La nueva tentativa de los dirigentes del Revolucionario Institucional para deslindar al priísmo de la figura del ex presidente Salinas, de tener intenciones serias podría producir todo un debate interno que replanteara efectivamente sus visiones del Estado, de la economía, de su propio partido. Sin embargo, el deslinde propuesto tiene más intenciones electorales que otra cosa. El PRI exhibe poca nobleza en la embestida.
Asumiendo que nadie está condenado a quedar marcado por sus actos, que las percepciones y valoraciones se pueden cambiar y, por supuesto, concediendo al PRI esta prerrogativa, no deja de llamar la atención la superficialidad y lo tendencioso del deslinde. Haciendo eco del análisis más vulgar, el priísmo asume la equiparación de los defectos personales con las definiciones del proyecto; seguir por esa ruta, y para ser congruentes, debería llevarlos a denostar al sindicalismo cuando se descubran las tropelías de algún líder sindical, o a concluir que la iniciativa privada es ineficiente cuando alguno de sus miembros cae en desgracia. Así, si en el análisis superficial las revelaciones sobre los abusos cometidos por el ex presidente y su familia llevan a concluir que todo lo hecho por el salinismo es nefasto, el PRI opta por suscribir esa vía corta. Renunciar a los matices, parece ser la consigna.
Y no sólo eso, sino que las políticas confeccionadas por el gobierno priísta de 1988 a 1994, y cuyo repudio actual es percibido por los estrategas tricolores como peligroso, ahora debemos imputárselas al PAN. Es el delirio máximo. En la esquizofrenia que se muerde la cola, ahora habrá que estar atentos para saber de qué partido se impulsan las políticas por los gobiernos que se formaron con los votos del PRI. Se votó por éste para que desarrolle los proyectos de otros partidos. Vaya lío.
En el deslinde parece extinguirse aquel Salinas, calificado por Zedillo como patriota y poseedor de una visión de estadista excepciona; aquella visión de Estado que, en palabras de Roque en 1994, transformaba sus retos en oportunidades de justicia social. De todo aquello que los detractores de hoy ensalzaron hasta el éxtasis ayer, no parece quedar nada. Este sexenio parece haber nacido por generación espontánea. La antropofagia priísta está llegando a extremos ridículos.
De manera que si lo que se quiere es incrementar el número de votantes por la vía de renegar de su pasado más inmediato, me parece que el PRI tendrá que hacer un esfuerzo un poco mayor para no aparecer como un partido que no sólo es ingrato con sus militantes, sino que además carece de la mínima personalidad como para imponer sus propias políticas a los gobiernos que emanan de sus votos.