La Jornada 29 de abril de 1997

Basta de dividir a los países en consumidores, productores o transportistas de droga: Zedillo

Elena Gallegos, enviada, Atlanta, Georgia, 28 de abril Ť De nada servirá a la causa de la lucha contra las drogas que realizan México y Estados Unidos ``ser autocomplacientes'' o ``inculparnos mutuamente'', ya que afirmar que el problema son los otros países ``no evita una sola transacción ilegal ni salva una sola vida'', advirtió aquí el presidente Ernesto Zedillo, y urgió a superar la etapa ``de llamarnos unos a otros proveedores, transportistas o consumidores''.

México y Estados Unidos necesitan una relación abierta, respetuosa y transparente, sostuvo, así como mejorar la comprensión mutua para ``apoyarnos el uno al otro en lugar de enfrentarnos'', y reiteró que su país está dispuesto a promover una cooperación más eficaz antidrogas, pero siempre ``con respeto inquebrantable por la soberanía de todas las naciones''.

Zedillo fue orador principal de la cena que ofreció el Centro Carter como parte del foro ``La Agenda para las Américas en el Siglo XXI'', cuyos trabajos se iniciaron esta mañana. Allí, insistió en que debe haber un diálogo respetuoso en la relación bilateral y condenó el hecho de que para algunos ``la propaganda política a corto plazo'' todavía tenga preeminencia sobre los intereses a largo plazo de las dos naciones.

En un discurso de 12 cuartillas, el Presidente aludió a la migración ilegal como otro de los temas relevantes en la agenda de los dos vecinos, y señaló que aunque México reconoce el derecho de cada país a hacer cumplir sus leyes en su propio territorio, ``no podemos aceptar ni aceptaremos nada menos que un trato respetuoso y justo hacia todos los mexicanos que se encuentren en Estados Unidos''.

En otra parte de su intervención, Zedillo se refirió al proceso electoral que vivirá México el 6 de julio. Dijo que con la reforma política aprobada durante su administración el gobierno quedó fuera de la organización de los comicios. Así, ``al no formar parte del sistema electoral y no intervenir en absoluto en el mismo, cuento con la autoridad legal y moral

para debatir abiertamente sobre asuntos políticos. Antes no era así'', argumentó. Finalmente, estableció que, en este ámbito, ``la visión que promovemos es una visión de libertad, porque confiamos plenamente en el buen juicio de la democracia''.

A continuación, el texto íntegro del discurso pronunciado por el presidente Ernesto Zedillo en el piso 39 de Peachtree Tower:

Le agradezco enormemente al señor

MacLarty su amable presentación. La generosa invitación del presidente Carter me brinda la oportunidad de exponer ante esta distinguida audiencia sólo un punto, simple y sencillo. Si hemos de aprovechar al máximo esta época de grandes oportunidades, todos y cada uno de los países de nuestro hemisferio deberán mantener su compromiso con el progreso a través de la apertura. Democracias abiertas. Economías abiertas. Relaciones abiertas entre nuestras naciones.

Al liberar la energía y las aspiraciones de nuestros pueblos por una vida mejor, se presentarán retos nuevos y formidables, pero todos debemos seguir avanzando. Debemos proseguir en el camino de un crecimiento económico sostenido. Como naciones soberanas, debemos respetarnos y alentarnos mutuamente a lo largo de los altibajos que implica el enfrentar el cambio. Esto resulta especialmente cierto en el caso de países vecinos.

Democracias abiertas, economías abiertas, relaciones abiertas y respetuosas entre amigos y aliados; consideremos cada uno de estos puntos.

En primer lugar, las democracias abiertas.

Permítanme referirme a nuestra experiencia en México.

Al asumir la Presidencia de la República, hace dos años y medio, convoqué a realizar una reforma electoral profunda y definitiva. Esta iniciativa condujo a 18 meses de negociaciones con todos los partidos nacionales y dio lugar a una reforma constitucional de primordial importancia, aprobada por un consenso total, sin precedente, en el Congreso.

Para mi profunda satisfacción, logramos nuestro objetivo, un logro que muchos habían considerado imposible, pero que ahora coloca al sistema electoral mexicano entre los más avanzados del mundo.

