Estalló la inconformidad de policías reubicados
Miriam Posada, Raúl Llanos y Víctor Ballinas Ť Un saldo de 17 detenidos, más de 20 lesionados, dos muertos no confirmados, reporteros golpeados, un jefe policiaco secuestrado, bloqueo de avenidas importantes y caos vial fue el resultado de dos enfrentamientos entre policías de las delegaciones Gustavo A. Madero e Iztapalapa contra granaderos y zorros, ante la negativa de los preventivos a ser reubicados al concluir su curso de capacitación.
A pesar de esto, el secretario de Seguridad Pública, Enrique Salgado, advirtió que el programa de capacitación continuará, ``cueste lo que cueste''.
En Insurgentes y Cien
Metros. Foto: Duilio
Rodríguez
La ruptura del compromiso que contrajo Salgado Cordero con los policías y la Comisión de Seguridad de la ARDF, de reintegralos a sus sectores al terminar su adiestramiento en el Campo Militar, provocó la inconformidad de los uniformados del sector 1 Gustavo A. Madero y de Iztapalapa, quienes a partir de las 6:00 horas de ayer realizaron un paro de labores.
No nos negamos a ir al curso: policías
Los policías exigieron que el general Salgado fuera a la demarcación ``para que sepa que no nos negamos a ir al curso; lo único que queremos es que nos firme un papel en el que se comprometa a mantenernos en el sector cuando acabe el curso''.
A cuatro horas de haberse iniciado la protesta en los cuatro subsectores de Gustavo A. Madero --Tepeyac, Jade, Presa y Tizoc--, la única respuesta que obtuvieron fue la llegada de los policías de Iztapalapa, quienes llevaban la orden de hacer el trabajo de los inconformes.
Los policías de Jade cerraron el sector para evitar enfrentamientos con sus compañeros, entregaron sus armas y chalecos al armero; en el sector Tizoc, ubicado en Excélsior y Roberto Gayol, alrededor de 500 policías decidieron bloquear la circulación vehicular en Insurgentes con mesas, piedras y ramas. Sobre la avenida pintaron consignas como ``fuera Salgado'', ``no nos negamos a ir al curso'', ``que nos regresen al mismo sector''.
Aproximadamente a las 11:00 horas cerca de 300 elementos llegaron para contrarrestar el movimiento. Este contingente estaba integrado por militares vestidos de granaderos, quienes encabezaban el grupo, y detrás de ellos granaderos. Su presencia calentó más los ánimos, y a la orden de ``¡rómpanles la madre!'' los militares avanzaron contra los inconformes, mientras los granaderos retrocedieron para no enfrentar a sus compañeros.
Campo de batalla
En cuestión de minutos esta zona se convirtió en un campo de batalla en el que en el que volaron piedras, palos, botellas, gas lacrimógeno y también se produjo un disparo. El saldo de este primer enfrentamiento fue de al menos 20 lesionados; cinco de ellos fueron trasladados a los hospitales Primero de Octubre y Magdalena de las Salinas, entre quienes se cuentan los policías Eduardo Humel, Javier Solórzano, Raúl Rodríguez y Carlos Baeza.
Después de la refriega surgió el rumor de que dos de lesionados habían muerto minutos después y de forma extraoficial se dieron los nombres de Marco Antonio Sánchez Ortega y Miguel Angel Sandoval, aunque la SSP negó el hecho.
Para el general Salgado ``no hubo ningún muerto, sólo siete lesionados, cuatro granaderos --``entre ellos el director de Agrupamientos, general Enrique Tello''-- y tres de los inconformes que fueron trasladados en ambulancias de la Cruz Roja. Añadió que fueron detenidos 17 policías, quienes fueron presentados ante la 50 agencia del Ministerio Público bajo los cargos de motín, resistencia a la autoridad y daños a las vías de comuniación.
En conferencia de prensa, Salgado Cordero manifestó que fueron los policías de Iztapalapa quienes ``incitaron'' a los preventivos de la Gustavo A. Madero para que protestaran y cerraran las avenidas Insurgentes, Vallejo y Cien Metros.
Argumentó que antes del desalojo de Insurgentes ``se intentó establecer el diálogo'' con los inconformes, pero la respuesta fue ``totalmente agresiva'', por lo que ``debieron'' utilizar la fuerza; aceptó que se utilizaron gases lacrimógenos, pero rechazó que se haya hecho algún disparo de arma de fuego.
El segundo enfrentamiento se produjo cerca de las 12:00 horas, también sobre Insurgentes, cuando los policías identificaron entre los granaderos al que disparó en su contra. Al grito de ``ya estás fichado, no te la vas a acabar'', los manifestantes iniciaron una nueva movilización, los granaderos cambiaron de formación; al mismo tiempo, un helicóptero de la policía aterrizó.
En la aeronave viajaba el director operativo, general Felipe Bonilla Espinobarros, quien apenas cruzó palabra con el general Enrique Tello, enseguida se retiró de la zona y empezó la segunda batalla. La señal fue una bomba de gas lacrimógeno que cayó justo entre los manifestantes.
El humo empezó a esparcirse; los palos, piedras y botellas volvieron a tomar altura, pero esta vez los granaderos no se detuvieron y empezó la persecución de policías, quienes corrieron a atrincherarse en el edificio del sector Tizoc.
Los granaderos invadieron los camellones y la calle Excélsior. Los zorros iniciaron la cacería de policías sectoriales, quienes eran atrapados entre tres o cuatro elementos y trasladados a un vehículo de la SSP. Los granaderos avanzaron hasta la entrada del sector, en donde fueron recibidos por una lluvia de botellas y por lo menos dos disparos hechos al aire. La tensión iba en aumento ya que los policías habían amenazado con asaltar el arsenal. Desde la azotea observaban la movilización de los granaderos quienes minutos después se replegaron.
