Durante la campaña electoral de 1994, Cuauhtémoc Cárdenas, candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática, basándose en los análisis de expertos no comprometidos con el gobierno de Salinas y su proyecto neoliberal, señaló hasta el cansancio que el país caminaba hacia una profunda crisis económica. Pedro Aspe, secretario de Hacienda de Salinas, calificó esta y otras críticas como ``mitos geniales''. Por su parte, Ernesto Zedillo, candidato a la Presidencia por el Partido Revolucionario Institucional, repitió muchas veces que si Cárdenas ganaba, todo lo logrado por Salinas, su reforma económica y el ``camino al Primer Mundo abierto por el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica'' se irían a pique en medio de la hecatombe económica y la fuga masiva de capitales foráneos. Al mismo tiempo, prometía que se distribuirían ``los frutos del milagro económico'', generando ``bienestar para su familia''.
Zedillo asumió la Presidencia y unos días después se produjo el mal llamado ``error de diciembre'' que, en medio de la huída masiva de capitales especulativos, daba lugar en 1995 a la más profunda recesión económica de los últimos 50 años: caída de un 7.9 por ciento del Producto Interno Bruto, acompañada de un nuevo brote inflacionario del 52.0 por ciento, violenta devaluación monetaria y agudización de la crisis estructural de la deuda externa, elevación de la tasa de interés bancario que condujo a la insolvencia a millones de deudores, quiebra técnica de la banca, desaparición de miles de empresas, aumento sin precedentes del desempleo abierto hasta el 7.3 por ciento y de la informalidad. El ``bienestar familiar'' prometido se convirtió en agudización del empobrecimiento y del malestar social causado por la continua caída del salario que en 20 años lo ha reducido a un 30.17 por ciento de su valor, equiparándolo al de hace 60 años.
Para mantener el país a flote, fue necesario el bomberazo de 50 mil millones de dólares del gobierno estadunidense y la banca multinacional, cuyo impacto sobre la enorme deuda externa acumulada aún no conocemos, ni cómo lo cubrirán los mexicanos de hoy y mañana. En 1994, ¡Cárdenas y el PRD tenían razón y Zedillo no!
En la actual campaña electoral, Zedillo y el PRI hablan de una ``recuperación'' (débil, desigual y que apenas recobra una parte de lo perdido en 1995), anuncian que ahora sí ``llegará al bolsillo de los mexicanos'', y tratan de asustar a los electores con el mismo discurso de 1994: si la oposición, en particular el PRD y Cárdenas, gana las elecciones, ``se perderá todo lo logrado'', habrá crisis y huirán los capitales. ¿ Podrá alguien creer dos veces el mismo cuento de ``ahí viene el lobo'' ? Estos no son ``vituperios'', sino verdades obvias sustentadas en las frías estadísticas oficiales, que le dan la razón al PRD y a Cárdenas, cuando afirman que sólo un cambio de mayoría en el Congreso y el gobierno, como condición para modificar la política económica, permitirá superar la crisis de 16 años de duración.
El Partido Acción Nacional, por conveniencia electoral trata de deslindarse de la política económica del PRI-Gobierno. Pero no puede tampoco convencer a nadie. Castillo Peraza, como líder del PAN, afirmó que Salinas y el PRI le habían robado la política económica, que sólo había podido aplicarla gracias a su apoyo parlamentario. Decía la verdad. Votó y apoyó los cambios constitucionales y legales, incluida la firma del Tratado de Libre Comercio Norteamericano, la contrarreforma agraria, las privatizaciones indiscriminadas y abruptas de Salinas y hoy sigue haciéndolo en el Congreso y la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, porque su política económica es la misma que la del PRI: el neoliberalismo salvaje a la mexicana. Así, es tan responsable de la crisis como el PRI. Las propuestas económicas de ambos partidos para México y su capital en estas elecciones, son iguales e ineficaces para superar la crisis, lograr un crecimiento sostenido y equitativo y, sobre todo, el bienestar de la mayoría de los mexicanos.
Hoy, después de un año de leve recuperación de los indicadores macroeconómicos que ningún mexicano común ha registrado en su bolsillo, mientras el gobierno y el PRI repiten el discurso triunfalista de Salinas, los analistas empiezan a registrar signos de una desaceleración de la economía similar a la que precedió al derrumbe de 1994.
Por los costos que ello significaría para los mexicanos, deseamos que se equivoquen, pero la mejor manera de garantizarlo es sustituyendo la política económica neoliberal aplicada conjuntamente por el PRI y el PAN, que ha perpetuado la crisis y el empobrecimiento masivo, para lo cual es necesario votar por una opción electoral que postule su cambio.