La Jornada 6 de mayo de 1997

EL PRIMER ENCUENTRO, EN ANTROPOLOGIA

Elena Gallegos Ť En los 70, muy lejos todavía de su rápida y ascendente carrera política que lo llevó a la Casa Blanca, Bill Clinton recorrió, como un turista más, las salas del Museo Nacional de Antropología que albergan los alucinantes símbolos de la mexicanidad: ``Este es un pueblo con historia y con destino'', concluyó entonces. Ayer, de nueva cuenta, lo repitió al presidente Ernesto Zedillo.

Y es que anoche, fuera del programa oficial, entre los muros de mármol que albergan vasijas, penachos, chac-moles, jaguares y serpientes, ante la mirada de los dioses prehispánicos y bajo la pieza que representa el esplendor mexica --la Piedra del Sol--, Ernesto Zedillo y Bill Clinton sostuvieron su primer encuentro.

Era el comienzo de una visita que había sorteado ya aplazamientos y hasta malos presagios, y era un buen comienzo.

Toda la carga del pasado impregnaba la atmósfera. Al fondo podía leerse la profecía de Chimalpain: ``Mientras permanezca el mundo no acabará nunca la gloria y la fama de México-Tenochtitlan''.

--I'm late. I'm sorry --dijo el presidente estadunidense al estrechar la mano de su anfitrión, quien desde hacía 15 minutos lo aguardaba en el centro de la Sala Mexica.

--I'm so glad... --contestó con una amplia sonrisa el presidente Ernesto Zedillo. Después ambos subieron los tres escalones que los llevaron hasta el pie del pedestal de bronce, sobre el que descansa el Calendario Azteca.

¡Esa es la foto!

Apoyado en dos muletas, las cuales maneja ya con gran destreza, el presidente estadunidense levantó la mirada y por instantes se sumergió en glifos y motivos, reveladores de los profundos conocimientos de geometría y composición de las culturas prehispánicas.

En ese momento se hizo el silencio. Como un murmullo, la voz del presidente Zedillo --``conoce de ida y vuelta el museo y cada una de sus salas'', había adelantado Rafael Tovar y de Teresa--, introducía a su invitado en el mágico mundo de las cuatro casas del sol. Le explicaba que, de acuerdo con la creencia, vivimos en la quinta casa y también que, según la tradición, el sol nació en el año y día conocido como ``13 caña''. Un atento Clinton seguía cada una de sus palabras.

Tras un cordón, un pool de fotógrafos y reporteros esperaron a que los presidentes volvieran la cara. Entonces, flashes y cámaras se dieron vuelo. ¡Esa es la foto!, se regocijaban los informadores. A sus espaldas, magnífica, la Piedra del Sol.

Esta imagen traía a la memoria a los sonrientes Adolfo López Mateos y John F. Kennedy. También como fondo el Calendario Azteca. Esto ocurrió en 1962, en el museo que entonces se ubicaba en la calle Moneda, cuando los presidentes estadunidenses podían hacer recorridos en autos descubiertos. Antes de Dallas y de tantas otras cosas. Antes del miedo. Esas eran otras épocas.

Bill Clinton arribó a la ciudad de México unos minutos antes de las 19 horas. Para cubrir su estancia, entre informadores, equipos de televisión y el famoso pool de Los 17 (representantes de los medios más influyentes de Estados Unidos que asisten a todas y cada una de las actividades del hombre de la Casa Blanca), 180 periodistas fueron acreditados.

Y así llegó Clinton a México, con todo lo que acompaña al número uno del país que se asume como líder y guía. Hombres de seguridad (G-men) apostados por todas partes y escudriñándolo todo. Las limusinas blindadas, los expertos en cualquier tipo de contingencia, los asesores en esto y en aquello.

En el Hangar Presidencial, el canciller José Angel Gurría le dio la bienvenida, según marca el protocolo. De acuerdo con el programa, el recibimiento oficial será hoy en el Campo Marte.