El destacamento de granaderos se trasladó al sector Tepeyac, de la avenida Cien Metros. Hasta ahí llegaron algunos policías de Tizoc para unirse a un contingente de 200 uniformados que mantenían bloqueada la calle Poniente 128, con autos particulares.
A fin de evitar un nuevo enfrentamiento, los mandos enviaron como negociador al policía José Luis Sánchez Cortés, segundo jefe del agrupamiento Fuerza de Tarea. Los inconformes se negaron a establecer un diálogo, y cuando el jefe trataba de llegar a un acuerdo con ellos le arrojaron un vaso con una bebida alcohólica; un hombre de camisa azul lo empujó por la espalda y al perder el equilibrio los policías aprovecharon para arrastrarlo hasta el patio del cuartel. En el forcejeo alguien lo despojó de su arma de cargo la cual apareció poco después.
El reporte que le llegó a Salgado Cordero fue que José Luis Sánchez Cortés estaba ``secuestrado'', pero los policías dijeron: ``Sólo lo jalamos para evitar que sufriera una agresión'', por lo que después de una fuerte lluvia el zorro gama fue trasladado a una oficina del mismo sector.
Casi a las 16:00 horas tres helicópteros sobrevolaron la zona, los policías empezaron a dispersarse y reiniciaron sus labores de patrullaje. Sin obstáculo alguno más de 300 granaderos y zorros ocuparon el cuartel; el general Enrique Tello hizo un recorrido por el lugar, negó que hubiera problema alguno y dijo: ``Aquí podemos caminar como si estuviéramos en nuestra casa''. Media hora más tarde 200 granaderos más llegaron al lugar ``sólo como apoyo''.
Después de 10 horas de amotinamiento, el general Salgado Cordero advirtió: ``No permitiremos que sean precisamente los policías los que transgredan el orden, por eso actuaremos con toda energía ante cualquier acto que viole el aspecto legal''.
Sostuvo que la Contraloría Interna de la SSP y el área jurídica levantaron un acta administrativa a quienes se negaron a trabajar ayer.
Ahí también rechazó que las últimas manifestaciones de inconformidad de los policías --que negó sea una crisis interna-- lo lleven a renunciar, porque ``estamos actuando conforme a derecho''.
Por su parte, el regente Oscar Espinosa dijo ayer que los programas de gobierno no pueden estar sujetos a grupos minoritarios ni en este terreno, ni en ningún otro; ``afortunadamente hay decisión para ello y el gobierno tiene que salir adelante con sus programas cuando se trate de favorecer el interés general''.
Añadió que los programas de readiestramiento de los policías están en marcha, son muy buenos y hay que continuarlos para que pueda seguir mejorándose la policía capitalina.
Luego hizo un llamado a los elementos de la SSP a sumarse a los programas del gobierno para tener un mejor resultado en ellos. Insistió que es constitucional que los militares permanezcan en Iztapalapa.
Bertha Teresa Ramírez Ť Estrés y desesperación sufrieron cientos de automovilistas al quedar prácticamente atrapados entre las avenidas Insurgentes, Montevideo, Politéctico, Cien metros y Vallejo, después de que unos 500 policias cerraron la avenida Insurgentes Norte en protesta por la disposición de ser trasladados de Iztapalapa a la delegación Gustavo A. Madero.
El tránsito vehicular convirtió a la zona norte de la ciudad y las arterias de ingreso y egreso al Distrito Federal en un enorme estacionamiento donde imperaron manifestaciones de angustia, enojo, quejas y reclamos de automovilistas y peatones, quienes se vieron imposibilitados para llegar a sus actividades laborales y escolares.
La protesta de los policías agudizó a grado máximo las horas pico de tránsito en esa área de la ciudad, que de las siete a las nueve de la mañana son normalmente conflictivas.
Verdaderas escenas drámaticas se pudieron observar cuando padres de familia trataban de dejar estacionados en algún lugar sus automóviles para intentar llegar caminando a las escuelas primarias, kínderes, secundarias y guarderías.
Un señora de plano no pudo controlarse y rompió en llanto cuando suplicaba a un policía que le diera permiso de pasar pues debía llegar al aeropuerto y trasladarse a Chetumal con motivo de trabajo.
El cierre de la avenida se inició desde las seis de la mañana y en la medida que se acercaba la hora de entrada a las escuelas, estudiantes desesperados bajaban apresuradamente de microbuses y peseros cargando mochilas y trabajos escolares.
A la altura del eje de Montevideo la policía desvió el tráfico que venía de Indios Verdes hacia las avenidas Cien Metros y Vallejo, pero la enorme cantidad de vehículos que trataban de ganar el paso provocaron un cuello de botella que impedía que el tráfico avanzara.
Por seis horas la colonia Lindavista se convirtió en un laberinto por donde un sinnúmero de automovilistas trataban de llegar a la avenida Politécnico para alcanzar las arterias de Cien Metros y Vallejo, pero todos los esfuerzos resultaban inútiles, pues las calles se iban llenando poco a poco de más autos, y cuando se llegaba a esa avenidas una enorme frustración sobrevenía, pues ambas estaban también repletas de automóviles, cuyos conductores buscaban otra salida.
Los peatones, por su parte, iniciaron largas caminatas; los estudiantes se enfilaban hacia Indios Verdes de regreso a sus casas --por supuesto lo harían caminando--, otros más hicieron largas colas en los teléfonos públicos para avisar que no podían llegar por falta de transporte.