Al mismo tiempo que se llevaban a cabo las negociaciones de la reforma electoral federal, ocurrían ya profundos cambios, que representan el surgimiento de una nueva cultura política. El pluralismo y una intensa competencia entre partidos son ahora aspectos normales de nuestra vida política. Permítanme aclarar un poco este punto. Se han llevado a cabo elecciones en 24 estados desde 1995, y cada una ha sido reconocida como legal y limpia, pacífica y justa.

Animados por nuestro nuevo pluralismo, por intensos debates, por reglas justas y transparentes, y por la autonomía de las instituciones electorales, México celebrará este verano elecciones generales que prometen ser las más competidas en nuestra historia.

El hecho de que el logro de estas reformas haya implicado grandes dificultades las hace mucho más satisfactorias para mi gobierno y para todos los partidos políticos de México. Consideremos solamente algunas de las características de nuestro sistema electoral. La reforma constitucional estableció autoridades electorales totalmente autónomas para conducir y calificar las elecciones. El nombramiento de dichas autoridades se realizó con el consenso absoluto de todos los partidos políticos. El Tribunal Federal Electoral se incorporó al Poder Judicial y sus facultades se reforzaron significativamente. La Suprema Corte recibió total autoridad para decidir sobre controversias constitucionales que surjan de disputas electorales, tanto a nivel federal como estatal.

Todo esto significa que las autoridades encargadas de llevar a cabo las elecciones federales y de resolver disputas electorales, ahora son nombradas y operan sin ninguna intervención del Poder Ejecutivo.

Por cierto, al no formar parte del sistema electoral y no intervenir en absoluto en el mismo, cuento con la autoridad legal y moral para debatir abiertamente sobre asuntos políticos. Antes no era así.

Otro de nuestros retos fue dar pasos decisivos para igualar las oportunidades en las contiendas electorales. Antes de la reforma, los partidos políticos no contaban con fondos públicos suficientes y equitativamente distribuidos para apoyar sus actividades y conducir sus campañas. Es por eso que la nueva legislación electoral aumenta sustancialmente el nivel de financiamiento público y estipula que 30 por ciento del monto total se distribuya equitativamente entre ellos, mientras que el 70 por ciento restante se asignará de acuerdo con el porcentaje de votos obtenidos por cada partido en las elecciones anteriores.

En forma similar, como resultado de las reformas, 30 por ciento del tiempo al aire en radio y televisión pagado por el gobierno se asigna uniformemente entre todos los partidos, y el 70 por ciento restante se asigna conforme al porcentaje de votos obtenidos por cada uno en las elecciones anteriores.

Al convocar la reforma política, mi objetivo era lograr un sistema de financiamiento que protegiera nuestra democracia del intercambio de dinero por privilegios, y de la influencia indebida de intereses particulares o incluso de organizaciones criminales.

La reforma electoral también incluyó la elección directa del jefe de Gobierno de la ciudad de México. El Presidente ya no intervendrá en su nombramiento.

Como pueden ver, estas acciones no fueron superficiales, sino que constituyeron una reforma muy completa. Gracias a ella, hoy en día México cuenta con leyes e instituciones electorales a la altura de las mejores del mundo.

Esta es mi visión de la democracia mexicana: un sistema de contienda competitiva transparente, limpio, en mejora continua, resuelto mediante un proceso abierto, con la participación completa de todos los electores, a la vista de la prensa y de la comunidad internacional. La visión que promovemos es una visión de libertad, porque confiamos plenamente en el buen juicio de la democracia.

Para México, como para cualquier país, la única manera de aprovechar al máximo nuestro potencia es construir un mejor sistema de justicia y una democracia totalmente madura. Solamente en el marco de un sistema así podremos lograr un crecimiento económico continuo y sostenido.

Afortunadamente, y a diferencia de hace no tantos años, la democracia no es la excepción sino la regla en el continente americano. Al mirar hoy a lo largo del continente, vemos urnas abiertas con ciudadanos emitiendo sus votos y dirigiendo al avance de sus naciones.

Esto me lleva a la segunda apertura para el futuro del continente americano; las economías abiertas.

