La Jornada martes 6 de mayo de 1997

José Blanco
Socio asociado en sociedad

Lamentos, gritos o susurros, ruegos o exorcismos, denuncias o caravaneos, declaraciones de amistad, promesas de buen comportamiento, evocaciones e invocaciones de don Genaro Estrada y su doctrina en extinción, todo lo han intentado nuestros gobiernos, frente al trato insensible, el abuso, la incomprensión, la humillación, la extorsión y las exacciones, el desprecio a browns y greasers de nuestro suelo, dispensados por nuestro vecino: tal ha sido en conjunto la historia de nuestra relación desde tiempos ya inmemoriales.

La asimetría que nos vincula es inmensurable; nuestra precariedad, mayúscula, y su manía imperial de avanzar sobre nosotros, incontenible. Su apetito no es susceptible de ser colmado: querrían una y otra vez poner en alto el dedo índice --a la manera como a sí mismos se dicen soy el uno, el único, el mejor--, hasta tapiar las barras con más y más estrellas. Quieren todo. La península de Baja California (de la que de trozo en trozo se han apropiado ya una buena parte), el Istmo de Tehuantepec, las mejores playas, las enteras reservas de petróleo, la propia empresa petrolera, o anexarse de una vez por todas ese baldío que va del Bravo al Suchiate.

Clinton seguramente sabe de la hospitalidad mexicana. Con naturalidad decimos ésta es su casa. Ahora no procede. Puede tomarlo literalmente, no arriesguemos.

¿Cuál es la agenda? Se sabe: Clinton nos dirá take it easy con el asunto ``indocumentados'' (entre 2 y 3 millones de mexicanos), sólo se trata de frenar la migración ilegal; no object: serán respetados los derechos humanos, no habrá deportaciones masivas; aunque la señora Meissner del Servicio de Inmigración dijo la semana anterior ``no tenemos escasez de mano de obra'', es decir: no los necesitamos. Repitiendo a McCaffrey quizá Clinton nos diga: sobre el asunto de las drogas acaso dejemos de repartir culpas a los ``productores'', tal vez estudiemos la tontería hipócrita esa de la ``certificación'', pues parece que algo tiene que ver en todo esto la fuerte afición de mis paisanos a los estupefacientes. Quizá no falte un ¡bravou! por aprehender a Gutiérrez Rebollo. Y, en corto, probablemente insista en que sus policías lleguen aquí con su gunfire, liquidando a quien sea ``en defensa propia''.

Resaltará, asimismo, la admirable vecindad de estas ¡dos! grandes naciones, pues continuaremos por todos los medios combatiendo conjuntamente el lavado de dinero, incluyendo reformas financieras y ``extradiciones temporales''. Puede decir también ``que conste, el asunto del aguacate está resuelto'' (tomó tan sólo casi un siglo darle solución), que los camiones mexicanos podrán circular en Iuesei, y que la buena voluntad está demostrada al permitir transitar a Ricardo Aldape de la cámara de gases, al norte del corazón.

Por supuesto no faltarán loas y fanfarrias al gran valor del presidente Zedillo por sostener contra viento y marea una política económica que nos mantiene en un callejón de muy incierta salida. Y pare usted de contar.

¿Deberíamos aspirar a algo más? Mire Mr. Clinton: la relación de dependencia y subordinación económicas que mantenemos con ustedes continuará engendrando un sin fin de permanentes conflictos. El tamaño de su economía, y el ethos irremediablemente mercantil y expansivo de su país, será una fuente permanente de agresión contra nosotros. Pero nosotros culturalmente estamos hechos para no capitular. Me quiebro pero no me rindo, dice un decir mexicano. ¿Quiere usted no ver más browns? Entienda entonces que México no es una especie de Estados Unidos de 1790, que en gran medida la especificidad de nuestros problemas e insuficiencias están vinculados al carácter de las relaciones económicas que mantenemos con ustedes, que no es consistente festejar la caída del muro de Berlín, y construir uno en su frontera sur; que el arraigo de la población en México exige ocuparnos no sólo de cuidar el equilibrio de las variables financieras, sino de impulsar el desarrollo y que ustedes son un gran obstáculo para que México logre ese objetivo; que aunque una y otra vez olvidamos que ustedes no tienen amigos sino intereses, el desarrollo del conjunto de la sociedad mexicana sería para ustedes un gran business; que, en fin, sería altamente deseable se pongan a estudiar con nosotros estas tesis, hasta que les entren en la cabeza.