Marco Rascon
El protocolo de la sumisión
Siendo la de Clinton una visita de Estado, el protocolo en este carácter marca que el invitado debería dar un discurso ante el Congreso mexicano, en su recinto. El ``lapsus'' de Zedillo y Gurría tiene dos fundamentos certeros: el primero, el carácter sumiso del protocolo anfitrión, y dos, el desprecio de ambos, huéspedes y anfitriones, por el Poder Legislativo, donde no se aseguraría un pleno control sobre el verdadero estado de ánimo nacional, frente a las relaciones actuales con Estados Unidos y la visita de su presidente.
La estadística de las entrevistas de los presidentes de México y Estados Unidos desde Porfirio Díaz, en 1909, son reveladoras de la importancia que ha tenido la relación protocolaria para México y el carácter de éstas.
En la historia de estas relaciones, el único presidente que no tuvo entrevistas fue Lázaro Cárdenas en el contexto del auge del nacionalismo mexicano y la credibilidad en la vía de la soberanía económica. El incremento posterior de reuniones con López Mateos y Díaz Ordaz fue marcado por los asuntos fronterizos en relación a la devolución del Chamizal y las cuotas de trabajadores de México a Estados Unidos. Con Echeverría se desploman las visitas mutuas, a partir de la posición del gobierno que pretendía integrar un bloque intercontinental de países del Tercer Mundo. Con López Portillo, el tema fundamental fue petróleo, gasoducto y las reservas de México. Con Miguel de la Madrid, asuntos financieros, deuda externa y diseño de la política económica a través del FMI y el BM: en 1987, la crisis financiera de México constituye la base del ascenso del salinismo y la instauración de la política neoliberal en México a partir de la destrucción, desde adentro, del proyecto económico nacional. En contraposición, Salinas sustituye la vía de la soberanía con la integración económica plena como alternativa al endeudamiento: el protocolo se convierte en un simple despacho desde Washington o Nueva York a donde acude regularmente el presidente y sus colaboradores por instrucciones. Esta etapa la inaugura Salinas en Houston frente a Bush, en noviembre de 1988, con la frase ``no queremos ayuda, queremos negocios'', misma que repite ahora el doctor Zedillo como argumento clave de las nuevas relaciones marcadas por el libre mercado de Estados Unidos hacia México.
Ahora, luego del TLC, el ajuste y el rescate, nos toca la homologación y la certificación política para ser candidatos verdaderos a tener el estatus... de Puerto Rico, es decir, la primera integración en América Latina con derecho a voz, pero sin voto en el Congreso que domina al continente. Clinton viene ahora a demostrar al Congreso norteamericano que ``México ya está preparado para la democracia'' y que los cambios en México están asegurados, pues únicamente son válidos los cambios de carril, de velocidad, pero no de autopista.
En 1909 el presidente Taft visitó a Díaz en Ciudad Juárez, donde dos años después se firmarían los tratados que darían fin a la dictadura. En 1997, Clinton viene en misión estratégica, como parte de sus tareas de política interna para demostrar que la mano suave es más efectiva que las amenazas o, a lo menos, reivindicar la vieja táctica policiaca: el gran garrote en combinación con el gran rescate sirve para doblegar.
Por eso, esta visita podría llamarse con fundamento: la del triunfo del Destino Manifiesto.