También en este sentido, consideremos la experiencia de México. Hace más de una década que México ha seguido una reforma económica dramática al abrir de par en par las puertas del comercio internacional y promover la inversión privada. Las reformas estructurales han establecido una base para el crecimiento sostenido y duradero. Gracias a las reformas y, sobre todo, al valor y la decisión del pueblo mexicano, superamos antes de lo que todos esperaban la crisis financiera que surgió a fines de 1994.

Nuestros propios esfuerzos fueron complementados por el apoyo financiero que recibimos de organizaciones multilaterales y de nuestros socios comerciales, en particular de los Estados Unidos.

Como comentó recientemente el muy admirado Octavio Paz, ganador del Premio Nobel: ``Aunque los Estados Unidos son la nación más poderosa de la tierra, su vida social y política, tanto como su economía, están estrechamente asociadas a la situación de México y de sus cien millones de habitantes. Un México próspero y democrático puede ser un poderoso factor de paz y de estabilidad en esta región del mundo''.

La confianza de nuestra fortaleza nacional y en nuestras políticas económicas tuvo buenos fundamentos. El año pasado nuestra economía creció a una tasa de más del cinco por ciento, el desempleo se redujo marcadamente y la inflación disminuyó a la mitad. Estas tendencias positivas en nuestra economía claramente se están manteniendo este año. Además, como todos ustedes saben, hemos pagado totalmente y por adelantado el préstamo que nos extendió el gobierno estadunidense en los primeros meses de 1995.

Nuestro compromiso con el libre comercio constituye la piedra angular a largo plazo de nuestra estrategia para ampliar nuestra economía de mercado. El nuevo volumen de comercio bilateral entre México y los Estados Unidos generado por el TLC ha sido sencillamente avasallador: un aumento de 68 por ciento, mucho mayor incluso que las proyecciones más optimistas.

En la actualidad México es el socio comercial más dinámico de los Estados Unidos; los estadunidenses nos venden más a nosotros que a Alemania e Inglaterra juntos: nosotros compramos más de los Estados Unidos que el resto de América Latina en su conjunto. Nuestro crecimiento anual en las exportaciones ha sido mayor que el de Alemania y los Estados Unidos, e incluso que el de los llamados Tigres del Pacífico. Las asociaciones estratégicas entre compañías mexicanas y estadunidenses aumentan con una velocidad impresionante. Todo esto significa más y mejores empleos tanto al norte como al sur de la frontera que compartimos.

Otras naciones de nuestro hemisferio, aunque a diferentes escalas, también se han comprometido a reducir las barreras y a construir vínculos comerciales con sus vecinos. Los tratados de libre comercio en todo el continente americano están transformando nuestras economías y convirtiéndonos en competidores más fuertes en el mercado mundial.

No podemos quedarnos inmóviles mientras los países de otras regiones avanzan estableciendo vínculos comerciales en todo el mundo. México no se ha quedado ni se quedará inmóvil. Los acuerdos que hemos celebrado ya con Chile, Bolivia, Colombia, Venezuela y Costa Rica, así como los que estamos negociando con otros países, son testigos de nuestro compromiso con el libre comercio en el hemisferio.

Todos estos cambios han conducido a la necesidad del tercer tema central que quisiera tratar esta noche: relaciones abiertas, que para mí significan relaciones transparentes y respetuosas.

La relación bilateral entre los Estados Unidos y México es una de las más complejas del mundo. Como vecinos, compartimos una larga historia y un vínculo con el futuro. Aunque no sin complicaciones, nuestra relación cada vez se ha institucionalizado más y se ha vuelto más cooperativa. Desgraciadamente, no todos pueden apreciar en su totalidad la importancia de este cambio; para algunos, la propaganda política a corto plazo todavía tiene precedencia sobre los intereses a largo plazo de nuestras dos naciones.

Nuestro reto es seguir trabajando en mejorar la comprensión para poder apoyarnos el uno al otro en lugar de enfrentarnos. Necesitamos una relación abierta, tal como la he definido --respetuosa y transparente-- si hemos de enfrentar nuestras preocupaciones comunes.

