La Jornada 30 de abril de 1997

Marcos: dio Fujimori un golpe internacional a la vía del diálogo

Elio Henríquez, corresponsal, San Cristóbal de las Casas, Chis., 29 de abril Ť El asalto militar a la embajada de Japón en Perú es un nuevo episodio triste para América Latina y un ``golpe internacional'' a la vía del diálogo y la negociación como forma de resolver los conflictos, afirmó el subcomandante Marcos.

``El gran poder internacional decidió un nuevo crimen en tierras latinoamericanas y ordenó el asesinato de los rebeldes de Tupac Amaru y de uno de los personajes que se encontraban detenidos''. Agregó que así son el poder y sus gobiernos neoliberales: ``fingen dialogar y negociar cuando en realidad sólo buscan la oportunidad de ejercer su violencia''.

En un comunicado dirigido a la prensa nacional e internacional, el dirigente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) señaló que el presidente de Perú, Alberto Fujimori, y sus patrones ``se apresuran en sonreír'', y ``apresurado fue también el beneplácito del presidente Ernesto Zedillo'', pero ``todavía falta mucha historia por escribir...''

En referencia a los acuerdos firmados entre las autoridades mexicanas y el EZLN el 16 de febrero en San Andrés, y haciendo un paralelismo con el caso de Perú, Marcos comentó: ``¡Y pensar que hay quien dice que debemos esperar, no un ataque, sino el cumplimiento de los acuerdos que firmó el gobierno!''.

El comunicado fue divulgado hoy junto con una carta dirigida al líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Fidel Velázquez, ``imagen moribunda del sistema político mexicano'', en la cual el subcomandante aseveró que la posibilidad de perder el trabajo en una sociedad que ``atraviesa por una de sus peores crisis económicas se convierte en la principal preocupación de los trabajadores y en un dique importante a su rebeldía''.

Sin embargo, añadió, ``algo se siente en el ambiente, una especie de rencor, rebeldía y ganas de decir ¡ya basta!''. Vaticinó que la ``parte gris de nuestra historia como nación está por terminar''.

Marcos enfatizó que la amenaza del desempleo y el ataque a los sindicatos no corporativizados y a las corrientes democráticas, y la ola conservadora que se apodera de no pocos sindicatos ``completan el terror que dibujan las policías militarizadas, las mafias sindicales, los golpeadores a sueldo, el mito del creci- miento macroeconómico y la miseria mortal y microeconómica''.


A la prensa nacional e internacional

Damas y caballeros:

Va carta para un poderoso político priísta. No, no me refiero a Zedillo, sino a Fidel Velázquez. Nosotros estamos bien, hace días escuché por radio la noticia del asalto militar a la Embajada del Japón en Perú. El gran Poder internacional decidió un nuevo crimen en tierras latinoamericanas y ordenó el asesinato de los rebeldes de Tupac Amaru (que, no hay que olvidarlo, estaban negociando con el gobierno de Fujimori la solución a la crisis) y de uno de los personajes que se encontraban detenidos. Ustedes recuerdan que se buscaba resolver el problema sin violencia. Pero a tiros entraron los militares. ``Operación limpia'', dicen los noticieros. Y describen a un Fujimori sonriente y feliz. Y, muy por encima de él, sonríen también los poderes supranacionales que dieron la orden de aniquilamiento. Durante meses, el gobierno peruano fingió que negociaba para buscar una salida pacífica. En realidad sólo buscaba el momento preciso para el golpe. Así son el Poder y sus gobiernos neoliberales, fingen dialogar y negociar, cuando en realidad sólo buscan la oportunidad de ejercer su violencia.

Este nuevo episodio triste para América Latina es un golpe internacional a la vía del diálogo y la negociación como forma de resolver los conflictos.

Se apresuran en sonreír Fujimori y sus patrones. Apresurado fue también el beneplácito de Zedillo. Todavía falta mucha historia por escribirÉ

¡Y pensar que hay quien dice que debemos esperar, no un ataque, sino el cumplimiento a los acuerdos que firmó el gobierno!

