Crisis en la integración latinoamericana
La salida de Perú del Pacto Andino y la súbita decisión de Brasil de introducir una ``medida provisoria'' mediante la cual se restringen las importaciones de este país con sus socios comerciales, incluso los asociados al Mercosur, dan muestra de los avatares por los que atraviesan los pactos de integración en Sudamérica.
Los argumentos ofrecidos por Perú para abandonar a sus compañeros de viaje --Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela-- son convincentes para llamar a una reunión ministerial de emergencia, pero no para salir del acuerdo. Dichos países presionaban a Perú para acelerar la desgravación de productos sensibles, con dos años de anticipación a lo acordado (2002 en principio), al mismo tiempo que no mostraban interés por pactar normas de origen, abatir barreras no arancelarias y eliminar subsidios a la industria.
A nadie escapa sin embargo, que Perú venía acumulando un déficit comercial con sus socios andinos, que en 1996 alcanzó los 850 millones de dólares. Este sólo hecho da una pauta de las verdaderas razones por las que ha perdido interés para mantenerse en el Acuerdo de Cartagena. Asediado por problemas económicos y políticos internos, mantener y profundizar sus compromisos en el Grupo Andino podría haber dificultado la adopción, por parte del gobierno de Fujimori, de medidas de excepción o de salvaguarda, con el fin de hacer frente a los desequilibrios comerciales. Por otro lado, en su distanciamiento con sus socios andinos. Lima debió sopesar las ventajas de mantener los compromisos de Cartagena en relación con sus costos. En ese sentido, la crisis andina obedece a un patrón que no es nuevo, sino que más bien evoca la debilidad y el fracaso de los esfuerzos de integración que en los sesenta la ALALC intentó impulsar, y que en los ochenta la Aladi se propuso reanimar. Este fracaso se explica en gran medida porque el esfuerzo de integración latinoamericana ha obedecido más a iniciativas diplomáticas, es decir, a buenas intenciones de los Estados, que a la necesidad de resolver problemas concretos que atañen a grupos económicos y sociales y cuya resolución se hace más eficiente mediante la cooperación intergubernamental.
La crisis del Mercosur es de otra índole. Lo que anima y aglutina a los socios del cono sur es sin duda el dinamismo, tamaño y potencial del mercado carioca. La importancia de dicho mercado y el peso geopolítico de Brasil en América del Sur han hecho que este país tenga un papel similar al desempeñado por Estados Unidos en América del Norte. Brasil es el polo aglutinador y marca a su vez el carácter y ritmo de todo el proceso de integración conosureño. La razón esgrimida por Brasilia para imponer esta ``medida provisoria'' es la defensa del Plan Real que, como se sabe, intenta estabilizar la economía carioca anclando su moneda al dólar. El desequilibrio financiero y comercial que afecta a Brasil lo obliga por consiguiente a tomar medidas de emergencia que reduzcan el déficit en su balanza de pagos. Dichas medidas están perfectamente aceptadas y reglamentadas en cualquier esquema de integración. El problema es que los socios de Brasil no lo perciben de esa manera. El embajador argentino en Brasil ha denunciado esta medida como ``traicionera'' y portadora de un ``clima negativo'' entre Buenos Aires y Brasilia. Esto ha hecho evidente una de las debilidades del Mercosur. Si bien la razón de ser del club conosureño es la de superar retos comunes --lo que no sucede en el Grupo Andino-- aún carece de mecanismos institucionales sofisticados que impidan la politización de sus diferendos comerciales. Los conflictos son manejados por las propias cancillerías de los países miembros con el riesgo de quedar rápidamente entrampados en una agenda diplomsática de complejidad variable.
La crisis por la que atraviesan los esquemas de integración en América del Sur no pasarán inadvertidos por Washington, en un momento en que la crisis financiera de México y un Congreso reacio a facultar al Ejecutivo para extender el TLC por la vía del fast track, ha quitado atractivo a la iniciativa esbozada por Clinton en la Cumbre de Miami. La crisis que experimentan los proyectos de integración desde Alaska hasta la Patagonia podrían abrir el camino de una segunda estrategia para Washington: la de negociar acuerdos similares al TLC por la vía bilateral con países clave del Grupo Andino y del cono sur, con el objetivo de desinflar el atractivo del mercado carioca y subrayar la importancia estratégica de mantener un acceso preferencial con el mercado más importante del mundo.