Cada año entre la balaumba y el tropel de exposiciones de arte --o que tienen la petulancia de creerse tales-- destaca en nuestra pujante ciudad de México el feliz acontecimiento de que José Luis Cuevas exponga el magisterio de sus dibujos que es como exponer su diario de vida en singular lenguaje que ofrece un ejemplo aleccionador para tantos perdidos en el laberinto de las tendencias modernistas y de las maneras delirantes de lo que se llaman ``vanguardias''.
José Luis Cuevas es José Luis Cuevas y para el que esto escribe --espectador de cosas de arte-- por su decoro y por su dignidad, suele dejar un inefable aroma de belleza y misterio sutil perfume aunado en cada dibujo a algo sorpresivo. Gusto de ofrecernos un diario en dibujos, arte puro creador que la inspiración liba anhelosamente en los claros de la mente, la vida interior.
Espléndido dibujar que va más allá del muralismo e indigenismo sin perder la mexicanidad. Inspiración favorecida y técnica promovida por esa escritura interna que plasma en el papel y es dibujo genial. Vocación por y para el dibujo pese a que la pintura al óleo le dejaría más utilidades económicas y de prestigio.
El arte de Cuevas es de tipo sobrio, interior e interpretativo; arte de lápiz y papel, rico en armonías de dibujo --¡oh, clave de la filiación artística! honrado, intransigente en su ortodoxia. Esta es la técnica de que se ha valido para servir a la inspiración, a los motivos de la emoción estética que transmite su obra.
Basta una rápida ojeada a las exposiciones que se inauguraron ayer en la Casa Jaime Sabines, Cincuenta retratos de José Luis Cuevas y Cuevas y su memoria que durarán seis semanas, así como 20 grabados y obras en su honor --de Anguiano, Soriano, Rivera, Siqueiros, Carmen Parra, Carmen Esquivel, Cauduro, Vlady, Zenil, etcétera, así como dibujos dedicados a habitantes de las delegaciones y otro a los niños de la calle auspiciados por el DDF-- para adivinar o entrever la magnífica exaltación de un espíritu pictórico en el instante mismo de encenderse en el ojo interior, la visión del drama íntimo.
Es fácil imaginarlo más allá de la batahola de la ciudad, en la tranquilidad de su estudio, atónito y hechizado, deslumbrado por las representaciones mentales, sin querer seguir creyendo que aquella es la meta de la peregrinación del arte por la interioridad. Jubiloso trance en el que al llevar al papel ese mundo maravilloso, el dibujo adquiere calidad y rango de frenesí.
Allí se dispersan todos los rincones de la memoria y todo lo que ve le atrae y no hay recuerdo que no le encienda la emoción estética, ni reflejo ni sombra que no le conmuevan con el estremecimiento de la inspiración que con unas cuantas líneas en hoja blanca será dibujo en el que vibrará el ritmo del espíritu del artista. Ritmo que determina que el dibujo sea uno solo. El dibujo de un diario vivir, expresado en original escritura, arte puro creador de un mundo fastuoso y joyante; el mundo de José Luis Cuevas.