Desde la Embajada del JapónÉ perdón: desde las montañas del Sureste Mexicano.

El Sup con tanto miedo que hasta diarrea le dio.

México, 25 de abril de 1997.

P.D. QUE SE SUMA, MUUUUY ATERRADA, AL BENEPLACITO. Haciendo gala del miedo que nos caracteriza (y por aquello del ``no te entumas''), se han dado órdenes de requisar todos los ``beepers'' que portan los indígenas de la zona, hemos cancelado todas las suscripciones de comunicación satelital, y una tuza, que cavaba túneles bajo la hortaliza de Don Abel, está siendo severamente interrogada. En fin, de todas formas el desenlace será el previsible: la historia, cansada de andar, se repite.

P.D. QUE ENARBOLA SU PANCARTA EN LA MARCHA.

¡Feliz 1o de Mayo para los trabajadores mexicanos!

¡Infeliz para los que viven a costa de ellos!


Ejército Zapatista de Liberación Nacional

A: Don Fidel Velázquez

Imagen moribunda del Sistema

Político Mexicano

Señor Velázquez:

Dicen que dicen que usted se va a morir pronto. Antes de que eso ocurra, aprovecho para escribirle estas líneas. No son para desearle que se recupere, ni para pedir su muerte (como la que usted se cansó de pedir para nosotros). Sólo le escribo para recordar, para hacer memoria. Ya ve usted qué faltos de historia y de memoria están este país y quienes lo habitan.

Dicen que dicen que usted tiene ya 97 años, que nació con el siglo XX. ``Y que con él se apaga'', digo yo. Casi 100 años. No deben ser pocas las cosas que usted ha visto y escuchado: el inicio de la revolución mexicana, los asesinatos de mis generales Emiliano Zapata y Francisco Villa, el constituyente de 1917, el nacimiento de lo que después, hoy, sería el crimen organizado hecho partido político, el Revolucionario Institucional, y el nacimiento del control oficial sobre el movimiento obrero. Después la larga dictadura que se renueva y reajusta sexenalmente, la del PRI en el gobierno. Tal vez usted sólo recuerde desde que, en 1946, sustituyó a Lombardo Toledano en el liderazgo de la Central de Trabajadores de México (CTM).

Señor Velázquez, ¿cuántos intentos de rebelarse contra ese absurdo histórico que es el sistema de partido de Estado no vieron sus ojos? ¿En cuántas represiones y traiciones a esos movimientos usted participó directamente? ¿Cuántas veces usted ordenó, en el más de medio siglo al frente de la CTM, que se golpeara, se secuestrara y se asesinara a trabajadores que querían democracia, libertad y justicia? ¿Cuántas veces compró conciencias y lealtades? ¿Cuántas veces se vendió? Sí, estoy de acuerdo con usted, fueron tantas en todo ese tiempo que nadie parece haberle llevado la cuenta. Tal vez su conciencia. PeroÉ ¿tiene usted conciencia todavía? No, no me refiero a la que fingía lucir en sus ``conferencias de los lunes''. Hablo de la conciencia de lo que está bien y de lo que está mal, de eso que dicen que tiene que ver con los principios. ¿Se aburre usted con rollos sobre moral y ética humanas? Es verdad, es mejor cambiar de tema.

Podría aprovechar estas líneas para, por ejemplo, recordarle lo que la guerra brutal neoliberal ha producido en su enemigo principal: los trabajadores. Podría hablar, es un ejemplo, de la destrucción de las conquistas históricas de los trabajadores mexicanos, de la caída del salario real, de la reducción del empleo, del ataque a los contratos colectivos, de las reformas reaccionarias a la Ley Federal del Trabajo, de los golpes al IMSS e Infonavit, de la eliminación de subsidios al consumo popular, de la criminal liberación de precios. En fin, de todo eso que se autodenomina ``modernización tecnológica'' desde Miguel de la Madrid, pasando por Carlos Salinas de Gortari, y llegando hasta ahora, con la torpeza de Ernesto Zedillo Ponce de León.

