José Antonio Rojas Nieto
Perspectivas de la situación petrolera mundial

Luego de casi tres años de ascenso continuo de precios, desde mediados de noviembre del año pasado las cotizaciones internacionales del crudo empezaron a descender. Si utilizamos como indicador de este comportamiento el precio de venta para América del petróleo Maya (destinatario y componente principal de nuestras exportaciones), podemos notar dos grandes etapas claramente diferenciadas, justamente por el ascenso y el descenso de los precios.

La primera incluye los trimestres comprendidos entre finales de diciembre de 1993 y mediados de noviembre de 1996 (prácticamente tres años), en la que las cotizaciones del pesado Maya se elevaron de poco más de 9 dólares a casi 22 por barril. Y la segunda, que prácticamente sólo incluye el final del cuarto trimestre del año pasado y los cuatro primeros meses de este año, en la que el precio desciende de esos casi 22 dólares, a poco menos de 14 por barril. Es decir, casi tres años para subir 13 dólares y apenas cuatro meses para bajar ocho dólares, lo que muestra la altísima volatilidad de estas cotizaciones, a pesar de la relativa estabilidad registrada de los primeros días de 1986 a la fecha, pues en estos pocos más de diez años los precios del Maya prácticamente no han salido de una franja de dos a tres dólares alrededor de los 13 dólares por barril, que es el promedio del periodo, descontando cuatro o cinco meses de alza derivados de la Guerra del Pérsico, en los que el más abundante de los crudos mexicanos alcanzó un nivel superior a los 25 dólares por barril.

Se trata de una recuperación silenciosa --aunque en cierto sentido muy moderada-- de la fuerza del petróleo en el balance energético mundial. Recordemos que en 1973, justamente cuando vino la primera elevación de precios, el petróleo representaba el 53 por ciento del consumo mundial de energía, con un volumen diario de 57 millones de barriles, llegando en 1983 a sólo poco más del 46 por ciento, pero ya con un volumen de sólo 58 millones de barriles al día, expresión de uno de los más significativos efectos del choque que produjo la elevación de precios internacionales del petróleo, es decir, el freno radical del crecimiento acelerado de una demanda mundial de energía (de petróleo y gas, sobre todo), que entre 1967 y 1973 crecía anualmente a tasas medias cercanas al 6 por ciento, merced a un crecimiento anual de la demanda mundial de crudo de casi 8 por ciento, y que hoy, con dificultad, asciende anualmente a tasas inferiores al 2 por cientos.

Pues bien, el año pasado el petróleo representó el 40 por ciento de la demanda mundial de energía primaria (21 por ciento el gas natural y 25 por ciento el carbón, por lo que nuestra vida energética sigue dependiendo de los combustibles fósiles y, lamentablemente, los más contaminantes), equivalente a un consumo mundial diario de 70 millones de barriles, que implicó una factura petrolera mundial implícita de, al menos, 450 mil millones de dólares, que representaron cerca del 2 por ciento del producto mundial, participación muy diferente a la registrada a fines de los años setenta, cuando con un consumo diario ligeramente superior a los 60 millones de barriles al día, la factura petrolera mundial implícita representaba casi el 4 por ciento del producto mundial, y el peso del valor del comercio mundial de petróleo representaba casi la cuarta parte del valor de las transacciones comerciales mundiales.

Como se puede verificar en el comportamiento de los cuatro primeros meses, se espera que este año los precios internacionales del petróleo se mantengan relativamente por debajo del nivel de 1996, fundamentalmente por tres razones: 1. la reincorporación --controlada pero firme-- de Irak al mercado; 2. el sostenimiento de las plataformas de producción de los países petroleros --OPEP y no-OPEP-- que impedirá frenar el descenso, aunque tampoco lo profundizará en virtud de que estos mismos productores buscan sostener el débil pero real equilibrio de mercado actual; 3. la también débil evolución económica mundial (Estados Unidos sin duda) que impide pensar en una ampliación de la demanda compensatoria de la ampliación de la producción.