarde fatal del Divino Calvo, Joselito, quien era el primer espada, asustado de la bronca y cansado de oír las injurias de los espectadores a su madre, se le acercó y le dijo: ``Arrímese, Rafael, que nos van a matar. No oye cómo nos insulta el público...''. Y El Gallo, imperturbable, le contestó: ``Está usted mal, José, ni nos matan, ni es a mí a quien insultan; es a la parte de mare que me toca a mí''.

En su segundo toro El Gallo supo hacer ver lo volubles que son los públicos y lo inesperadamente que se puede pasar de la bronca al adorno o del adorno a la bronca provocada por el pánico. Los públicos le perdonaban el bochorno de sus espantaas en atención a esa tarde de feria, como en la comentada en que les brindaba de improviso, sorpresivamente, el pellizco gitano. Dueño repentinamente de sus dotes llenaba de arte la plaza muda de asombro y tensa de entendimiento ante su lección taurina.

Gerardo Diego, el poeta taurino, le cantó esa tarde en esta forma:

``Tú me enseñaste a hondar hasta el sentido
último del toreo, hasta el balance
del alma en vuelo sobre el cuerpo en trance
dicha revelación del hombre herido.
Por la pasión de ser, pleno, cumplido;
tú al realizarte en ti y en torno balance
--toro, engaño, torero-- hasta un alcance
límite en la honda, quieto, erguido.

Qué majestad, qué ángel en tus brazos
Ritmos, desmayos, quiebros, pausas, lazos
tu libertad ya es ley, tu ciencia, luz.

Por ti aposté y gané. Tú me fundaste
adolescente. Símbolo inventaste
al reclinar tu espada en mi testuz''.

Fue El Gallo la expresividad individualizada que daba forma al toreo de arte. La transmutación de un ser cualquiera en un artista cuya obra de arte resultaba ser él mismo. Como bien se aprecia en los versos del poeta Gerardo Diego.