Podría dar algunos datos, y señalar, es un ejemplo, que los productos básicos necesarios para un día, que se compraban en 1987 con 8 horas y 36 minutos de trabajo diario, en el mes de enero de 1997 requerían de 25 horas y 13 minutos de labor para tenerlos. Tal vez usted ya no se acuerde, señor Velázquez, pero el día sólo tiene 24 horas (con todo y el horario de verano). Como el sistema político que usted representa ha sido capaz de todo, menos de cambiar la duración del día, eso significa que los trabajadores deben ahora, si es que conservan el empleo todavía, vivir con menos de una tercera parte de los productos necesarios para subsistir.

Podría, también es un ejemplo, recordarle que esta política económica que usted apoyó ha aumentado los despidos, el cierre de fuentes de empleo, los charrazos en sindicatos antes democráticos, la intransigencia y la represión como política laboral del gobierno mexicano. En fin, recordar todo eso que ha provocado que el movimiento obrero mexicano (``el MOM'' le decíamos en los días de la clandestinidad urbana) pase a la resistencia.

Pero no lo haré, no le recordaré tampoco que las revisiones contractuales se han transformado, de ser una palanca para mejorar las condiciones laborales, a ser uno de los espacios donde los patrones atacan los logros de los trabajadores.

Nada de lo anterior le recordaré, señor Velázquez. Ni eso ni que usted recibió muchos ``premios'' por patrocinar o permitir todos esos golpes a sus trabajadores. Es mejor hablar un poco más de estos sus trabajadores:

Ya ve usted, señor Velázquez, que las estadísticas no se ponen de acuerdo. Unas dicen una cantidad y otras la disminuyen o la aumentan. Así que, usted perdonará porque no estoy seguro, de 7 a 9 millones de trabajadores estarían afiliados en unos 16 mil sindicatos. De esos trabajadores, casi la totalidad (el 93.6 por ciento), se encuentran en el Congreso del Trabajo, esa gran máquina de control y represión obrera que usted, mejor que nadie, conoce bien. Todo esto deja de 16 a 18 millones de trabajadores sin organización sindical y más de 9 millones desempleados o con ocupación temporal. ¿Sus condiciones de vida y de trabajo? Malas, muy malas las unas y las otras.

Pero ya dije que le escribía para hacer memoria. Así que volvamos a los recuerdos. Estoy seguro que usted no lo tiene presente, pero cuando el siglo y usted tenían diez años, el 3 de septiembre de 1910, un ``transgresor de la ley'' de entonces, llamado Ricardo Flores Magón, le escribió a los obreros mexicanos:

¿Verdad que, 87 años después, se podría decir lo mismo a los trabajadores que padecen el fin del siglo? No sólo eso, nuestros (ya no suyos, señor Velázquez) trabajadores lo han padecido a usted más de 50 años. A usted y al sistema político que lo explica a usted y se explica a sí mismo en el espejo que su imagen y su historia ofrecen.

Yo quisiera preguntarle no por qué usted ha vivido tantos años, sino por qué ha estado tanto tiempo en la posición que todavía detenta. Porque todavía la tiene ¿o ya no, señor Velázquez? ¿Duda usted? Créame que no es el únicoÉ

Usted no debiera estar donde está desde hace mucho tiempo. Si el sistema político mexicano lo apoyó para que usted creciera y se hiciera poderoso (porque no fueron pocas las veces que el ejército, la policía, matones, rompehuelgas y esquiroles frenaron los intentos rebeldes de los obreros mexicanos), fue porque necesitaba de usted.

