Emilio Krieger
La carga de Carlos Salinas
Primera de dos partes
Curiosamente, el peso de las responsabilidades de Carlos Salinas se ha vuelto tan agobiante desde Dublín que ha roto los más elementales principios de la gravedad, tanto que hasta el actual connotado presidente del PRI y hasta una buena porción de dinosaurios o de panistas beneficiados por el ex presidente, se han dado a la tarea de sacudirse esa carga de adhesión salinista que actualmente tanto agobia. Sólo el agradecido presidente Zedillo, algunos prominentes panistas del presente, un buen número de sus dilectos y hoy bien provistos colaboradores, y una nutrida cohorte de abogados defensores del ex mandatario y sus familiares integran aún, aunque no se sabe por cuánto tiempo, el diezmado ejército de defensores del régimen salinista, extrañamente perpetuado por dos signos máximos: la complicidad protectora de la corrupción y la continuidad de la política neoliberal de globalización entreguista.
A estas alturas, a dos años y medio de la entrega formal del poder presidencial de Carlos Salinas a Ernesto Zedillo, y a menos de dos meses de las próximas elecciones, el actual presidente no logra fabricar un podio firme y seguro, pues el que ha logrado levantar es un endeble trípode cuyos soportes están constituidos por el desvencijado aparato partidista oficial, por las crecientes fuerzas represoras internas, uniformadas o no, y por el apoyo financiero y ``democrático'' del gobierno norteamericano.
Salta a la vista que ese pobre escaño en el que toma asiento el presidente, promotor actual del priísmo y continuador del salinismo aún vivo aunque desfalleciente, carece de la firmeza y seguridad que requiere, a estas alturas, un promotor exaltado de la política cuya continuación postula el PRI. Otra de las cualidades que no adornan la figura presidencial es la habilidad de un buen tramoyista de saber medir y ponderar la fuerza, solidez y resistencia del cordel del que se cuelga o del sostén en el que se apoya, para llevar a cabo sus ``machincuepas''. Si el doctor Zedillo tuviera tal capacidad, en lugar de apuntalar su campaña electorera en los méritos del PRI hubiera podido fundarla en una terminante batalla aunque fuera verbal, contra la corrupción salinista y la entrega de los neoliberales, esto es, en un deslinde Salinas-Zedillo que tanto hubiera satisfecho al pueblo.
La línea adoptada por Zedillo al elogiar la obra del partido del Estado y mantener la impunidad dublinense de Salinas, lo lleva a cargar sobre sus espaldas políticas buena parte del peso salinista, ingrata tarea. Pero tal vez resulte más interesante que utilizar la báscula política para determinar con precisión el peso agobiante actual de Salinas de Gortari y su ameritada familia, intentar escudriñar y fijar los elementos que determinan ese excepcional tonelaje que, si se tratara del mundo físico, podríamos identificarlo como característico, propio e identificador del plomo, el más pesado de los elementos químicos, al menos en la época en que yo cursaba la secundaria.