No fue sino hasta la noche del domingo en que los equipos de Los Pinos y la Casa Blanca pactaron un primer encuentro en el Museo Nacional de Antropología. Había interés en ambas partes porque un punto de la agenda fuese dedicado a recorrer el recinto. Se había pensado incluso ofrecerle una comida ahí.

Según las previsiones más optimistas, los mandatarios verían las piezas más importantes de sólo dos de las 24 salas y esto les tomaría 40 minutos a lo sumo en consideración a que Clinton sigue recuperándose de la lesión que sufrió jugando golf y que ocasionó que la visita, inicialmente planeada para el 10 y 11 de abril, se pospusiera un mes. Sin embargo, el recorrido anoche se prolongó por dos horas.

Del aeropuerto el presidente Clinton se trasladó al Museo, donde ya lo esperaba el presidente Zedillo. Eran exactamente las 19 horas con 18 minutos cuando comenzó el encuentro. A la postre no fueron dos --la Mexica y la Maya-- sino cuatro las salas (se agregaron la Olmeca y la Tolteca) que se abrieron a los visitantes y en las que se detuvieron a apreciar casi objeto por objeto.

Al mismo tiempo pero por otras rutas, varios miembros de su comitiva --Thomas McLarty y Sandy Berger, entre otros-- hicieron un recorrido paralelo acompañados por el canciller Gurría y por Luis Téllez.

Sin prisas, inquisitivo, Clinton preguntaba por cada una de las piezas. ``It's great'', exclamó cuando estuvo frente a la Diosa Tierra Coatlicue. ``How old is it?''. Felipe Solís, director en funciones del Museo, satisfacía su curiosidad.

Pero cuando estuvo frente a la maqueta del Templo Mayor --la historia dice que el gran conjunto fue construido en 150 años y así se lo hicieron saber--, no salía de su asombro. Trazos y pirámides lo impresionaron. Le dijo entonces al presidente Zedillo:

--Las catedrales góticas se construían en un siglo. Esto les llevó 50 años más. La diferencia es que las primeras eran espacios únicamente religiosos; este conjunto sólo pudo haber sido concebido por un pueblo con historia y con destino.

Clinton se asomó por el pasado de México. Se dio tiempo para mirar a las Cihuateteo, ``mujeres muertas en el parto que braman por las noches su dolor''; vio los braceros ceremoniales del mercado de Tlatelolco, los Caballeros Aguila, las cabezas toltecas, las estatuillas huastecas de piernas gruesas, lo que le arrancó un ``como las figuras de Rubens''.

Observó fustes y dinteles. Los pectorales de corazón, las lápidas y las estelas. Los variados y únicos Huitzilopochtli, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Toda la carga del pasado impregnaba la atmósfera.

En la Sala Tolteca lo recibió la leyenda: ``Estos hombres eran realmente sabios porque sabían hablar con su corazón''.

Pese a que a lo largo de las salas se habían dispuesto, en lugares estratégicos, sillones para que se diera tiempo para el descanso cuando así lo pidiera y dada su lesión, no usó ni uno solo.

Se interesó lo mismo por el valor estético que por el histórico. Relacionó estilos y materiales de las piezas provenientes de distintas zonas.

Habló de las culturas milenarias como la china y resumió su experiencia: ``En el México moderno hay una continuidad histórica de toda esta riqueza de siglos''.

Inscribió su nombre en el libro de visitantes distinguidos y se llevó de recuerdo, la reproducción de una vasija maya en plata, así como libros de pintura prehispánica: ``Esta misma noche se los mostraré a mi esposa'', comentó, y es que Hillary Clinton estará esta tarde en el Museo de Antropología.

Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y a quien había correspondido recibir al presidente Bill Clinton en la puerta principal del Museo --diseñado bajo la inspiración de Pedro Ramírez Vázquez-- recordó que cuando estaba en proyecto, el arquitecto recibió sólo una orden del presidente Adolfo López Mateos: ``Don Pedro quiero que lo conciba de tal manera que cuando un mexicano entre, salga aún más orgulloso de serlo.