Lo necesitabaÉ ¡Qué paradoja la de la base ``moderna'' del Estado mexicano! Necesitó de lo más viejo y corrupto para simular que sería nuevo y limpio. Algún día se hará la crónica de la larga pesadilla que usted y lo que representa significó para los mexicanos. Tal vez entonces nos preguntaremos por qué tardamos tanto en despertar, pero es seguro que la pregunta la haremos sin que usted y lo que significa nos amenacen con su sombra.

Usted dijo alguna vez que a tiros habían llegado al Poder y sólo a tiros los iban a sacar. Tal vez, pero no sólo a tiros. También y sobre todo con movilizaciones. La forma (o ``el método'', como dicen ahora), cada día importa menos. Su movimiento obrero (porque era suyo, de usted, señor Velázquez), cada día está más y más descontento, cada día es más rebelde.

Cierto que una parte importante tiene todavía miedo. La amenaza del desempleo, el ataque a los sindicatos no corporativizados y a las corrientes democráticas y la ola conservadora que se apodera de no pocos sindicatos, completan el terror que dibujan las policías militarizadas, las mafias sindicales, los golpeadores a sueldo, el mito del crecimiento macroeconómico, y la miseria mortal y microeconómica. Sobre todo, la posibilidad de perder el trabajo en una sociedad que atraviesa una de sus peores crisis económicas, se convierte en la principal preocupación de los trabajadores y en un dique importante a su rebeldía. Sin embargo, algo se siente en el ambiente. Una especie de rencor, rebeldía y ganas de decir ``¡ya basta!''.

En fin, si no fuera por la historia (esa terca realidad que persigue y acosa), se podría decir que han ganado ustedes, señor Velázquez. Ustedes, los dueños de todo, los que conducen este país hacia ningún lado.

Debe ser triste tener la certeza, vivo, de que cuando uno muera mucha gente, millones, se pondrán alegres con esa muerte. Porque usted puede tener esa certeza, señor Velázquez. Cuando por fin ocurra, su muerte será saludada por millones de trabajadores y trabajadoras en todo el país.

Los que ahora lo acompañan y adulan tratarán de ahogar ese entusiasmo con grandes y ostentosas ceremonias luctuosas, pero al poco tiempo, ellos mismos se encargarán de sacar a la luz los crímenes y las traiciones que lo hicieron poderoso, señor Velázquez.

Yo entiendo que a usted no le preocupen los festejos y sonrisas que traerá la noticia de su muerte a millones de obreros y obreras. Pero sí debe ser un poco molesto que las risas y fiestas también sean en las casonas y palacios de ésos a quienes usted, y otros como usted, ayudaron a encumbrar.

Ellos, los poderosos que compartieron con usted tantas riquezas y crímenes, ellos desean su muerte. Nosotros no. Nosotros sabemos que no son las personas las que deben morir, sino el sistema que hace posible sus crímenes: un sistema antidemocrático, injusto, inhumano, el sistema de partido de Estado.

Nadie va a lamentar su muerte, señor Fidel, nadie lo va a llorar. Y los recuerdos sobre usted y su figura se dividirán entre la burla y el rencor. Y entonces vendrá otra vez el recuerdo de Ricardo Flores Magón y su frase ésa de ``¡Y qué muerte y qué crepúsculo tan sin gloria y tan sin brillo!''.

Esta parte gris de nuestra historia como Nación, la que ustedes protagonizaron empuñando el crimen y la injusicia, está por terminar. No será su muerte, señor Velázquez, la que le ponga punto final. Será una nueva alternativa que, ni modos, nacerá sobre sus ruinas.

El reinado de ustedes está por finalizar. Lucharemos porque lo que siga no sea una nueva casta, sino eso que se llama democracia, libertad y justicia. Su parte en la historia ya se acaba. De ella podríamos decir, con Flores Magón,

Vale. A pesar de todo, salud. Y que la historia los acomode a ustedes donde se merecen, es decir, en la vergüenza y el olvido.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 25 de abril de 1997