Consideremos el problema común de las drogas. Los enormes recursos económicos que invierte México y los cientos de vidas mexicanas que se pierden cada año en el combate contra el narcotráfico son prueba de nuestro firme compromiso en esta empresa.

De nada servirá a la causa de ninguna de nuestras naciones en la lucha contra ese mal de las drogas ser autocomplacientes ni inculparnos mutuamente. Afirmar que el problema son los otros países no evita una sola transacción ilegal, ni salva una sola vida. Necesitamos superar la etapa de llamarnos unos a otros ``proveedores'', ``transportistas'' o ``consumidores''. Lo importante es que todos en el hemisferio compartimos la responsabilidad de enfrentar este problema y solamente con un esfuerzo coordinado lo lograremos.

Los mexicanos seguiremos combatiendo con todas nuestras fuerzas el narcotráfico dentro de nuestras fronteras, al mismo tiempo que insistimos en promover una cooperación global cada vez más eficaz, con respeto inquebrantable por la soberanía de todas las naciones.

La migración ilegal es otro tema relevante. Mientras que México reconoce totalmente el derecho de cada país de hacer cumplir sus leyes en su propio territorio, tenemos el firme compromiso de defender los derechos humanos y la dignidad de todos los mexicanos, estén donde estén. Es por eso que no podemos aceptar ni aceptaremos nada menos que un trato respetuoso y justo hacia todos los mexicanos que se encuentren en los Estados Unidos.

La migración ilegal, provocada por las disparidades económicas, es un fenómeno que sólo puede resolverse a través de un desarrollo continuo y sostenido en México. En este ámbito, como en otras áreas de la relación bilateral, un diálogo respetuoso es la única vía hacia la comprensión y la cooperación constructiva.

Una apertura final que todos debemos cumplir es la de nuestro futuro. Nada esta decidido definitivamente respecto al próximo siglo. Debemos reconocer la fragilidad de los logros y la extensión de nuestros males, como la pobreza, la violencia y la decadencia moral.

Pero soy optimista. Estoy seguro de que si nos mantenemos unidos, con fe en la libertad y la democracia, en el comercio y el crecimiento; en el respeto y la cooperación, en la justicia y los valores familiares, nuestros hijos y nuestros nietos vivirán en un mundo mejor.

Muchas gracias y buenas noches.


Elena Gallegos, enviada, Atlanta, Georgia, 28 de abril Ť El presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, aceptó hoy aquí la necesidad de que Estados Unidos ``repiense... reconsidere'' por completo el proceso de certificación en la lucha contra el narcotráfico, ya que ``no tiene lógica''; exacerba el sentimiento antiestadunidense, lleva a ``peleas nacionalistas y exalta los legítimos patriotismos''.

Reconoció que si en Estados Unidos acabara mañana la demanda de drogas, acabaría también el narcotráfico y la corrupción que éste trae consigo. Sostuvo entonces que, en esta lucha, su país debe liderear una nueva alianza.

Gringrich habló durante una cena en la que el orador principal fue el presidente Ernesto Zedillo. Por la mañana, el zar antidrogas, Barry McCaffrey, había convenido también en la posibilidad de ``explorar'' nuevos caminos para la certificación, entre los que no descartó que ésta se convierta en un mecanismo de autoregulación que podría ser supervisado por un comité especial de algún organismo internacional, como la OEA.

Todo esto se dijo en el primer día de trabajos del foro La agenda de las américas para el siglo 21 organizado por el Centro Carter y en el que participan altos funcionarios de la administración Clinton, presidentes y ex presidentes del continente, así como dirigentes de organismos multilaterales. Durante los encuentros, arreciaron las críticas a la certificación que otorga el gobierno de Estados Unidos.

También en la cena ofrecida por el Centro Carter, el enviado especial para las Américas, Thomas McLarty, habló del ``gran respeto'' que siente Bill Clinton por Ernesto Zedillo; enumeró las cosas que ambos tienen en común, y aseguró que el interés que el presidente estadunidense tiene por México va más allá de los retos que los dos vecinos comparten.

