Eduardo R. Huchim
El divorcio imposible

El deslinde ``total, moral y político'' que Humberto Roque Villanueva, líder nacional del Partido Revolucionario Institucional, y el candidato priísta al gobierno del Distrito Federal, Alfredo del Mazo, pretenden hacer entre su partido y el ex presidente Carlos Salinas de Gortari será infértil o sólo producirá frutos amargos para el PRI y su candidato capitalino.

Con la brevedad que exige un artículo periodístico, el pretendido deslinde puede examinarse al menos desde tres puntos de vista: el individual, el gubernamental y el partidario.

a) En lo individual, Humberto Roque Villanueva, como virtualmente toda la clase política priísta, incluido el actual presidente de la República, cohonestó y aplaudió los actos del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

Y no fue diferente la conducta de Alfredo del Mazo, quien lejos de apartarse del salinismo lo sirvió como embajador en Europa. Resulta, pues, un desaseado ejercicio --para decirlo con eufemismo-- la pretensión priísta de denostar al ex presidente y deslindarse de él, ahora que ya no tiene el poder y sí el repudio popular.

b) En lo gubernamental, si bien sería injusto equiparar integralmente el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y el de Ernesto Zedillo Ponce de León, es válido preguntarse qué diferencias sustanciales hay entre uno y otro y si no es cierto que ambos están en deuda con los sectores mayoritarios de la sociedad mexicana, a los cuales ambos contribuyeron a empobrecer.

El gobierno actual --cuyo titular formó parte del anterior-- afirma insistentemente que, de no haber aplicado su actual política económica, el país estaría peor, en el desastre. Y puede que tenga razón. Pero ¿cómo saber que efectivamente la tiene si la política económica ha sido sustancialmente una y la misma en ambos gobiernos? ¿Cómo saber que caminar por otra senda habría sido peor si nunca se anduvo por ella?

c) En lo partidario, aunque existen incipientes signos de cambio, en esencia el PRI de ahora es el mismo PRI antidemocrático de siempre, el que se niega a practicar la democracia interna y que ha provocado la salida de importantes cuadros como Layda Sansores Sanromán, Francisco Luna Kan y Enrique González Pedrero, para mencionar sólo tres de las más recientes escisiones.

Del carácter antidemocrático del partido de Estado abundan pruebas de antes y de ahora. ¿O es el liderazgo de Roque Villanueva producto de una elección interna, libre y decidida por las bases de su partido? ¿O no es verdad que ahora el PRI espera hasta muy cerca de los límites legales para postular a sus candidatos porque teme que sus nominaciones antidemocráticas provoquen que sus militantes no palomeados busquen el cobijo de otros partidos?

El de ahora, como en los tiempos de Salinas, es el mismo PRI antidemocrático en el que militan políticos como Roberto Madrazo Pintado y Mario Villanueva Madrid, quienes, alejados de la ley y la racionalidad, se empecinan en repetir viejas prácticas para desvirtuar y frenar los avances que, contra viento y marea, se ha dado la sociedad. Una sociedad que a veces ha pagado --y paga-- con sangre tales avances.

Y no hay retórica sino literalidad en esa afirmación. De acuerdo con las dolorosas cifras de la Fundación Ovando y Gil, que preside la diputada perredista Isabel Molina y que fue creada para apoyar a las víctimas de la violencia política, durante los dos años y medio de gobierno zedillista han caído ante los embates de esa violencia más militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y luchadores sociales (209) que durante los primeros cuatro años del salinismo (201).

Y pese a que grandes porciones de la sociedad e incluso muchos perredistas no se conmuevan, esta terrible realidad está presente hoy, ahora, aunque la cancillería se rasgue las vestiduras por los señalamientos internacionales sobre la violación a derechos humanos en México.

Aun cuando Humberto Roque Villanueva intente negarlo, obviamente el pretendido deslinde del PRI de Salinas de Gortari conlleva evidentísimos fines electorales, pero tengan por seguro el líder priísta y su candidato al gobierno del Distrito Federal que ese intento se les revertirá.

Su partido y Carlos Salinas de Gortari están indisolublemente unidos, quizá más que los matrimonios católicos, porque su unión permanecerá incluso después de la muerte. El suyo es un divorcio imposible.

* * *

Don Pepe: Junto a lo que le ha pasado y le pasa a Carlos Salinas de Gortari, lo suyo (descrito en el libro Umbrales) es un juego de niños. Aunque, claro, con Salinas el repudio no ha tenido un origen sólo cupular sino, sobre todo, popular. Y bueno, por lo menos de usted sólo se deslindaron los hombres, no su partido.