La Jornada sábado 24 de mayo de 1997

Carlos Montemayor
Conmemoración en Atoyac

El domingo pasado varios cientos de personas conmemoraron en la ciudad de Atoyac de Alvarez el trigésimo aniversario de una masacre ocurrida el 18 de mayo de 1967. Ese día, trágico en la sierra de Guerrero, la policía judicial del estado quiso impedir un mitin de la Sociedad de Padres de Familia de la escuela primaria Juan Alvarez y trató de apresar a Lucio Cabañas, que laboraba como profesor en otra escuela pública cercana, la Modesto Alarcón. Poco antes de las diez de la mañana una comisión le pidió que fungiera como orador, pues el que tenían previsto no se presentaría. Lucio aceptó, pero pidió que lo esperaran hasta las diez y media, para aprovechar el tiempo del ``recreo'' en su escuela.

Aún podemos repetir el recorrido que siguió Lucio Cabañas desde la Modesto Alarcón hasta el jardín central de Atoyac, pues los trazos de las calles no han cambiado y el puente sobre el arroyo Cuitero sigue siendo el mismo. No así el jardín central, que se ha modificado sustancialmente y que no permite imaginar en un solo plano la concentración de manifestantes, la represión, el forcejeo y los disparos de los agentes judiciales entre la multitud, su empeño por abrirse paso y detener o eliminar a Lucio Cabañas.

Intenté describir esta masacre de la manera más fidedigna posible en el primer capítulo de la novela Guerra en el Paraíso, porque ella marcó el inicio de la guerrilla de Lucio Cabañas. O mejor, esa masacre lo obligó a remontarse a la sierra y a defenderse de la persecución con que intentaban eliminarlo. No es exagerado decir, por tanto, que su guerrilla nació como una forma de autodefensa. Tampoco lo es afirmar que si bien se masacró queriendo evitar una manifestación popular, lo que se consiguió fue producir una guerrilla que se estuvo combatiendo durante siete años y que, una vez muerto en 1974 Lucio Cabañas, muchos pensamos desaparecería durante el sexenio del gobernador Rubén Figueroa Figueroa. Ahora podemos inferir sobradamente que esa guerrilla no desapareció del todo.

En junio de 1995 se trató de impedir otra manifestación en Atoyac de Alvarez. Los cuerpos policiacos del estado de Guerrero masacraron por ello a 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas. Todos sabemos que se frenó esa manifestación, pero no las que en cascada se produjeron hasta la aparición, un año después, de la guerrilla del EPR. La simetría se antoja evidente. El modus operandi para frenar manifestaciones y producir guerrillas también parece el mismo. Además, a pesar de los 28 años que separan a ambas tragedias, podríamos sentir que asistimos a una sola. Y posiblemente así es.

Por algunos comunicados primero del EPR y ahora del PDPR-EPR, y como bien lo supo Inteligencia Militar, entre las organizaciones que integraron este levantamiento se encuentran el Procup, las Uniones del Pueblo y el Partido de los Pobres o PDLP, que en muchos sentidos y momentos se conectaron o concurrieron en el movimiento guerrillero de Lucio Cabañas. Por ello podemos sospechar que la masacre del vado de Aguas Blancas no produjo una nueva guerrilla, sino quizás solamente la reaparición de la misma lucha.

Pero, ¿cómo explicar la permanencia o, al menos, la recurrencia a lo largo de casi 30 años de una misma lucha guerrillera? Creo que la única explicación que cabe es, paradójicamente, lo inexplicable. Lo volveré a decir. ¿Por qué después de las contundentes, severísimas medidas militares que se tomaron en los años 70 contra la guerrilla de Lucio Cabañas, no se tomó en la sierra de Guerrero otro tipo de medidas educativas, de salud, de comunicación, económicas, agrarias o comerciales? ¿Por qué preferir el emporio del narcotráfico al progreso social y económico de esa sierra guerrerense? ¿Qué oscuros intereses se benefician con esa falta de decisión de transformar económica, educativa, socialmente a la sierra de Guerrero? Estas circunstancias ``inexplicables'' podrían dar cuenta de la continuidad o, al menos, de la recurrencia de las luchas sociales de Guerrero. Es como un aviso para que las medidas de cambio no se decidan solamente en la sana teoría de los análisis macroeconómicos: tomemos en cuenta, como dato relevante de Seguridad Nacional, lo que ocurre a nivel del terco y empobrecido suelo de la realidad social mexicana. También ese modus operandi y sus efectos deben ser vistos como una luz roja de lo que podría ocurrir en cualquier parte del país o incluso en el avance de manifestantes hacia Los Pinos.

Aquel mitin que quiso frenar en vano la policía judicial del estado el 18 de mayo de 1967 fue recordado ahora, 30 años después, en el mismo Atoyac. Varios centenares de personas se manifestaron por las mismas calles y la misma área del jardín central que recorrió ese día Lucio Cabañas, en las vísperas de su alzamiento en armas. Maribel Gutiérrez refirió, además, en La Jornada, que durante esa manifestación el presidente del PRD estatal, Octaviano Santiago Dionisio, afirmó que si Lucio Cabañas viviera, estaría en el PRD. Entiendo la exaltación, a 30 años de distancia, con que el actual dirigente perredista pudo llegar a proponer tal posibilidad. Pero no nos engañemos. Hay razones suficientes para reconocer que si Lucio Cabañas viviera, no estaría en el PRD sino en el EPR.