``El presidente Clinton cree que ante la nueva centuria tenemos dos opciones: aceptar pasivamente y resistir tontamente las fuerzas sociales y económicas que nos rodean o doblar esas fuerzas a nuestra voluntad y darle forma a la historia para nuestro beneficio común'', dijo.

Entre los asistentes al foro del Centro Carter, además de sus patrocinadores los ex presidentes James Carter y Gerald Ford, se encuentran los presidentes de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, y Dominicana, Leonel Fernández, así como el primer ministro de Jamaica, P.J. Patterson, además de los ex presidentes Oscar Arias, Marco Vinicio Cerezo, Luis Alberto Lacalle, Patricio Aylwin y Carlos Andrés Pérez.

Ernesto Zedillo llegó por la tarde a esta ciudad en la que permanecerá hasta mañana. Poco después de las 19 horas fue recibido en el piso 39 de ``Peachtree Tower'' por Carter y su esposa Rosalynn. Ahí intercambió palabras con los ex presidentes Aylwin y Lacalle.

Poco antes de pasar a las mesas se acercó hasta el grupo el líder de la Cámara de Representantes. El ex presidente, su esposa y el canciller José Angel Gurría dejaron solos a Zedillo y Gingrich, quienes conversaron durante unos 15 minutos. Cuando se pedía a los comensales ocupar sus sitios, llegó McLarty quien saludó a Zedillo con un abrazo.

Después de la cena vinieron los discursos. Robert Pastor fue el maestro de ceremonias. Ahí estaba también, Kofi Annan, secretario General de la ONU. Gerald Ford y Enrique Iglesias ocuparon sus lugares cuando estaba ya por servirse el segundo plato.

De entrada y muy a la usanza estadunidense, Pastor lo mismo hizo chistes que repartió elogios. Cuando introdujo a Carter habló de sus cualidades y cerró el ``speech'', señalando que sin él, el centro anfitrión no tendría nombre. A su vez, Carter pidió a Ford que tomara el micrófono; ambos hablaron de su larga amistad y se agradecieron mutuamente generosidades y honores.

En su oportunidad, McLarty se congratuló de que en Latinoamérica se esté poniendo fin a los últimos vestigios de militarismo y se construyan instituciones de libertad y democracia, ``pero es tiempo de hacer que la libertad valga y que la democracia le entregue lo necesario a los pueblos''.

Y en vísperas del viaje del presidente estadunidense a México, habló con largueza de la admiración que el gobierno de Clinton siente por el valor y el carácter del presidente Zedillo y de lo mucho en común que éste tiene con Clinton: ``ambos surgieron rápidamente en la vida política, de orígenes humildes; ambos recibieron posgrados en la Universidad de Yale, ambos se preocupan profundamente por el poder de la educación pública y ambos se casaron con mujeres realmente admirables.

El presidente de México --cerró McLarty-- es un líder admirablemente calmado en medio de los vientos y enfocado al cambio de su país en una dirección positiva y consultiva.

Otra vez vino al micrófono el ex presidente Carter quien presentó al último orador: Newt Gingrich, hombre al que calificó de ``profundamente preocupado'' por combatir la pobreza --sólo en Atlanta de un total de 3 millones de habitantes, 500 mil viven en condiciones de pobreza-- y el problema de las drogas.

Gingrich abordó primero lo referente de los viajes que efectuará Clinton por Latinoamérica. Dijo que sería conveniente que el Congreso le otorgara la facultad de fast track para poder hacer del continente una gran región de libre comercio.

Después hizo una extensa autocrítica de las políticas de certificación de Estados Unidos. Se preguntó: ¿cómo sería si otro país nos juzgase a nosotros? ¿Cómo podemos decirle a Colombia que haga una guerra civil para acabar con las drogas, cuando tenemos una falla en nuestra sociedad, cuando no podemos cuidar nuestra propia frontera, cuando no podemos cuidarnos a nosotros mismos?

Eso --convino-- me suena que está mal. Tenemos que aceptar la parte que nos corresponde y emprender un nuevo diálogo. Vamos a buscar una certificación apropiada. Vamos a replantear el actual esquema y no entremos en peleas nacionalistas o en exaltaciones de legítimos patriotismos, cuando todos queremos a nuestros países libres de drogas, finalizó.